Opinión
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México SA

El tesorito apestado

Reforman la reforma

Dólar: que siempre sí

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El secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, en la conferencia de prensa donde informó sobre la licitación de la ronda unoFoto Cristina Rodríguez
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ues nada, que el prometido gran futuro para México y los mexicanos (EPN dixit) se mantiene en lista de espera, porque el tesorito enterrado se mantendrá en el mismo sitio, toda vez que los fantásticos planes de la reforma energética van de chasco en chasco, y si originalmente la oferta fue compartir la renta petrolera con el capital privado, a estas alturas será éste quien decida cuántas moronas arrojará al gobierno mexicano.

Humildemente el secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, anuncia que se posponen las licitaciones en aguas profundas para contratos de exploración y extracción de hidrocarburos, y se ajustarán sus términos, de tal suerte que cambian las reglas del juego (que implicaron cambios constitucionales), porque los inversionistas privados se asustaron ante el porcentaje de ganancia solicitado por el gobierno que ahora recula.

Pretexto central para que el capital privado clavara los colmillos en el petróleo nacional, el tesorito enterrado dejó de ser atractivo para los vampiros trasnacionales desde el momento en el que resultó más que obvio que comenzaba el desplome de los petroprecios, de tal suerte que se fue al caño el cuento aquel de que ante la carencia de la tecnología adecuada es necesaria la participación de terceros para succionar el crudo de aguas profundas.

Allá por agosto de 2013, cuando el inquilino de Los Pinos hizo público su proyecto de reforma energética, el barril mexicano de exportación se vendía a 101 dólares; cuando en octubre de 2014 todo era alegría por la aprobación del paquete peñanietista con todo y reglamentación, tal precio había descendido a 77 dólares, y ahora, ya en puerta la licitación del tesorito enterrado, a duras penas libra los 47 dólares.

Así, se les apestó el negocio y junto a él el prometido gran futuro nacional, y no sólo por el desplome de los petroprecios (que el gobierno nunca vio venir), sino por la voracidad del capital privado (que los tecnócratas minimizaron, en la creencia de que los eventuales participantes son solidarias hermanitas de la caridad), que exige la gran tajada para sí y las migajas para los propietarios de los hidrocarburos. Y se la concederán, porque le van a relajar los requisitos.

Entonces, si el arranque formal de la ronda uno fue un sonado fracaso (de los 14 bloques puestos en bandeja de plata sólo adjudicaron dos, todos ellos en aguas someras, áreas originalmente reservadas a Pemex), la cereza del gran pastel privatizador (el tesorito enterrado, es decir, aguas profundas) se fue por el caño. Pero como el gobierno prefiere quedar como vendepatrias y no como pendejo (lo que de cualquier suerte siempre logra con precisión milimétrica), ahora ajustará las reglas del juego (de por sí favorables al capital privado) para que los inversionistas no se asusten y, al costo que sea, hagan parecer que la reforma energética ha sido exitosa.

En alguna ocasión se le comentó al titular de Energía que si el gobierno jugaba mal las fichas petroleras (como en su momento lo hizo con la banca, las aerolíneas, las carreteras, los ingenios azucareros, etcétera, etcétera), entonces irremediablemente el país se iría al carajo. Y para allá va que vuela.

Machaconamente la justificación reformadora advertía sobre el peligro que a México le significaba que en Estados Unidos ya se explotaban cientos de pozos petroleros en aguas profundas, mientras aquí ni uno solo. De allí la urgencia, decían, de que la industria de los hidrocarburos cuente con el capital y la tecnología para acceder al tesorito, y así “poner fin a la declinación petrolera que ha venido afectando al país en los últimos años… El país necesita apostarle fuerte a la exploración y desarrollo en aguas profundas”.

Cuando el inquilino de Los Pinos presentó en sociedad su reforma, pregonó que la modernización era más que necesaria, pues con el nuevo andamiaje legal se podrán explotar, en beneficio de los mexicanos, los abundantes yacimientos de hidrocarburos a los que, hasta ahora, aún no tenemos acceso. Esta reforma atraerá grandes inversiones al país, generando cientos de miles de nuevos empleos, tanto en el sector energético, como en el resto de la economía. Cálculos conservadores indican que en aguas profundas tenemos 26 mil millones de barriles de petróleo crudo equivalente sin explorar. En suma, la riqueza potencial que México tiene en campos de aguas profundas y lutitas es de 87 mil millones de barriles de petróleo crudo equivalente, lo que representa 75 por ciento de los recursos prospectivos con los que cuenta el país. Las inversiones petroleras que se buscan irían dirigidas sobre todo a yacimientos en aguas profundas.

El mismísimo director general de Pemex, Emilio Lozoya (el señor de los sótanos, cuando menos en sus tratos con el churumbel José Andrés de Oteyza), le hizo segunda a Peña Nieto y pregonaba: en aguas profundas es donde está el futuro energético de México. Por la magnitud de las inversiones y la complejidad operativa, asociarse con empresas hace todo (sic) el sentido del mundo.

Para redondear, en octubre de 2013 el propio Pedro Joaquín Coldwell aleccionaba a los senadores de la República: más prometedor y desafiante es el mercado internacional del crudo. El alto precio del petróleo ha hecho posible la incorporación del mercado de crudo proveniente de aguas profundas y ultra profundas. Tenemos que aprovechar los recursos que ahora se encuentran en el subsuelo. Si se aprueba la reforma energética mantendremos en ello el control nacional de los hidrocarburos, pero queremos asociarnos con quien pueda responsablemente aportar capital, tecnología y asuma los riesgos geológicos, financieros y ambientales que implica la exploración y extracción de crudo en aguas profundas y ultra profundas, y en campos no convencionales.

Y mientras terminan de hundir a Pemex, en el cuento peñanietista de la lechera petrolera, ni gran futuro, ni cientos de miles de empleos, ni grandes inversiones”, ni asociaciones con todo el sentido del mundo, ni, en fin, tesorito enterrado.

Las rebanadas del pastel

Cerca ya de los 17 mil pesos por dólar (17 bilimbiques en la versión light), la nerviosa Comisión de Cambios (Banco de México y Secretaría de Hacienda) a partir de hoy cuadruplica la subasta diaria de billetes verdes (de 52 a 200 millones), porque siempre sí es posible que continúe la volatilidad en los mercados financieros internacionales en los próximos meses. Agarraos, pues, que el baile apenas comienza.

Twitter: @cafe-vega