e señala que por primera vez en décadas, México ha dejado de ser la principal fuente de migrantes hacia Estados Unidos, según estimaciones elaboradas por Chishti y Hipsman a partir de los datos del censo de 2013. La región que muestra un claro predominio de flujos migratorios es Asia y los países más significativos son China e India. Según estos autores esta tendencia parece anunciar una transición significativa y de largo plazo en el perfil demográfico de la migración hacia Estados Unidos. Es cierto que los migrantes mexicanos representan 11.6 millones de los 41.3 millones de extranjeros en Estados Unidos, es decir que se mantienen como el grupo más numeroso, pero lo notable es el extraordinario crecimiento de los migrantes de India, que han alcanzado ya los 2 millones, y los de China, que representan 1.8 millones.
Lo que se destaca es que estos cambios se han producido en forma muy rápida, tanto el crecimiento de los flujos por parte de los países asiáticos, así como la disminución de los migrantes mexicanos, tendencia que al parecer se mantendrá. Los autores proponen como explicación de este comportamiento, en relación con México, los factores demográficos, cuya consecuencia ha sido la reducción del número de migrantes potenciales, además señalan la estabilidad de la economía, lo que ha creado nuevas oportunidades de trabajo y finalmente destacan una sustancial expansión del sistema educativo lo que permite a los jóvenes mejorar sus condiciones de vida sin tener que emigrar
.
Estas explicaciones no corresponden a la realidad mexicana, como se documenta en seguida; sin embargo, el estudio de la propuesta de los autores es de gran relevancia y obliga a reflexionar sobre estas nuevas tendencias.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) señala que México no gasta lo suficiente en educación superior, ha sido inconsistente y no ha logrado satisfacer la demanda de lugares en la educación superior al dejar fuera a 90 por ciento de los aspirantes. Por otro lado, el mercado laboral muestra una enorme precariedad, pues la población ocupada en el sector formal, que es de alrededor de 59 por ciento, enfrenta bajos niveles salariales y, de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) es el único país en América Latina que ha mantenido estático el salario mínimo y “el único en que el valor del salario mínimo es inferior al del umbral de pobreza per capita”. Su monto es insuficiente para cubrir el costo de la canasta básica alimentaria, y la población que se encuentra en estas condiciones pasó de 48.5 por ciento en 2011 a 50.4 por ciento en 2014. Por otro lado, la población en pobreza se incrementó a 52.3 por ciento y 19.7 por ciento se encuentra en condiciones de pobreza extrema. Son sólo algunos datos, pero evidencian las enormes dificultades económicas en México, lo que no justificarían la disminución de los flujos migrantes.
Sin embargo, se entiende por qué la preferencia por los trabajadores altamente calificados asiáticos, pues responden a los requerimientos del mercado laboral receptor. Vale la pena recordar que Estados Unidos y la mayoría de los países desarrollados han transitado hacia la llamada economía del conocimiento, cuyas demandas exigen profesionales en las áreas de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés). Sin embargo, internamente hay insuficiencia de talentos en las áreas requeridas, circunstancia a la que hay que sumar el envejecimiento de la población, fenómeno más que serio, pues afecta negativamente el crecimiento económico, pone en peligro las condiciones que permitan mantener el sistema de beneficios sociales y disminuye la población económicamente activa, lo que explica por qué han puesto en marcha como solución viable y eficiente el incremento de los flujos migratorios, pero fundamentalmente migrantes talentosos del mundo. En contextos como el europeo, según Eurostat, este envejecimiento es a tal punto preocupante que se señala una disminución de la población económicamente activa de 18 millones para 2030, cuya solución pasa por incorporar a trabajadores migrantes.
Mi propuesta es que, si bien los flujos de trabajadores migrantes responden a factores de expulsión, lo que los determina son los factores de atracción, debido a que son un complemento de los mercados laborales de los países receptores, lo que explica su transformación a lo largo de la historia. En este sentido, la reducción, que no la eliminación, de trabajadores mexicanos migrantes se comprende por la no correspondencia entre las exigencias estructurales del nuevo patrón migratorio y las características mayoritarias de los trabajadores mexicanos, que se enmarcan en trabajos relacionados con la construcción, agricultura y servicios.
La consecuencia de esta nueva realidad será la profundización de la desigualdad. Por un lado, un conjunto de países que concentran conocimiento, tecnología de punta, innovaciones, producción, y cuyo mayor apremio es captar el talento del mundo, lo que sin duda logran. Y, por otro lado, la mayoría de las naciones que enfrentan enormes dificultades ante la imposibilidad de insertarse en los mercados internacionales de manera autónoma y competitiva. Y como el camino de la exportación de su fuerza de trabajo, con su cauda de remesas y pilar de esas economías, se ve limitado por las condiciones estructurales del nuevo patrón migratorio, resulta claro que la miseria y la escasez de gran parte de la población mundial seguirá siendo la característica de este siglo.