La salud de Peña Nieto
Segunda operación
Paulatina desmejoría
Artículo 84 y sus operadores
l estado de salud de Enrique Peña Nieto es un asunto de indudable interés público. A nadie debería ofender ni incomodar que los ciudadanos se interesen, incluso en términos inquisitivos, en los sucesos médicos que rodean al personaje que más allá de filias y fobias partidistas e ideológicas ejerce en la práctica la conducción del Estado y el gobierno federal de México.
Hay razones más que sobradas para hacer preguntas y demandar respuestas. Este viernes, por ejemplo, el ocupante de Los Pinos fue intervenido de manera apremiante por cirujanos a causa de una dolencia que llevó a la extirpación de la vesícula biliar. Ese tipo de operaciones quirúrgicas es frecuente y por lo general no pone en riesgo la vida ni tiene mayores implicaciones preocupantes. Sin embargo, tal episodio hospitalario menor reactivó las versiones, hasta ahora sin fundamento clínico conocido, de que el ex gobernador del estado de México tiene padecimientos de salud que, en esa profusión de especies, van en una graduación que en su punto máximo de especulación llega a supuestas etapas terminales.
El caldo de cultivo de tales rumores proviene del anterior episodio hospitalario, sucedido el 31 de julio de 2013, cuando se le retiró no un mero quiste o nódulo tiroideo, como originalmente se había dicho, sino la glándula tiroides. La operación de casi tres años atrás no fue tan rápida y sencilla como la de este viernes reciente y, desde entonces, sobrevuela el ambiente político la duda respecto de lo maligno o benigno del proceso, aunque los médicos militares se esmeraron en puntualizar que no había ningún indicio preocupante y que no habría más consecuencias que la ingestión diaria de una pastilla de control.
A aquella intervención delicada ha sucedido una paulatina desmejoría en la apariencia física de quien cumplirá medio siglo de vida el próximo 20 de julio. A pesar de los enormes recursos materiales de que dispone la Presidencia de la República, no ha sido posible mantener el vigor y la frescura en la imagen de un político que precisamente creció y avanzó en su carrera gracias a esa prestancia gráfica. Las fotografías a larga distancia o las tomas especiales que suministra la oficina de prensa de Los Pinos no logran ocultar la delgadez, el rostro demacrado, la angulosidad remarcada y otros detalles que abonan las percepciones de una mala salud en espiral ascendente. Aun cuando la desmemoria, la confusión y los tropiezos verbales no son características surgidas en él en años recientes, pareciera que se han agudizado de 2013 a la fecha, lo que los intérpretes médicos amateurs, que se han multiplicado, adjudican, sin prueba alguna, a tratamientos radicales o a debilitamientos corporales en curso.
En las circunstancias actuales del país, son definitorias las condiciones de salud de quien ejerce el máximo poder nacional. Hoy no hay un gobierno estable en funciones, sino un conglomerado de camarillas que diariamente se disputan entre ellas el saqueo de la nación y la consolidación de sus proyectos facciosos. Los riesgos de la soberanía nacional ante las reformas estratégicas
del peñismo están a la vista, y a lo largo del país hay multitud de conflictos sociales de diferente tamaño y desigual resonancia mediática. También asoma el fantasma de una crisis económica por motivos externos e internos. Y en ese cuadro se produce la sensación de una fragilidad física y embrollos mentales de quien en términos formales debería llevar las riendas del país, en un sistema político rigurosamente presidencialista que se estremecería ante una falta, por cualquier razón, de su pieza central.
Pero, en lugar de aportar elementos confiables de juicio, que de manera contundente ayuden a disipar especulaciones sobre su estado de salud, Peña Nieto recurre al expediente tradicional del bombardeo propagandístico de control de daños
. Un día antes de la madrugada en que se reportó su llegada al Hospital Central Militar, EPN había cancelado una visita importante a Bellas Artes para el arranque de una notable exposición escultórica (se había alargado una reunión de gabinete en Los Pinos, fue la explicación de tal ausencia) y el Estado Mayor Presidencial había pospuesto hasta fecha indefinida la tradicional carrera atlética en la que Peña solía lucirse.
El domingo, sin embargo, ya estaba el recién intervenido en pleno control de la imagen ejecutiva. Salió sonriente del nosocomio castrense y dio palabras a los medios de comunicación, conversó por teléfono con el presidente de Guatemala, pues a este país no pudo ir de última hora a causa de su problema vesicular, y tuiteó que en cuanto llegó a Los Pinos ya estaba encabezando reuniones de trabajo interno
. Y hoy estará presto a recibir una visita imperial hispana. Antes había dicho, en entrevista radiofónica, que no estaba inválido ni discapacitado, sino en pleno control del gobierno y del país. ¿Cuál es la verdadera condición de salud del atlacomulquense dos veces quirúrgicamente intervenido?
Por cierto, el proceso de designación de un presidente de relevo está plenamente definido en el artículo 84 constitucional (puede consultarse). En términos políticos, el curso de esa resolución queda en manos de los jefes operativos de las cámaras del Congreso de la Unión, que en estos momentos son los priístas Emilio Gamboa Patrón (en el Senado) y Manlio Fabio Beltrones (éste dejará en septiembre el lugar en San Lázaro, tal vez, a César Camacho).
En otro tema, María Rosa García-Acevedo, mexicana que reside en California, dice que “desde hace décadas importantes sectores y organizaciones de la comunidad mexicana en Estados Unidos han alzado su voz en temas de enorme importancia para México, como migración (de hecho, haciendo la tarea del Estado mexicano) y haciendo un trabajo cotidiano de apoyo a mexicanos/latinos vulnerables, así que es simplista la idea de que con este asunto de Trump ‘tienen la paradójica oportunidad de cobrar presencia’, ya que cobran presencia cada día, aunque en los medios de comunicación de México no se reporte”. ¡Hasta mañana!
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