Manuel Camacho Solís
os grandes políticos consumen su vida en la búsqueda del poder. Unos quieren servir, otros servirse. Unos quieren el poder para transformar a su sociedad y otros lo quieren por sí mismo. Hay dos personajes, Carlos Salinas y Manuel Camacho, aliados desde muy jóvenes pero distintos en sus propósitos vitales. Salinas quería restaurar al sistema para controlar la vida política. Camacho quería ser presidente para llevar a México a la democracia. Salinas fue presidente con el apoyo de los que no querían el cambio. Camacho no pudo llegar porque lo vetaron los mismos. 1968 marcó a su generación. Muy joven llegó a la conclusión de que el sistema tenía que abrirse, y mantuvo hasta el final esa convicción. “Para mí no era una cuestión ética o idealista –comentó–, el desgaste era evidente. Si nos resistíamos al cambio tendríamos que reprimir o corromper. Por eso pronto fui considerado enemigo del presidente y del sistema.” La negociación fue su mejor habilidad. En las elecciones intermedias de 1991 logró recuperar la base popular del PRI. Aconsejó a Salinas que desde esa nueva fortaleza impulsara una reforma política inspirada en el éxito de la transición española. Salinas no vio necesidad de abrir cuando había recuperado el control, y se inclinó por manipular a la oposición de derecha y reprimir, en dosis, a la izquierda.
Camacho tenía razón, el sistema ya no funcionaba y el desorden financiero, propiciado por la falta de contrapesos, llevó a un colapso al final del régimen de Salinas, quien, antes, cometió otro error: preferir como sucesor a Colosio, al que suponía dócil, frente a Camacho, más independiente. Colosio se apresuró a mostrar un talante reformista y quizás eso le costó la vida. Camacho logró la pacificación de Chiapas por la vía del diálogo, pero en 1995 rompió con el PRI y entró a la oposición. Zedillo hizo una reforma importante y la política fluyó. Sin embargo, a partir de 2000 los presidentes panistas débiles y corruptos, apoyados por la oligarquía, desviaron el camino de México. El actual gobierno ha intentado una restauración del viejo sistema con los pésimos resultados que están a la vista. Un político como Camacho hubiera sido clave para buscar una salida ante este desmoronamiento. A pesar de los brillos en su carrera, no llegó a la cumbre del poder, como ambicionaba, y las reformas que propuso no se han concretado. No hay duda: vivió con intensidad su vocación y fue congruente. Durante 40 años fue protagonista en todas las crisis. Creo que conservó, en lo íntimo, la satisfacción del hombre de acción que vive la tarea de acuerdo con su conciencia. Despertó gran respeto entre sus contemporáneos y las próximas generaciones lo admirarán como un precursor.
Twitter: @ortizpinchetti