Ante empresarios mexicanos y españoles, el presidente Enrique Peña Nieto elogió la ‘‘valentía’’ de España por haber realizado cambios y ajustes para ‘‘revertir el escenario adverso que enfrentaba’’ y asumir, como México en su momento, ‘‘los costos, el desgaste político’’ de esas acciones. Ahí mismo, el monarca ibérico, Felipe VI, consideró la cooperación de los inversionistas de ambos países ‘‘piedra angular en nuestras relaciones bilaterales’’.

En un encuentro con alrededor de 700 personas, entre hombres de empresa y representantes de firmas privadas, el mandatario mexicano ubicó como prioridad de su administración mantener la ‘‘sólida estabilidad macroeconómica’’ del país, y buena parte de su discurso fue para exponer detalles de las reformas estructurales, de las que se refirió a la educativa como ‘‘quizá la más importante’’.

La trascendencia de reunirse con inversionistas está en los siguientes datos: hay en México más de 5 mil empresas de capital español; en 2014, el comercio bilateral fue por 8 mil millones de euros y en ese mismo año la inversión de capital ibérico en el país ascendió a 3 mil 196 millones de euros, para una inversión extranjera directa acumulada desde ese país de 50 mil millones de dólares.

Para Felipe VI, las relaciones económicas, comerciales y empresariales de México y España se nutren ‘‘del cúmulo de afinidades e intereses compartidos’’ y crecen en beneficio del bienestar de sus sociedades. Y señaló ahí mismo: ‘‘A pesar de la crisis económica vivida en nuestros países, los intercambios y la colaboración al máximo nivel siguen siendo una constante y cada vez se ven más fortalecidos’’.

A su vez, Peña Nieto reivindicó, entre otras, la reforma energética, porque ‘‘alienta y motiva’’ la participación privada y al mismo tiempo mantiene ‘‘invariable e inalterable’’ la propiedad de los hidrocarburos.

Sin mencionarla directamente, el mandatario aludió a la crisis financiera mundial y ofreció responsabilidad en el manejo económico ‘‘frente a la volatilidad que el mundo vive’’ y a la cual se enfrentan las economías emergentes.

Se mantendrán los indicadores macroeconómicos, porque ello ‘‘nos permite mantener un clima de estabilidad, da certidumbre y genera confianza entre los emprendedores nacionales y extranjeros’’, subrayó.

También enarboló una vez más el ‘‘proceso de transformación’’ nacional. El país –admitió Peña– estaba sobrediagnosticado y los mexicanos tenían conciencia de los cambios necesarios, ‘‘pero faltaba hacerlos’’.

Se refirió en específico a la reforma relativa a la transparencia y de combate a la corrupción mediante sendos sistemas legales y, por esa vía, contribuir al fortalecimiento de las instituciones nacionales.

Así, y cuando una de las principales inversoras españolas –la constructora OHL– es motivo de señalamientos por malos manejos en México, el presidente Peña Nieto ubicó al Sistema Nacional Anticorrupción como el indicado para aplicar mayores controles de fiscalización para el ejercicio del gasto público, lo que permitirá además fomentar ‘‘una nueva cultura’’ para erradicar esas prácticas.

Los ajustes realizados por México y España, indicó, ‘‘empiezan a tener mayores rendimientos en el desempeño de sus economías’’.

Felipe VI, por su parte, defendió la presencia de empresas españolas aquí, al señalar que crean riqueza, generan empleos y se integran a México y a su sociedad; además, poseen gran nivel de excelencia y liderazgo y están presentes en los sectores económicos de vanguardia y en los tradicionales. Asimismo, resaltó el interés creciente de los capitales mexicanos por invertir en el país ibérico.

Por los empresarios intervinieron el mexicano Valentín Díez Morodo y el español Juan Rosell Lastortras, y también el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, además del ministro de Asuntos Exteriores de España, Juan Manuel García-Margallo.