Cultura
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La periferia se apropia del encuentro, con la curaduría del nigeriano Okwui Enwersor

Activismo, resistencia, sensibilidad y utopía trasminan la Bienal de Venecia

Participan artistas inspirados por los desastres que causa el sistema capitalista, como desigualdad, racismo, migración masiva, guerra, destrucción ecológica y obsesión por el poder y el dinero

Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Jueves 11 de junio de 2015, p. 6

Venecia.

Visitar la edición 56 de la Bienal de Venecia es una experiencia desconcertante para un espectador habituado a recorrer sus salas satinadas, colmadas de artistas a la moda.

La biennale había sido hasta ahora expresión de la supremacía artística europea y estadunidense a pesar de la paradójica estructuración por pabellones nacionales.

El interés del curador de la muestra central por los artistas de la periferia se había limitado a la búsqueda de un exotismo dócil, o bien, de estilos europeizantes.

Aunque en la bienal pasada –la de Massimiliano Gioni–, se había avistado un cambio, ahora con el nigeriano Okwui Enwersor se ha subvertido por completo: es la periferia que por primera vez se apropia de la bienal.

Por transformar el mundo

Aquí desfilan artistas, escritores, cineastas, performers, compositores y músicos, muchos de los cuales son ajenos a los principales circuitos del arte, provenientes y activos en todas las regiones del planeta, mancomunados por la voluntad de transformar el mundo, cuya inspiración deriva de los desastres que el sistema capitalista genera: desigualdad, sometimiento, racismo, migración masiva, guerra, destrucción ecológica, individualismo exasperado y, sobre todo, obsesión por el poder y el dinero.

Es una muestra fuertemente politizada, pues Okwui denuncia con valentía y profundidad la infinidad de elementos que hacen nuestro mundo injusto, inhumano e imperfecto, sin mancha de moralismo; se aprecia la vitalidad de infinidad de creadores que parecía subterránea y que emerge ante el público con toda su potencia.

Se entiende, por ejemplo, cómo los países tercermundistas viven una condición de neocolonialismo, donde el sometimiento militar del pasado fue sustituido por el control económico-financiero de hoy.

La fachada del pabellón central en los jardines resume la clave de lectura de la muestra a través de pocos elementos: el artista colombiano Óscar Murillo descontextualiza la fachada neoclásica colgando a lo largo de ella enormes trapos negros que piden observar la historia desde otra perspectiva. Encima, en lo alto, se despliegan tres palabras en neón del artista originario del Bronx Glenn Ligon, referidas a un hecho de la brutal represión policial de los años 60 del siglo pasado en Estados Unidos: blues, blood, bruise (blues, sangre, moretón).

Domina el negro, no sólo como color sino como espacio de reflexión y participación del mundo africano, capaz de transmitir valores culturales empezando por la música y la oralidad que es uno de los sellos distintivos de esta bienal.

La muestra sugiere una salida para el futuro del mundo: regresar al origen y crear un nuevo sistema económico y político. De ahí la marcada presencia de El capital, de Carlos Marx, que será leído de manera ininterrumpida, y subrayado con obras adicionales como el famoso documental Das Kapital (2008-2015), de Alexander Kluge.

La visita concluye con las ganas de regresar porque éste es un espacio para perderse, escuchar, reflexionar y revivir lo que hacía tiempo no se escuchaba en el arte: utopía, activismo, solidaridad, resistencia, sensibilidad, conciencia.

Es sintomático cómo los coleccionistas han reaccionado de modo positivo y cómo ya el premio Turner ha elegido sus candidatos por el fuerte sentido político y social de su obra. ¿Será el signo de una nueva era del arte? Estaremos atentos para descubrirlo.