a opinocracia dorada se sumergió en la interpretación del mensaje que emerge de las urnas. Una tarea, por cierto, que degustan con fruición y que también le permite asomarse a los cuartos decisorios, lugar de toda su curiosidad y ambición. No importa que la entrada a esos recintos, por lo regular, le ha sido negada. Su persistencia, empero, es notable y sigue martillando las atrancadas puertas de tan opacos consistorios. Muchos de sus representantes sostienen que el mensaje de la ciudadanía es de múltiple o difícil coloración: no castigaron el mal desempeño del gobierno durante los años previos, concluyen. Alguno de tal categoría difusiva se propuso desentrañar paradojas y cataloga el mensaje enviado como trascendente. Otros más afirman, con datos agregados, que los grandes partidos sucumbieron ante la chiquillería.
Tanto el PRI como el PAN y el PRD, los presuntuosos firmantes del estructural Pacto por México, redujeron su votación respecto de la pasada elección intermedia, (2009) en 16 puntos porcentuales. Dicho fenómeno se contrasta con la no evidencia, que tal suceso ocasiona al dispersar el poder decisorio sin inducir mejora alguna en la democracia. La pluralidad, entonces, no es vista desde las élites orgánicas como ventaja o maduración representativa, sino como tendencia a la difuminación y el caos anárquico.
Al contemplar el panorama mediático poselectoral no se puede dejar de lado el abigarrado mundo de las oficiosas columnas periodísticas. No sólo por su proliferación (que ha sido exponencial) en los últimos tiempos, sino porque también dichos columneros se disputan lugares de privilegio en la radio y otros medios. Esta opinocracia de menor talla da rienda suelta a la franca especulación. Sin mayores bases que repetir opiniones, preconcepciones y pulsiones interesadas o estomacales, atribuye los votos a arreglos entre poderosos y grupos adyacentes. Todavía se atreve a sostener que la ilegal estrategia del Partido Verde fue efectiva. Le permitió alcanzar, se alega, más de 7 por ciento del total y una nutrida fracción en la Cámara de diputados. Soslayan tales opinócratas consuetudinarios y sin rubor la procedencia de ese enorme caudal. El Chiapas de los verdes, para ciertos de ellos, es un lejano lugar sin importancia. Fue ahí donde se dio un manipuleo desmedido de urnas y votantes que llenarían de gusto a los viejos rusos de los soviets. Por desgracia, tan enajenante suceso pasará sin consecuencias y no habrá autoridad que escudriñe con detenimiento lo ahí ocurrido. Por otra parte, suponer que el defecto de los resultados divididos se supera con una segunda vuelta es, de nueva cuenta, recalar en sugerencias modernizantes ya superadas. Bien se sabe que ese método, experimentado en las naciones avanzadas, sólo produce mayorías forzadas cuya legitimidad siempre quedará bajo sospecha.
Lo que no se explora, con la suficiente vehemencia y penetración sociológica y política, tiene que ver con los datos que emergen, a chorros y desde diversos emisores, de lo que acontece en la base poblacional. Ahí, en ese agobiado México pos-reformas estructurales de largo plazo y sustos de candidatos independientes
triunfadores, se apilan pruebas del inmenso y continuo deterioro de los niveles de vida de los ciudadanos. El crecimiento, reducido a miserables cifras en la primera parte del sexenio, amenaza con su dolorosa continuidad. Para 2018 el voto de castigo será, qué duda, mayúsculo. Ahí es donde también persisten grados de violencia extrema que no tiene viso alguno de ser superada, no al menos con los ya probados métodos de su combate policiaco o militar. Las drogas deben ser legalizadas mediante un plan integral para que no dé paso al descontrol y una mayor violencia. El entorno partidista y gubernamental, sin excepción, rehúsa discutir tan espeluznante problema. Temen, con ansiedad imperdonable, por sus carreras, por las reacciones de los estadunidenses y los intereses creados de sus inmensas agencias represivas. Pero no hay salida para lo que hoy se hace. Insistir por esa ruta de enormes sacrificios humanos llevará a mayores pérdidas y fracasos. Los políticos y los partidos escabullen el tema como si en ello les fuera el presente y su nublado futuro.