El dulce encanto de la oligarquía
reve, como el instante medido en nanosegundos, como el destello deslumbrante de una revolución. Así fue el triunfo de Alexis Tsipras, la resonancia formidable de una mayoría absoluta en el referendo, el rechazo a la propuesta de la troika, de los poderosos y encumbrados gobernantes de las naciones europeas que creyeron encontrar la igualdad en la comunidad. Todos somos iguales, pero unos somos más iguales que otros
, anticiparía la frase orwelliana que describía y destruía la ilusión del mal llamado socialismo realmente existente. Vino y se fue en un suspiro la llamarada que deslumbró a la globalidad.
Nada desdice el valor y la voluntad política de Tsipras y su partido, el partido gobernante en la Grecia del largo festín del enriquecimiento en el ejercicio del poder político en complicidad con el poder económico. La Grecia de los coroneles y de los politicastros que sustituyeron la tiranía militar con el de la oligarquía eterna. Pero con el referendo de este 2015 hubo un aleteo de esperanzas, las ilusiones recuperadas por aquellos para quienes las palabras igualdad, pueblo y soberanía no habían cambiado de significado. Ganó la democracia, dijeron; se impuso la voluntad soberana del pueblo griego. Pero vino la respuesta inmediata. Sin desmentir, sin ubicar en campos opuestos a los participantes del diferendo en defensa y rechazo del dogma neoconservador: 19 democracias, no una, integramos Europa, sentenciaron desde Bruselas.
En México hay testigos y prófugos de la hora en que padecimos la distorsión visual del horizonte para establecer un sistema que supliera al sistema afamado de la dictadura perfecta incapaz de imponer y preservar la rectoría económica del Estado, al Estado mismo. Los intelectuales inorgánicos dejaron sembrada la semilla de la sinrazón, postularon y encumbraron la frase inicial del evangelio de la nueva era, de la presencia permanente de la verdad irrefutable: Capitalismo y democracia son sinónimos, son inseparables, son dos palabras y un solo poder verdadero
. Y llegaron juntos, no podía ser de otra manera, la democracia que nos había eludido, la democracia electoral, aunque precisarlo, exija ponerle adjetivo, y el dulce encanto de la oligarquía. Nuestro contradictorio arribo al tercer milenio, a la globalidad que hoy corrige en la unión de 19 democracias europeas lo escrito por Aristóteles.
Resulta que la oligarquía no es deformación, degeneración, de la democracia; no es la tiranía de unos cuantos sobre la mayoría, sino el gobierno de los ricos, por los ricos y para los ricos. Dura, terca que es la realidad; Alexis Tsipras envió a la Unión Europea una propuesta de reformas y ajustes al gasto público del pueblo griego; proyecto muy parecido, casi idéntico, al que más de 60 por ciento de sus conciudadanos habían rechazado con un rotundo Oxi, un No inconmensurable en la hegemonía desmemoriada del imperio de la desigualdad. Diecinueve democracias son más que una y la mayoría manda. Particularmente porque controlan la fuente de poder del capitalismo financiero. Y si se pregunta en la Alemania de Angela Merkel y la Francia de François Hollande a cuánto ascendió la ayuda del Plan Marshall y en cuánto redujo sus deudas públicas, hacen como que la virgen les habla.
Así como en México festejamos la solidez económica de la estabilidad estática. Y la volatilidad de las palabras y la aplicación caprichosa del significado de las cifras que tienen por objeto decirnos cómo estamos, dónde estamos y de qué modo vamos a sobrellevar el fascinante espectáculo de las reformas estructurales en pleno vuelo tormentoso sobre un territorio habitado por más de 50 millones de pobres de solemnidad, de los que no tienen para comer hoy ni tendrán mañana. Territorio de angustiosa pasividad en la que sobreviven los condenados a la hambruna; de paralizante miedo a la violencia que impera sobre la ley y muy por encima de los poderes constituidos cuya función primaria es garantizar el imperio de la ley. Imágenes de alto contraste, prueba de que, como diría Timothy Garton Ash, los hechos son subversivos.
delito no graveFoto Cuartoscuro
Reunida la Conago en Tlaxcala bajo la sobria conducción de Mariano González Zarur, queda en voz del jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, el reclamo concertado de la educación como instrumento insustituible para el presente y el futuro de la nación mexicana. Cuestión de voluntad política, más que de participaciones en el gasto público. En otro sitio, otra voz, la del presidente de la Suprema Corte de la Unión, nada menos, reivindica el ser y el deber ser: México requiere de jueces independientes que den viabilidad y certidumbre al país y no juzgadores que comprometan su criterio al servicio de intereses ajenos a la impartición de justicia. Todos sabemos que sin independencia el juez es cualquier cosa menos un juez; será el escribano de alguien, el mandadero de alguien. Pero no un juez...
Un silencio ensordecedor cubrió al país en el que las cárceles están llenas de pobres que siguen ahí años después de haber cumplido la condena, simplemente porque no se les ha sentenciado y no tener con qué pagar a quien les diga qué hacer. En el paraíso del enriquecimiento explicable y aplaudido en tanto se conserve la cercanía con el poder, tierra en la que Luis Armando Reynoso Femat, ex gobernador de Aguascalientes, es acusado de defraudación fiscal, delito no grave
por el que se le fija fianza de 50 mil pesos y una multa de 7 millones 792 mil 288 pesos con 29 centavos: se espera que a más tardar este sábado
pague y quede en libertad, informó su abogado. En 2009, el panista ingresó a sus cuentas 213 millones de pesos, pero sólo reportó a Hacienda 184 millones. El que tuvo, retuvo.
Luis Videgaray destaca las cifras que parecieran indicar que vamos muy bien aunque las del Inegi muestren la peor caída de la actividad industrial en 20 meses; la plataforma petrolera sigue en picada y, con ella, el sector minero suma ya 14 meses consecutivos de contracción: se redujo ocho por ciento. Y mientras exportamos automóviles armados en México a China y Videgaray declara orgullosamente que somos el único país emergente que lo hace, la industria del acero se desploma en el país, Altos Hornos despide a más de mil trabajadores y asegura que liquidará más si México no logra que se condene a China por dumping; esto es, vender a precio inferior al costo de producción. Lo saben las 19 democracias de la Unión Europea y los chinos: No hay mercado libre, hay libre flujo de capitales sin regulación alguna.
Este será un 14 de julio inolvidable para los colaboradores, invitados y enviados de los medios que acompañen al presidente Enrique Peña Nieto a Francia. París es una fiesta. Y este año participarán jóvenes mexicanos, cadetes del Colegio Militar en desfile conmemorativo de la Revolución Francesa, de las deliberaciones en la Asamblea Nacional y la instauración de la República bajo el lema de Libertad, Igualdad, Fraternidad.
Allá, a lo largo de Champs Elysées, aplaudirán muchos de los que hace unos días compartieron con el presidente Peña Nieto el ágape anual de la inenarrable dicha de los herederos y sobrevivientes del Consejo de Hombres de Negocios, empresarios y validos de Palacio. Unidos en torno al poder constituido, los del poder económico son vivo reflejo del dulce encanto de la oligarquía.
Y desde Londres asevera la ONU que con sólo 160 dólares al año por cada persona que vive en la miseria extrema, se erradicaría el hambre en el mundo.