n los últimos 10 días el New York Times publicó dos artículos acerca de la producción de drogas sintéticas sicoactivas en China. Vale la pena pensar en sus implicaciones para México.
China es hoy el productor principal de drogas sicoactivas sintéticas y precursores para la fabricación de metanfetaminas. Pese a la vigilancia estrecha que el Estado chino ejerce sobre la Internet (cuando le conviene), el Times hace recuento de cientos de compañías que venden drogas sintéticas – flakka, extasy, metanfetaminas y otras– a través de Internet (http∫ØØnytiÆmsØ1K4W2xh ). Muchas de esas compañías listan direcciones reales de sus oficinas y laboratorios en la red.
Por su parte, Excélsior recién publicó un mapa de cárteles, importaciones y exportaciones de drogas en México (http://www.excelsior.com.mx/nacional/2015/06/30/1032089 1/6 ). Ahí se aprecia que las líneas de suministro de los químicos precursores requeridos para la fabricación de metanfetaminas llegan a las puertos de Acapulco, Lázaro Cardenas, Manzanillo, Mazatlán y Culiacán de Asia
, lease de China, que es el principal productor.
De hecho, la droga principal de exportación de Michoacán pasó de ser mariguana a metanfetaminas desde los años brutales en que comenzaron a guerrear La familia michoacana y Los Zetas por el control sobre el puerto de Lázaro Cardenas y de Michoacán (2005-6). Hoy, México produce 90 por ciento de las metanfetaminas que se consumen en Estados Unidos. Por eso, las guerras entre zetas, familia michoacana, templarios, cártel Jalisco Nueva Generación y algunas organizaciones desprendidas del cártel de los Beltrán Leyva han sido ya no tanto por el mercado de la cocaína, sino en buena medida por el control de la importación de precursores, y la fabrición y distribución de drogas metanfetaminas. Mientras los cárteles del Golfo, Los Zetas y el cártel de Sinaloa crecieron al son de la cumbia de la cocaína colombiana, las organizaciones de Michoacán, Jalisco y Sinaloa llevan al menos una década asesinando por drogas que se importan de China.
En uno de los artículos mencionados, el New York Times entrevista a Jorge Guajardo, embajador de México en China de 2007 a 2013, quien declaró que en aquellos años brutales en la zona metanfaminera de Michoacán no consiguió gesionar nada: las autoridades chinas nomás no veían para qué investigar a sus propias industrias exportadoras de químicos
. En cambio, dijo, esas autoridades le recomendaban que las autoridades aduanales mexicanas se encargaran del problema. Sólo que para entonces puertos como Lázaro Cárdenas estaban en manos de La familia michoacana y luego de los templarios.
A partir de 2013, en respuesta a las quejas cada vez más fuertes de países receptores de sus drogas, el gobierno chino realizó un par de razias contra laboratorios productores de metanmfetaminas, pero no una campaña frontal ni consistente. Por otra parte, continúa el Times, desde 2008 el número de tipos de sustancias sicoactivas se ha multiplicado por un factor de ocho, debido a la inventiva de laboratorios químicos como los que proliferan en China. Hoy hay 541 de esas sustancias, mientras que los tratados internacionales para el control de drogas sólo listan 244. Es decir, los laboratorios chinos se dedican además a inventar drogas que todavía no existen en las listas de sustancias prohibidas, pero que no son menos destructivas.
Todo este sucio negocio tiene un lado irónico. La venta obligada de opio, contra las prohibiciones del emperador, fue la llave que usaron los británicos para dominar a China en el siglo XIX. Con ella los ingleses hacían un negocio redondo: vendían opio que producían en una de sus colonias (India) y lo usaban para adquirir té en China y para domeñar y vejar al viejo imperio celeste. China ahora hace lo que antes hizo Inglaterra, mientras se desentiende de las implicaciones destructivas de su gran comercio de sustancias químicas.
El mundo está lleno de ironías así, es cierto, pero, con todo, las implicaciones de la producción de drogas en China merecen ser pensadas y discutidas. China y Estados Unidos son las dos economías mayores del mundo. China produce precursores de metanfetaminas, y Estados Unidos los consume. México está en medio: recibe químicos de China, fabrica metanfetaminas, y las contrabandea a Estados Unidos. Sólo que el espacio de intermediación que le toca a México es también el espacio de la acción ilegal. China pone los químicos, Estados Unidos pone los consumidores y México pone los muertos.
El ajolote mexicano no podrá presionar al dragón chino, como tampoco ha podido alterar la política de drogas del paquidermo estadunidense, eso es verdad. Pero hay ahora dos elementos que México podría aprovechar para comenzar a cambiar las cosas. El primero es que Estados Unidos tiene menos instrumentos para cambiar políticas en China que los que tuvo en Colombia respecto de la cocaína (o en México respecto de la mariguana). Por eso el hecho de que los chinos no hagan gran cosa para reducir su producción de drogas importa acá, y México podría decir en foros internacionales: ¿si ellos, que son tanto mayores que nosotros, no la controlan, ¿por qué nosotros sí?
Por último, en todo este enjuague, es México quien ha puesto los muertos. Eso le confiere una autoridad que hasta ahora no ha usado en foros internacionales. México tiene derecho a tomar sus propias decisiones, porque le toca pagar el precio más caro de todos. No tiene por qué aceptar sin chistar una distribución geográfica de costos sociales que es tan profundamente injusta.
El gobierno chino se debería avergonzar de haber dicho al embajador mexicano que le tocaba a México controlar sus aduanas, cuando ellos, por su historia con los ingleses en el siglo XIX, saben mejor que nadie que no se puede controlar los puertos cuando se está frente a intereses económicos realmente poderosos. Asimismo, Washington se tendría que avergonzar de seguir presionando a México en su loca política antinarcóticos, cuando sus ciudadanos están comprando sustancias parecidas a las metanfetaminas por Internet directamente desde China, y en grandes volúmenes.
El gobierno de México no debe quedarse callado ante el ascenso de China como el mayor productor de precursores y de drogas sintéticas. Tampoco debe porfiar en seguir la ruta diplomática de tiempos de Felipe Calderón, es decir, pretender persuadir a China de que, por favor, deje de producir drogas sintéticas. Debe, en cambio, moverse de manera decidida a descriminalizar las drogas, e invertir en una estrategia ambiciosa de salud pública que se oriente a controlar los daños devastadores que está teniendo hoy el consumo de drogas en México.