En siete estados y el Distrito Federal se concentran los esfuerzos gubernamentales y de agencias internacionales para frenar el crecimiento de pandillas vinculadas al hampa, informaron funcionarios mexicanos y estadunidenses al inaugurar el programa Antipandillas: combatiendo la capacidad de operación del crimen organizado.

En su intervención, el embajador de Estados Unidos en México, Anthony Wayne, señaló que compartir líneas de investigación e intercambiar reportes de inteligencia entre países es la clave para romper las cadenas de integración de pandillas con grupos del crimen organizado.

Asimismo, dijo que en los meses recientes la cooperación entre agencias ha contribuido al arresto de 219 individuos en México, algunos de alto perfil, “como el líder de una organización de secuestradores a escala nacional, un miembro de alto rango de Los Zetas y otro de Los caballeros templarios, además de plagiarios, homicidas y fugitivos internacionales”.

A su vez, David Garay, titular de la Unidad de Gobierno de la Secretaría de Gobernación, dijo que la prioridad para combatir este fenómeno en México está en Baja California, Chihuahua, Coahuila, Chiapas, Nuevo León, Sonora, Zacatecas y el Distrito Federal.

Explicó que las pandillas representan un fenómeno derivado de la globalización, que se originan en las economías de países desarrollados y con infraestructura altamente tecnificada, que crea polos de miseria y pobreza. Entre los motivos que impulsan a los jóvenes a reunirse en pandillas identificó la búsqueda de aceptación, compañía, reconocimiento, impunidad y sentimiento de pertenencia, que son originados por carencia afectiva y la imposibilidad de cubrir necesidades básicas, como empleo y educación.

En este programa, en el que participan más de 400 agentes y especialistas de México, Estados Unidos y Centroamérica, Pablo Cajigal, funcionario del Departamento de Estado del gobierno estadunidense, convino en que se trata de un fenómeno que existe prácticamente en cada colonia, pero cuyos miembros han cambiado con el tiempo. Ya no se tatúan o se visten como cholos, algo que dificulta aún más ubicarlos. Han cambiado sus estrategias, su forma de actuar, aunque también lo ha hecho la policía, dijo.