Para llorar
in pies ni cabezas, los jugadores del Tri se estrenaron este viernes ante Bolivia en la Copa América. Jugadores perdidos y desorientados sobre la verde alfombra chilena. A la cabeza, un Miguel Herrera a quien el crédito del Mundial de Brasil se le agota. Está a un paso de la morosidad.
Ante un voluntarioso pero rudimentario equipo andino, que además contó con sus oportunidades de gol, la oncena mexicana fue la viva imagen de la impotencia.
Asombra que el Piojo haya tenido el valor de señalar que pueden ser campeones. A tenor de lo visto ayer, el dicho de Herrera suena a declaración de intenciones imposibles de cumplir.
Es probable que el entrenador que dedica su tiempo libre a anunciar productos de todo tipo –algo que es cualquier cosa menos prudente– se gane una tarjeta roja por las alharacas que prodiga desde su zona técnica.
No estaría de más que alguien del esperpento llamado Federación Mexicana de Futbol lo aconsejara para que no sea tan protagónico. Que deje eso para los jugadores, que se aplique más para sacar un mejor rendimiento de la gente de que dispone.
Que se concentre más en su trabajo y deje a un lado su afán recaudatorio. Para eso ya está el SAT. Da la impresión de que el Piojo acabó mareado en el ladrillo de la siempre efímera gloria.
Ojalá sea capaz de enderezar el rumbo antes de que su sui generis encanto termine sepultado por la avalancha de críticas.
De él depende, de su capacidad para ganarse la confianza de sus jugadores, cada vez más resquebrajada, por cierto.
Le quedará el consuelo de que podrá dedicarse en cuerpo y alma a anunciar partidos políticos y productos varios en la televisión. Aunque quién sabe si su gancho se acabe con su gestión al frente del Tri.
Twitter:@josetxoZ