uestra muy entrañable y sufrida ciudad parece estar sin cabeza. El tráfico, colapsado; el transporte público, saturado. El Metro, el medio más importante para millones de personas, además de ser totalmente insuficiente, padece severo deterioro, opera con grandes deficiencias que provocan lentitud y paros constantes. Día a día los habitantes de la capital tardan más tiempo en trasladarse; hablamos de horas y la solución no se vislumbra.
Presumíamos de tener una ciudad bastante segura; las autoridades afirmaban que aquí no operaba el crimen organizado. Ahora nos enteramos que en sitios como la popular colonia Condesa, bares y restaurantes padecen extorsiones. Para combatirla se organizó un aparatoso operativo mediante el cual, frente a las cámaras de televisión le preguntaban a los trabajadores: ¿Lo han extorsionado?
, apanicados contestaban que no. Saben que los extorsionadores tiene los datos de sus familias y están amenazados. ¿No hay un equipo de inteligencia que investigue sin poner en riesgo a la gente?
Vuelven a presentarse invasiones de casas, agravio que creíamos superado. Construcciones irregulares se levantan por doquier y qué decir de las vialidades obstruidas por manifestantes, muchas de ellas desde hace meses; algunas son arterias vitales del Centro, como Bucareli, lo que causa caos vial en una amplia zona.
El jefe de Gobierno dejó acéfala la ciudad al solicitar la renuncia de todos sus colaboradores para evaluarlos
. Sobra decir la situación de esos funcionarios, que en su mayoría optaron por paralizar sus actividades, en tanto sabían si pasaban la prueba o los reprobaban y se iban. Con ello, si la cosa estaba mal, empeoró.
Es correcto que un gobernante evalúe periódicamente a sus funcionarios y realice cambios en caso necesario; pero sin duda la forma en que lo hizo no es la más adecuada. Causó enorme malestar en las personas que han desempeñado eficazmente sus cargos.
El señor Mancera parece tomar las decisiones de acuerdo a sus intereses políticos, ya declaró que su meta es la Presidencia de la República y evidentemente la ciudad está en un segundo término.
Hace unos días realizó nuevos nombramientos, entre los que hay varias mujeres competentes, confíamos en que ellas sí asuman sus cargos con compromiso y honestidad, y le den rumbo a la ciudad.
Disculpen los lectores esta digresión de mi crónica habitual, que busca mostrar la cara bella y amable de nuestra urbe, pero estoy muy enojada con el abandono y deterioro crecientes. Los gobernantes deben entender que es un privilegio dirigir está ciudad, o como bien dijo el señor Alejandro Martí: Si no pueden ¡renuncien!
Queda espacio para mencionar una visita muy grata. En el hermoso edificio del Antiguo Colegio de San Ildefonso se inauguró recientemente la exposición Lo terrenal y lo divino: arte islámico de los siglos VII al XIX. Es la muestra de arte islámico más extensa que se ha presentado en México. Son 192 obras de la colección del Museo de Arte de Los Ángeles. Incluye textiles, manuscritos, cerámicas, cristales, adornos, elementos arquitectónicos y utensilios. Pieza principal es la alfombra Ardabil, un enorme textil de gran belleza que data del siglo XVI, está realizado en seda y tiene la singularidad de estar firmado.
Muchas de las piezas nos son familiares, particularmente en el barrio de la Merced, donde se encuentra San Ildefonso, que guarda muchas expresiones, entre otras bellos azulejos, que vinieron de España que guardaba la influencia de los 800 años de dominación del mundo árabe.
Una de las manifestaciones vigentes es la gastronomía; ya hemos comentado que en el rumbo se encuentran varios de los mejores restaurantes de comida libanesa de la ciudad. El día de la inauguración, que organizó magníficamente la directora Bertha Cea, los bocadilllos que acompañaron el brindis los sirvió Al Andalus, de la calle de Mesones 171. Debo decirles que son los mejores que he degustado en un ágape semejante.
