n mis 55 años de vivir en la Condesa, nunca hubo un despliegue de la fuerza pública tan espectacular como el del sábado 4 de julio. Se extendió también a la Roma. Residentes y visitantes no sabíamos los motivos de la presencia de más de 400 agentes muy bien armados y decenas de patrullas. Un grupo numeroso de ellos estuvo un rato en el cruce de las avenidas Tamaulipas y Alfonso Reyes. Vecinos y transeúntes no se ponían de acuerdo sobre el motivo de tan aparatosa presencia. Que por otro crimen; que por un asalto a un restaurante; que a lo mejor era la boda de un alto funcionario de la policía o la procuraduría y los subalternos venían a hacerle valla a la salida de la iglesia de Santa Rosa de Lima.
El domingo supimos que fue una demostración de las fuerzas del orden para que la delincuencia supiera que el gobierno de la ciudad no permitiría que impusiera su ley en las dos colonias de moda. Y para garantizar seguridad total
a vecinos, negocios y visitantes. Esto tras las denuncias en los medios sobre el cobro que bandas de maleantes hacen a los dueños de restaurantes, bares y demás centros de diversión para dejarlos funcionar sin problemas y brindarles protección
.
Cuando hace dos semanas asesinaron a Marco Antonio Cardona Utrilla al salir del bar Life, de su propiedad, las autoridades captalinas dudaron que el crimen organizado tuviera que ver en esa ejecución. Y como prueba de que en ambas colonias no impera la delincuencia destacaron que no hay denuncias de los afectados y, por tanto, delito que perseguir. Pocos días después, los presidentes de las asociaciones de hoteles, restaurantes, discotecas, bares y centros de espectáculos publicaron un desplegado en los principales diarios donde dicen que el licenciado Miguel Ángel Mancera los invitó a una reunión con los secretarios de Gobierno, Seguridad Pública y el procurador de Justicia con el propósito de mejorar la seguridad de la Condesa en todos sus componentes
. Y aseguraron no tener conocimiento de denuncias por prácticas delictivas contra sus agremiados, a los que pidieron que, en caso de haberlas, las hagan saber a las autoridades.
Bien distinto piensan los habitantes de las dos colonias y los dueños de muchos negocios que callan para evitar correr la peor suerte. Saben bien que las bandas criminales exigen pago (derecho de piso
, le llaman) a cambio de brindarles seguridad en sus actividades. O que les permitan ser los únicos vendedores de drogas dentro de sus establecimientos. Esos cobros se realizan bajo mecanismos que el hampa define y las autoridades conocen perfectamente. Por ejemplo, exigen de cinco a 10 mil pesos a la quincena a cambio de no atentar contra la integridad de gerentes y dueños, así como de sus familias. Que el cobro lo realiza un grupo de jóvenes que se desplaza en motocicletas o en camionetas negras cuyas placas oscurecen con micas. Los medios detallan el modus operandi de las bandas gracias a las declaraciones de gerentes, dueños, valets parkings, meseros y franeleros. Las extorsiones, concuerdan, crecieron desde el año pasado y según el sapo es la pedrada
. Ilustran cómo crean problemas en un restaurante, bar o cantina (molestando a los clientes, faltándole el respeto al personal de servicio, entre otras cosas) con lo cual desacreditan el lugar. Luego aparecen los protectores
a ofrecer sus servicios y garantizar la tranquilidad necesaria.
Está probado en todo el mundo que tales prácticas ilegales no se acaban solamente con la abrumadora presencia policial un día sí y muchos otros no, sino recurriendo a los sistemas de inteligencia más avanzados y atacando la corrupción. También se sabe que no son pocos los negocios que funcionan irregularmente, sin licencia, pero con la protección de los inspectores de la delegación Cuauhtémoc. Por eso aparecen donde no está permitido mezcalerías, tequilerías y cervecerías, que al extender su servicio en las banquetas se convierten en cantinas al aire libre y en tormento de los vecinos que viven en calles antes tranquilas y exclusivamente residenciales.
La inseguridad es apenas uno de los problemas del eje Roma-Condesa. Nos ocuparemos de ellos próximamente.