estigos del desalojo de Los Patos en Cananea, Sonora, estiman que unos 600 elementos de la Policía Federal y guardias de la mina de Cananea participaron en el operativo para sacar de allí a unos 200 integrantes del Frente Unido contra Grupo México, el viernes 24 de julio a la medianoche. Este es un episodio más en la resistencia que los ribereños de los municipios del río y los mineros cananenses sostienen desde el macroderrame de lixiviados sobre los ríos Bacanuchi y Sonora el pasado 6 de agosto. Por supuesto que se trata de un acto de represión que favorece los intereses de Grupo México, responsable de la contaminación, y puede darse por descontado que el conflicto se haya resuelto con el levantamiento oficial de la contingencia en octubre del año pasado y ahora con el desalojo forzado a la sección 65 y a los ribereños.
Durante el conflicto que está por cumplir un año, en realidad hubo dos nuevos vertimientos de ácidos venenosos, el 23 de agosto y otro el 19 de septiembre de 2014, de menor magnitud, pero que mostraron la soberbia de Germán Feliciano Larrea ante los débiles reclamos de las autoridades estatales y municipales sonorenses. Ahora, la acción de las fuerzas federales se da cuando El Imparcial está publicando una investigación de campo realizada por la especialista en ecología Reina Castro, de la Universidad de Sonora, que muestra resultados de laboratorios que confirman la presencia de metales pesados en el cuerpo de habitantes de las localidades y ejidos cercanos a la presa El Molinito, que fue desfogada hace unas semanas fluyendo el cuerpo de agua hacia la presa Abelardo L. Rodríguez, que abastece a una buena parte de la población de Hermosillo. Por supuesto que las autoridades siguen negando la presencia de metales en las presas y en el río.
La acción de la Policía Federal quita a mineros y ribereños un bastión, de alguna manera simbólico, porque Grupo México había abierto nuevos pozos para suplir el agua que no recibía de Los Patos. Sin embargo, sin poder adelantar el curso de los acontecimientos posteriores, uno de los logros que la táctica de los mineros obtuvo en este tramo del conflicto se refiere al desborde que lograron hacer de su gremialismo, ligando dos agendas: la laboral de su derecho a la huelga, a la autonomía sindical y a la seguridad en su trabajo, y la agenda ambientalista de los ribereños. Es decir, salieron de su burbuja sindical e incursionaron exitosamente con la sociedad de la región del río. El tema de la seguridad en el trabajo y de la seguridad pública que los mineros advirtieron desde el inicio de la huelga en 2007 ha entrado en la mentalidad sonorense dramáticamente. Primero con la tragedia de la guardería ABC en 2009 y ahora con el macroderrame de los jales de Cananea.
La ocupación de la planta de rebombeo Los Patos significó el hartazgo y la desesperación de los ribereños por la falta de solución a sus problemas y el incumplimiento de las autoridades y de Grupo México de promesas de ayuda. Fue posible porque durante la veda electoral se detuvo el reparto del fideicomiso a los afectados por el derrame, y también porque se perfilaba en esos momentos una conciencia ambiental que estaba combinando las justas demandas laborales de la sección 65 en huelga con las necesidades de una población por fuera de la experiencia sindical. No fue cosa menor, los dos grupos sociales, ribereños y mineros, crearon lo que en la teoría social se denomina un nuevo sujeto social.
Por eso, junto a los logros y avances que el frente consiguió desde marzo de este año, es importante traer a la mesa de la discusión los errores que el Sindicato Nacional Minero tuvo en esta confrontación.
Así, con la mirada desde fuera que implica muchas limitaciones, algo que pudo observarse fue la escasa movilización de las secciones foráneas para apoyar a la sección 65 en momentos claves. En marzo, cuando estuvieron de su lado miles de ribereños, fue la hora precisa en la que no hubo la decisión de tomar la mina, se desperdició la oportunidad de ir por algo más que Los Patos.
Ligado a esto hay también una limitante en la ideología del sindicato que no rompe con la institucionalidad del sistema. Hay muchos ejemplos, pero para entenderlo en resumen está el apoyo al candidato del PRI a la presidencia municipal de Cananea de parte de la sección 65, mientras ocurrían los momentos de tensión previos al enfrentamiento del 2 de junio. De igual manera, aunque desde una perspectiva crítica y de un magnífico documento, esa misma ilusión de institucionalidad puede observarse en el texto El colapso de la dignidad, de Napoleón Gómez Urrutia, secretario general del sindicato. Sería importante que los mineros de la sección explicaran con qué lógica se otorgó el apoyo a los candidatos del PRI. Esto amerita una reflexión colectiva para definir si acaso se trata de una doble personalidad política, y también porque su posición no fue bien vista en el campamento de Los Patos.
Pero hay algo más general que los mineros deben poner en la mesa para discutirlo, y es lo que pasa con los movimientos populares de todo el país que hoy pueden caracterizarse como verdaderas insurgencias. La resistencia en la República ha entrado en el círculo del movimientismo a ultranza, disperso y sin ningún referente nacional, que da vueltas en torno a sí mismo, acabando por consumirse internamente en sus propias regiones, sin posibilidad de articular alianzas más amplias. Si parafraseamos a José Revueltas estamos ante la presencia de una insurgencia sin cabeza. Ayotzinapa, Tlatlaya, el movimiento de Dignidad y Justicia, la Appo, la Cetec, la CNTE en Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Michoacán, las autodefensas y el partido Morena son también ejemplo de esta situación. Es decir, funcionan sin la mira de construir al sujeto social nacional que eleve el nivel de crecimiento, organización y conciencia.
Hasta hoy, ninguna de las organizaciones de peso o liderazgos reales ha convocado para crear ese referente o comité nacional que produzca una estrategia y táctica de largo alcance que no se diluya en la ilusión de las urnas y construya la verdadera democracia que llene las necesidades de la sociedad. Esto sólo puede lograrse mediante el empuje popular que empareje los diversos terrenos de las contiendas del pueblo contra los poderes fácticos y el gobierno, pero una condición sine qua non es el referente nacional. Por supuesto, no es una responsabilidad exclusiva del sindicato minero, por más que sea una de las pocas organizaciones que está en condiciones de hacer valiosas aportaciones en este sentido.