ace unos días, a finales de mayo, el Grupo Nuevo Curso de Desarrollo (GNCD), de la UNAM, dio a conocer una serie de propuestas de política económica para hacer frente a la actual situación económica y social de México. En esta entrega apostillo algunas de ellas.
Primero, el trasfondo. Dada la concisión del documento, apenas se examina el actual entorno internacional. El factor externo del que depende umbilicalmente el desempeño nacional –la actividad económica de Estados Unidos, sobre todo la industrial manufacturera– no inició bien el año, al registrar en el primer trimestre una leve contracción (-0.7 por ciento respecto de octubre-diciembre de 2014). Otras dos cifras trimestrales relevantes: las importaciones totales bajaron (-0.3 por ciento) y se abatió (-0.16 por ciento) la producción de automotores. En 2014 fue también débil el primer trimestre y vino después un notable repunte. ¿Es prudente esperar que ocurra lo mismo o sería preferible que México adoptase medidas de estímulo ante el probable menor impulso que provendrá de EU? En cambio, se revisa a fondo el deterioro del ambiente nacional, caracterizado por un entorno de desgaste político, de liderazgos debilitados y de un escepticismo y disgusto social que retroalimentan las menguantes expectativas económicas
. Las propuestas presentadas por el grupo se orientan a corregir estas expectativas y, al hacerlo, sanear dicho entorno sociopolítico.
Segundo, recuperación de la dinámica de crecimiento. Las políticas y acciones propuestas reconocen la centralidad de concluir el prolongado lapso de lento crecimiento que la economía mexicana ha vivido ya por tres decenios. En realidad, ninguno de los grandes problemas nacionales puede abordarse con probabilidad de éxito desde una situación siempre próxima al estancamiento económico, cuyas secuelas se amplifican y profundizan a medida que se prolonga. Por su base demográfica y territorial, su dotación de recursos naturales y el capital social acumulado, la economía mexicana dispone de un vasto potencial de crecimiento. Cada periodo de crecimiento mediocre impide, retrasa o deteriora la formación de recursos humanos, afecta el cuidado del ambiente y del territorio, estorba el uso racional y productivo de los recursos y erosiona la infraestructura y el capital material acumulado. Tras tres decenios de estancamiento estabilizador, los problemas son más arduos, las soluciones más costosas, las salidas más elusivas. Entre más se mantenga esta inercia paralizante, menores serán las probabilidades de romperla. Es verdaderamente imperioso restaurar ritmos de crecimiento sostenido no inferiores a 5 o 6 por ciento anual.
Tercero, cambio de orientación de la política económica. Están en puerta decisiones de política económica referidas a lo inmediato, pero cuyo contenido y alcance pueden influir el rumbo de la nación por largo tiempo. Si en términos de crecimiento económico la atonía ha sido el saldo neto de las políticas mantenidas contra viento y marea las últimas tres décadas, es claro que ha llegado, y no ahora sino hace tiempo, el momento de cambiar de curso. De entrada, deben considerarse opciones para activar capacidades internas vinculadas a la demanda, sobre todo en la política de salarios, en el crédito y en la promoción de la inversión
. Se trata de instrumentar nuevos impulsos internos para un crecimiento centrado en la generación de empleo digno, como prerrequisito de una recuperación sostenida, robusta e inclusiva
. Es notoriamente erróneo, a la luz de los resultados obtenidos, empeñarse en privilegiar la estabilidad a cualquier costo y mantener o agudizar la resistencia o el rechazo ante opciones alternativas que propicien la retomada del crecimiento, la protección social, la generación de empleo decente, en el concepto de la OIT, entre muchas otras manifestaciones de una política económica activa a favor del desarrollo. Otro curso de política es posible.
Cuarto, concebir el presupuesto de la Federación como herramienta rectora de la política económica. Se requiere de un proceso de formulación presupuestal verdadero, no continuar con la inercia como elemento que rige no sólo el contenido del proyecto, sino la forma mecánica, casi automatizada, en que se discute y aprueba, agravada esta última por los vicios y falta de transparencia de los episodios anuales recientes. El apartado del documento dedicado a examinar el tema de ajustes y reforma presupuestal
es el de mayor relevancia inmediata. De las propuestas en esta materia, destacan las siguientes:
Hay que abandonar la contención del gasto como criterio principal, único de hecho, de ajuste presupuestal ante casi cualquier contingencia. Éste conduce a políticas procíclicas, que afectan el crecimiento y renglones básicos del gasto social, como educación y salud. “Los recortes difícilmente son inocuos en un entorno social que […] sigue marcado por el aumento de la pobreza y la precarización laboral”.
La idea de formular para 2016 un presupuesto base cero abre la oportunidad para eliminar duplicidades e ineficiencias, para realinear el presupuesto con prioridades que han quedado marginadas, para reorientar asignaciones regresivas desde el punto de vista distributivo y para otros fines que fueron pospuestos durante decenios y también durante los últimos tres años, en los que se mantuvo la presupuestación inercial
. De prevalecer la contención como criterio dominante, la idea del presupuesto base cero puede encubrir nuevos recortes y usarse como coartada de un ajuste permanente.
Con la aplicación rigurosa de la técnica de formulación presupuestal sugerida bien puede resaltar la necesidad de fortalecer y ampliar los montos de inversión pública que el país requiere
, opción que no debería ser desechada de antemano por [sin]razones de una austeridad mal entendida y mal aplicada
.
Existe espacio fiscal que permitiría, con la tasa real de interés cercana a cero que actualmente paga la deuda pública, acudir a una elevación transitoria del déficit, que proporcionase recursos para el financiamiento de un nivel de inversión pública congruente con un impulso importante al crecimiento de la economía.
En suma, el documento del GNCD, que contiene muchos otros señalamientos dignos de análisis, convoca a deliberar sobre la necesidad de superar la circunstancia actual de desaliento e irritación social, de tan baja credibilidad y confianza en las instituciones, por medio de acuerdos sociales que generen un mejor horizonte para la mayoría de la población y hagan posible un crecimiento con equidad, basado en la generación de empleos dignos y bien remunerados. Acuerdos de esta naturaleza contribuirán a consolidar la democracia y lograr un entorno más estable y propicio para el desarrollo
.