l fin de las negociaciones entre Grecia y la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI es algo más que la conclusión de una disputa entre deudor y acreedores. Expresa el fin de los principios constitutivos de la Europa unida, rompe con el fundamento de la moneda única, termina con el respeto a los valores centrales de la democracia. También es el fin de las intenciones de un gobierno electo con el mandato de terminar con la política de austeridad.
El acuerdo final, que ha sido sometido a la aprobación del parlamento heleno, establece condiciones que la hasta la prensa alemana ha denominado un catálogo de atrocidades
. Los gobiernos de los 18 países de la zona del euro diseñaron una intervención económica como si Grecia fuera una nación ocupada después de un conflicto bélico. Justificaron esta intervención porque perdieron la confianza en el gobierno de Syriza. Han tratado a Grecia peor que los aliados a Alemania después de la Segunda Guerra Mundial. Si el sentido de la Unión Europea era crear un espacio solidario en el que el respeto a los derechos sociales era fundamental, este acuerdo ha roto ese sentido fundacional.
La moneda única se creó estableciendo el principio de irreversibilidad. La zona euro podría crecer pero ninguno de sus miembros podría salir. El diseño original de la unión monetaria funcionaba en tiempos de bonanza, pero encontró dificultades importantes en situaciones críticas, agravándose con la crisis de Grecia. En lugar de avanzar hacia una unión fiscal, los dirigentes europeos decidieron dar marcha atrás: no sólo no propusieron acuerdos fiscales, sino que aceptaron que en las negociaciones se buscara que Grecia saliera del euro. Se ha establecido un nuevo principio que sustituye al de la irreversibilidad: aceptas las normas alemanas o vete, como señalara Paul de Grauwe.
Desde su constitución la Unión Europea se ha planteado como un espacio en el que la democracia es esencial. Se han acordado las cuestiones relevantes acudiendo siempre al voto de los ciudadanos. Los tratados de Maastricht fueron sometidos a ratificación en votaciones masivas. Los británicos próximamente consultarán a sus electores si permanecen en la Unión. Pero cuando el gobierno griego decidió consultar a sus ciudadanos, los dirigentes europeos se ofendieron y decidieron castigarlos. En el acuerdo se ha limitado su soberanía con una intervención inédita. El fondo de activos en el que Grecia depositara las entidades públicas susceptibles de privatización, estará bajo control de los acreedores para garantizar que la deuda será pagada.
Los electores griegos votaron para que el nuevo gobierno terminara con la política de austeridad. El gobierno de Syriza entró a las negociaciones con la troika buscando convencerles que el plan diseñado por los acreedores en los rescates anteriores era incumplible. El plan estaba sostenido en hipótesis que nunca se han convertido en realidad. Tsipras pensó que el gobierno alemán y los demás gobiernos r aceptarían que sus hipótesis eran falsas. Pero para los acreedores el asunto no se resolvía con demostraciones económicas. El asunto era político: el planteo de los acreedores era correcto y quienes fallaron fueron los griegos, así que había que doblegarlos o echarlos del euro.
Tsipras se ha doblegado a cambio de permanecer en el euro, aunque los electores griegos respondieron a su pregunta con un rotundo no, en relación con una propuesta anterior de los acreedores bastante menos severa. El gobierno de Syriza ha dicho sí a lo que los griegos dijeron no. La única razón, como ha señalado expresamente Tsipras, es que la salida del euro hubiera generado impactos catastróficos. Lo cierto es que lo acordado no funcionará, prolongando la agonía griega. Así que, como escribiera Varoufakis en la segunda edición de su Minotauro Global: “…los augurios no son buenos. Nunca antes tanta gente poderosa comprendió tan poco sobre lo que la economía mundial necesita para recuperarse. Nunca antes los actores de la historia se han mostrado tan dolorosamente ausentes”.