Sábado 18 de julio de 2015, p. a16
Eric Clapton, esa institución, celebra sus 70 años con un disco triple y muy emocionante.
Forever Man se titula el álbum.
Y como suele acontecer con las grabaciones conmemorativas y especiales, viene en distintas versiones, desde el cedé sencillo hasta el álbum triple, pasando por los vinilos y los videos.
La distribución triple es magnífica: el disco 1 contiene grabaciones de estudio. El 2 versiones en vivo. Y el 3 es el mejor: blues, blús, bluuuussss.
Consideración primera: se trata de una antología, la enésima, lo cual puede originar retobos, que desaparecen en cuanto contemplamos el contenido.
En primer lugar, se trata de una revisión vital, una retrospectiva limitada a las grabaciones contraídas con Reprise.
En segundo lugar, la selección permite trazar un retrato de cuerpo entero de una trayectoria.
Conviene hacer un paréntesis: se trata del nuevo disco de Eric Clapton (así traiga contenido viejo) pero hay uno anterior, grabado el año pasado, que pasó de noche pero se consigue en la web.
Se trata de un disco de gran belleza: The Breeze. An appreciation of JJ Cale.
Se trata de un homenaje (appreciation en español: agradecimiento, reconocimiento, gratitud, valoración) a una persona fundamental en la carrera de Clapton: John Welton Cale, quien nació en 1938 y murió el 26 de julio de 2013, a los 74 años de edad, con un legado extenso, una influencia insospechada y un vasto abanico de materiales musicales asombrosos.
JJ Cale es un músico superior. Un poeta. Un transgresor. Es lo contrario a Eric Clapton y por eso Clapton lo venera, lo admira, le rinde culto y le queda a deber.
Jota Jota Cale fue enemigo de ser rock star, hacer giras, detestó la vida en multitudes a sus pies y prefirió la sencillez, la modesta vida de un artista solitario con mucho qué decir.
Cuando Clapton grabó una de las obras de Cale, After Midnight, en 1970, lo convirtió en lo que éste no quería: una leyenda. Siguieron Cocaine, Sportin’life Blues, entre otros donde sobresale Call me The Breeze, que da título al álbum-homenaje, donde participan invitados especiales como Billy Preston, Taj Mahal, Mark Knofler y John Mayer.
Al cumplir 70 años, Eric Clapton confronta la muerte como no lo hizo cuando estuvo realmente en peligro, durante su época de vino y rosas.
Luego de perder a Cale, una mañana del mes pasado apareció, somnoliento, sin rasurar y despeinado, frente a la cámara de su laptop para dar un mensaje al mundo: el maestro se ha ido
, en referencia a BB King y guió: “vayan y compren el disco Live at the Regal y sabrán quién es quien acaba de morir”.
Con ambos, JJ Cale y BB King, Eric Clapton grabó discos bellos. Con el primero una joya: The Road to Escondido, en relación con el pueblo donde vivía Cale. Ese álbum fue premiado con un Grammy, para retobo de Cale, quien finalmente brindó amistad a su alumno.
Con Riley grabó un diamante: Riding with the King.
Ambos personajes aparecen, por supuesto, en el disco con el que Eric Patrick Clapton celebra sus 70 años.
Obras de Cale incluidas: Call me The Breeze, Cocaine, y grabadas juntos, Clapton y Cale: Anyway the wind blows y Sportin’life Blues.
Piezas con BB King incluidas: Riding with the King, Hold I’m coming y la que cierra el álbum triple: Key to the highway.
Destacan también piezas compartidas en esta conmemoración con otro héroe: Steve Winwood, compañero de ruta en bandas que formaron antes: Blind Faith, Traffic, Cream, entre otras y con quien se destapa en el clásico Them Changes (la de Buddy Miles) y Pressence of the Lord.
Este álbum triple es, por supuesto, un autorretrato, un curriculum vitae, una retrospectiva cabal. Muestra todos los elementos que hacen de Clapton el héroe multivalorado, más en algunas regiones de su producción que en otras, como es lógico.
Con BB King lo emparenta, sobre todo en el disco 1 de esta trilogía que hoy nos ocupa, su condición de artista pop, lo cual lo conecta con un público masivo, ese que gusta consumir canciones, cancioncitas, cancionsotas, sin importarle las exquisiteces formales ni mucho menos los significados ulteriores.
Ambos, Clapton y King, son en realidad hombres del blues. Eso los hermana. Muestra su personalidad más profunda, humana, dramatúrgica.
Es por eso que los discos 2 y 3 son dinamita pura. En el segundo cedé, obras maestras como Wonderful tonight, Worried life blues, Layla (en vivo, como todo este disco segundo) para culminar en una pieza íntima de regalo, como ocurrió durante sus presentaciones en México: Over the rainbow.
Pero el disco es sencillamente imperdible. He ahí los riffs escalofriantes, he ahí el ritmo incesante, los relámpagos, los géiseres, volcanes. Hitos.
Hace algunos años, Clapton declaró muy serio que cuando cumpliera 70 años dejaría de, por lo menos, hacer giras, pues viajar en avión se ha vuelto una pesadilla y odia que policías gordinflones le revisen hasta el tuétano y él olvide siempre quitarse el cinturón y dejar las monedas en la charolita y toda esa vaina.
Lo cierto es que Clapton ya cumplió el setentón y estuvo dos noches gloriosas en el Madison Square Garden de Nueva York y otras siete noches, 10 años cada una, en su casa, el Royal Albert Hall, donde ha grabado improntas.
Lo suyo es la música. Eso queda claro.
Bienvenidas todas sus recopilaciones, retrospectivas, antologías. Esperemos la sorpresa de producciones nuevas. Con músicos como esta nunca se sabe.
¡Larga vida, maestro Eric Clapton!