l primero de julio, Francisco López Sánchez caminaba por uno de los sitios más turísticos de la ciudad de San Francisco, cuando encontró una pistola envuelta en una camiseta, la recogió y probó su puntería disparando a los leones marinos que retozan en uno de los muelles cercanos adonde él caminaba. Accidentalmente, un disparo impactó a una joven estadunidense que caminaba por el lugar, quien murió casi instantáneamente. Lo que vino después tiene consecuencias difíciles de prever.
De acuerdo con información de la policía, el señor López es un indocumentado que había sido detenido anteriormente por lo menos en cinco ocasiones. Fue deportado en cuatro de ellas, pero se las arregló para regresar a Estados Unidos; sin embargo, la última vez las autoridades migratorias lo detuvieron y encarcelaron por cuatro años, por tratar de ingresar después de haber sido deportado. Una vez cumplida su sentencia, fue liberado y enviado a la ciudad de San Francisco, donde 20 años antes se había expedido una orden de detención en su contra por posesión ilegal de mariguana.
Lo que sucedió a partir de ese momento es confuso, pues aunque las autoridades migratorias habían solicitado que se entregara al señor López para deportarlo, la policía lo liberó con base en una decisión que la Asamblea que gobierna la ciudad emitió en 2013. En la resolución se dice que la policía no debe cooperar con las autoridades migratorias, lo que caracteriza a San Francisco como ciudad santuario. Esto ha permitido a la policía tener una mejor relación con los residentes de la ciudad que carecen de documentos migratorios; los efectos, entre otras cosas, han permitido abatir la criminalidad.
El asunto ha cobrado relevancia nacional y no han faltado quienes deseen usarlo como bandera para desprestigiar a la población migratoria, particularmente la de origen mexicano. Algunos precandidatos republicanos en campaña con vistas a las elecciones presidenciales del próximo año han aprovechado el suceso para llevar agua a su molino. El más insolente fue el inefable Donald Trump, que llenó de improperios a los migrantes mexicanos. Incluso, algunos legisladores demócratas han criticado la política de ciudades santuarios, por su permisividad con los indocumentados. No hay que ser muy perspicaz para adivinar que en los próximos meses los inmigrantes serán nuevamente el blanco de los ataques de quienes nunca los han visto con buenos ojos.
Con independencia de que debido a las extrañas circunstancias en que este accidente sucedió se pruebe la culpabilidad del señor López, es un despropósito que sirva de excusa para modificar una política que salvaguarda los derechos humanos de millones de personas.
Por cierto, llama la atención que un suceso tan relevante en el que un mexicano estuvo involucrado no haya recibido atención en nuestro país, pese a la profusa información desplegada por los más importantes medios de comunicación en Estados Unidos.