Made in Bangkok
al vez la clave de la seducción que provoca la historia de Morgana, cantante transexual mexicana, tal como la refiere el documental Made in Bangkok, del argentino Flavio Florencio, resida en su refrescante tono jubiloso. En un país inclinado a la solemnidad y al culto del melodrama, son pocos los transexuales fílmicos como ella, tan claramente desprovistos de culpa, dolor y patetismo. Tan vigorosos en su decisión de rechazar su primera identidad de género.
Florencio descubre a Saúl/Morgana en un bar de la ciudad de México, escucha su viejo anhelo de cambiar de sexo y su intención de viajar a Tailandia para participar en un concurso de belleza para transexuales, cuyo premio de 10 mil dólares servirá para sufragar los gastos de la intervención quirúrgica. No tarda mucho la decisión cómplice: ambos viajarán a Bangkok y la aventura de la cantante será el tema de un documental, registro puntual de los sinsabores y venturosas recompensas de esa su pequeña gran odisea.
Made in Bangkok posee el mismo tono de libre desenfado que ahora muestran el director y la protagonista en sus apariciones públicas. La historia se narra de manera festiva, sin victimismo ni señalamientos obvios a la homofobia que sin duda padeció Morgana, pero que hoy aparta de sí con elegancia y sin rencor, como un lastre de gusto muy dudoso.
No es la primera cinta sobre el tema (la preceden en México documentales valiosos como Morir de pie, de Jacaranda Correa, y Quebranto, de Roberto Fiesco), pero su vitalidad desafiante la vuelve diferente y es un todo desmentido a los intentos por encerrar la experiencia transexual en el desván de las anomalías mentales. La belleza y suave voz de la soprano, antes contratenor, tienen como contrapeso una voluntad de acero. Es gratificante el viaje con ella a Bangkok y también su representación gozosa, a la manera de aquel artista transexual en Ocaña, retrato intermitente, del catalán Ventura Pons, de 1978.
Se exhibe en la sala 3 de la Cineteca Nacional. 13:00 y 18:30 horas.
Twitter: @CarlosBonfil1