La demanda histórica para ingresar a alguna institución de educación media superior en el área metropolitana de la ciudad de México –principalmente de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y del Instituto Politécnico Nacional (IPN)– refleja que los jóvenes no consideran el bachillerato como opción terminal para incorporarse a un trabajo, sino como transición para acceder a la educación superior; no obstante, al mismo tiempo se revela que desconocen todas las opciones para cursar ese nivel académico, señalaron especialistas.

Juan Fidel Zorrilla, estudioso de políticas de educación media superior del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación de la UNAM, resaltó que el incremento de demanda de ingreso al bachillerato va de la mano con las reformas constitucionales en las que se fijó como obligatorio ese nivel de estudios. No obstante, al mismo tiempo, indicó, debe haber estrategias que permitan alcanzar la obligatoriedad, permitiendo que los alumnos ingresen, permanezcan y concluyan sus estudios.

Faltan políticas para concretar la normatividad

Para Imanol Ordorika, especialista en temas educativos del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, aunque es positivo haber impuesto como obligatorio el bachillerato, la norma no cuenta con una política pública para concretarse.

Con frecuencia, en el país se establece una normatividad; en este caso la obligatoriedad de ese nivel educativo, pero no está acompañada de una política pública para hacerla realidad. Para alcanzar esa meta el Estado debe asumir la responsabilidad de proveer suficientes lugares de calidad para todos los jóvenes.

El domingo pasado, la Comisión Metropolitana de Instituciones Públicas de Educación Media Superior (Comipems) informó que este año más de 317 mil jóvenes solicitaron ingresar a una de las instituciones de ese nivel académico en el área metropolitana de la ciudad de México. De ese total, 54.9 por ciento (174 mil 279) desea como primera opción ingresar al bachillerato de la UNAM, donde sólo se podrá dar cabida a 35 mil alumnos.

Zorrilla dijo que el número de opciones se ha ampliado; sin embargo, señaló dos problemas: las opciones siguen siendo insuficientes para la demanda, y alumnos, padres de familia, profesores y orientadores en las secundarias no tienen la información suficiente para difundir esas alternativas.

La mayoría se inclina por la UNAM y el IPN, pero muchos aspirantes no son admitidos y desconocen la existencia de otras escuelas que podrían funcionarles, señaló.

Para el académico, la educación media superior necesita reformas sustanciales, basadas tanto en el aspecto pedagógico como en la creación de ambientes amigables para los jóvenes, incluso para quienes ingresan a las opciones que desean.

Muchos terminan marginados, sin amigos, estigmatizados porque no pueden resolver ciertos trabajos y no encuentran la forma de solventar ese problema. La relación escuela-alumno necesita replantearse de forma radical; hay que instrumentar estrategias para que el estudiante sea partícipe de su formación y no sólo receptor.

Ordorika, en tanto, sostuvo que los datos de la Comipems demuestran que la mayoría de los aspirantes a bachillerato quieren formarse no para tener acceso al mercado laboral, sino para prepararse para la universidad.

Por ello, consideró que para cumplir con la obligatoriedad se requiere mejorar la actual oferta –dejando de apostar por opciones técnicas, señaló–, renovar el Colegio de Bachilleres para convertirlo en institución con formación universitaria, así como la creación de un proyecto nacional de bachillerato, bajo la responsabilidad del gobierno federal, apostando por una educación de calidad que brinde las herramientas para que los estudiantes continúen su vida académica.