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Compensó una larga espera con sus temas más prendidos

Gilberto Santa Rosa derrochó ritmo y sabrosura en el Palacio de los Deportes
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Gilberto Santa Rosa ofreció casi dos horas de su músicaFoto Notimex
 
Periódico La Jornada
Lunes 20 de julio de 2015, p. a13

¿Quién de aquí está enamorado?, preguntó el salsero puertorriqueño Gilberto Santa Rosa la madrugada de ayer domingo en el Pabellón del Palacio de los Deportes, en un concierto de caballeros y damas entregados al ritmo que obliga a saber bailar. Decenas levantaron la mano para reafirmar que el sol brilla en su vida, que son correspondidos. Lo siento, de verdad, porque la mayoría de mis canciones son para abandonados, para quienes están en soledad, acotó.

Aplausos siguieron a esa aclaración del llamado Caballero de la salsa, quien en México tiene seguidores de todas las edades. Esa noche predominaban los jóvenes, que quisieron quedar bien con su pareja.

El que sabe bailar lleva ventaja sobre el guapo, porque a ellas no les agrada ir a un baile y quedarse sentadas.

Ya varios habían lustrado el piso con el sonido de un diyéi tropicalero, apenas para ir calentando motores.

La lluvia cayó a las nueve de la noche a cántaros. Muchos se mojaron porque Tláloc no sabe de salseros.

El invitado especial fue NG2, también boricua con amplia trayectoria. Se escuchará cada vez más en México. Ya hay planes del conocedor de una disquera trasnacional para contratarlos.

Una bandera de Puerto Rico ondeaba en las pantallas.

Los que saben y no son villamelones salseros esperan una obra cumbre en la voz de Santa Rosa: Que alguien me diga, un clásico.

A la medianoche, NG2 cumplió y se fue. De ahí la espera fue mucha. Los gritos para que apareciera Santa Rosa eran cada vez menos amables. Había música de ambiente y videos chafas.

¡Por fin! A las 00:35 salieron Santa Rosa y sus músicos. Lo que se oyó es un intro sonero. ¡A bailar! Decenas se pararon frente al escenario y disfrutaron la tocada tíbiri-tábara de pie. Gilberto es querido de manera incondicional.

Los gritos pidiéndole tal o cual tema se oyeron diáfanos: ¡Si no me ven llorando!, ¡Esas lágrimas!, ¡Ni te llamo ni te busco!, ¡Pa quererse no hay que verse!…

Interpretó su versión de Polvo de estrellas. Todo iba chévere hasta que se escuchó Conciencia, uno de sus mayores éxitos. La prendidez, la sabrosura y la rima con sentido. Siguió Perdóname, una balada para gozar sufriendo, sin masoquismos. Muchos bailaban entre las mesas, donde podían. A las dos de la madrugada anunció el fin del baile.

Se escucharon los acordes de Que alguien me diga. Se bailó y se cantó: “Los días pasan y yo me siento, sin darte un beso, como uno más. Cada mañana hago el intento para olvidarte, pero qué va, un recuerdo me golpea aquí en el alma. Cada vez que me descuido, como un cazador furtivo, me persigue por toda esta soledad…”