Ha sido una suerte poder hacer lo que había que hacer, fueron las palabras de Elisabeth Eidenbenz cuando le preguntaban acerca de su labor como fundadora y principal encargada de la Maternidad Suiza de Elna, institución fundada en Francia en 1939, durante la Guerra Civil española. Vio nacer a 600 niños de 22 nacionalidades entre 1939 y 1944, y su misión principal fue dar un hogar y atender a las mujeres embarazadas recluidas en campos de concentración del sureste francés, sin importar su nacionalidad.

Elisabeth Eidenbenz (Suiza, 1913-2011) era educadora y voluntaria de la Asociación de Ayuda a los Niños Víctimas de la Guerra cuando fundó la maternidad, fundación que llegó en plena Guerra Civil para realizar tareas humanitarias. También gracias al apoyo de dicha organización fue posible fundar y sostener la asociación.

Con la proyección del documental La Maternidad de Elne, de Frédéric Goldbronn, una mesa redonda donde participaron Alfonso Vera Canales y Felipe Sáez García, nacidos en la maternidad, y la presentación del libro Tiempos de exilio y solidaridad: la Maternidad Suiza de Elna (1939-1944), coordinado por Alicia Alted y Dolores Fernández, se clausuró el jueves pasado la exposición Solidaridad en tiempos difíciles: la Maternidad de Elne, inaugurada el 27 de mayo gracias a la colaboración del Centro de Estudios de Migraciones y Exilio de la UNED y Santander Universidades, el Ateneo Español de México y la Consejería de Educación de España en México.

Esta exposición, que formó parte de las jornadas Experiencias, Testimonios y Escrituras Autobiográficas de Migrantes en México, organizadas por CME-UNED y Santander Universidades, es una pequeña muestra de la gran historia, desconocida por muchos, de un lugar que significó una enorme solidaridad en tiempos de guerra. Mi mayor satisfacción es que la maternidad se convierta en una isla de paz en medio del infierno de la guerra; en una bombona de oxígeno para tirar hacia delante, para seguir viviendo, contaba Elisabeth.

La Maternidad de Elna fue una gran esperanza para las mujeres embarazadas en la guerra, y también para los niños. En ese momento, las posibilidades de un bebé de sobrevivir o siquiera de nacer eran muy bajas, así como pésimas las condiciones en las que nacían.

La emotiva clausura terminó dando espacio a una serie de rencuentros entre viejos conocidos y otros que, aunque desconocidos, comparten historias de vida comunes.