Más de un San Isidro amexicanado
¿Qué hara El Juli?
Toros y Unesco, inútil gesto
uando en la entrega anterior hablábamos, para escándalo de mexhincados y mexiqueros, pues hay gente para todo, de la preocupante mexicanización del espectáculo taurino en la plaza de Las Ventas de Madrid, no faltó quien levantara la ceja para decirme con voz engolada: Oye, el toro que se lidia en Madrid no lo conocen en México
. Afortunadamente
, repliqué, porque esas mesas con abundantes kilos y cuernos en su mayoría carecen de tauridad; es decir, de bravura, movilidad codiciosa y emoción, y son sinónimo de tedio y monotonía, que es lo más opuesto a la emoción de la tauromaquia o arte de lidiar y combatir con toros bravos, condición cada día más escasa en las reses de lidia. Para divertirse están los afanosos candidatos, los involuntarios payasos metidos a legisladores o los partidos verdes ecológicos, demagógicos y parásitos
.
Entre las materias que cursó con especial empeño en el Cecetla (Centro de Capacitación para Empresarios Taurinos de Lento Aprendizaje), antes Plaza México, don Manuel Martínez Erice, apoderado y empresario de Las Ventas, al asistir al diplomado intensivo Anteponer la apoteosis a la bravura sin perder utilidades, destacan las que de inmediato ha puesto en práctica en la otrora referencial Feria de San Isidro:
a) Antimaginación. Imponer al público que posibilita el negocio taurino carteles redondos y carteles cuadrados, desechando la tradicional y redituable en todos sentidos combinación de una figura, uno en vías de serlo y otro que sueña con serlo, y toros que den un espectáculo emocionante, no divertido o aburrido. No apuestan por la fiesta, sino que están a merced de la comodidad de los que figuran.
b) Proteccionismo. Evitar que las figuras enfrenten encierros y carteles comprometedores y echar la leña a los toreros que vienen apretando, pues motivación, valoración de méritos, regularidad de actuaciones y conexión con el público no son factores tomados en cuenta por el taurineo o manejo opaco del negocio taurino en perjuicio de éste.
c) Apoteosis balines. Instruir a la autoridad para que suelte orejas por dar derechazos, naturales y de pecho a embestidas de carretilla, realizar la suerte suprema como Chencha, dejar la espada casi donde caiga y perder la muleta, así como ordenar vuelta al ruedo a los despojos de un toro por su docilidad repetidora, aunque apenas haya ido al caballo, reduciendo la bravura a la nobleza y aboliendo la pelea en varas. Todo con la promesa de que los presidentes –jueces– no serán removidos de sus cargos, no obstante su nocivo abaratamiento.
d) Clonación o falta de sello. “La falta de individualidad en los toreros –observa el doctor Jesús Flores Olague, asiduo al coso madrileño– pierde de vista la individualidad del toro y pretende hacer con todas las reses la misma faena acartonada, habiendo desechado –verbo favorito del neoliberalismo taurino– el arte de correr, probar y fijar las embestidas antes de los mecánicos muletazos por ambos lados”.
José Ramón Márquez, crítico español independiente, atiza por igual a extranjeros, nacionales y a los que figuran. En su crónica de la desalmada Corrida de Beneficencia del 3 de junio, con un fallido mano a mano de El Juli y Miguel Ángel Perera gracias a la mansedumbre de las reses de Victoriano del Río, observa: “Posiblemente cuando Julián, a raíz de su cambio de apoderamiento, anunció que este año iba a hacer ‘un gesto’ lo dijo en serio. Nadie ha visto tal gesto, ni siquiera una miserable mueca, y pensamos que el hombre debe andar preocupado de otros temas y se olvidó de su promesa. Por lo que nos toca, le recordamos que aún nos debe una de Miura en Sevilla... por un momento, pareció que el torero venía motivado a adoptar unos modos más serios, más verticales, de más torería que los que usualmente gasta. Fue en el recibo de muleta a su segundo, que se salió andando con el toro hasta el tercio con oficio y soltura. Punto. Lo demás, la peste juliana que tan desgraciada siembra ha echado sobre el toreo en general, el cite encorvado y con el pico, el toreo lumbar en redondo, el telonazo y tente tieso, la descarga de la suerte. El antitoreo. En el segundo se puso hecho un pelmazo elaborando una de esas faenas ventajistas y kilométricas que por ahí le jalean como de mago que se inventó el toro”... Pronto se corrompió el Mozart del toreo.
Este desfile de desfiguros a cargo de hombres y bestias, ¿es lo que algunos quieren presentar ante la displicente Unesco como patrimonio cultural inmaterial de dos países y seis colonias de España? ¿Saben lo que ha ocurrido con los reconocimientos de la Unesco a nuestras zonas arqueológicas, edificios, ciudades, reservas de la biosfera, los Voladores de Papantla, los Parachicos de Chiapas, la cocina michoacana y el mariachi? Acertaron: absolutamente nada, así que más respeto por el toro y menos afanes por ser reconocidos.