Ausencias habitables
e aquellos tiempos en que las películas todavía se platicaban recuerdo que, si entusiasmado con alguna de esas narraciones, terminaba uno por asistir al cine a disfrutarlas visualmente, podían desilusionar o maravillar más aún de lo previsto, pero solían resultar siempre distintas a lo que el asimismo entusiasta narrador había contado.
Una vez me pasó lo en cierto modo contrario: Mónica Luna, dueña del hermosillense Luna Dance, nos contó –a dos jóvenes y a mí– detalladamente Después de hora, de Martin Scorsese, que así contada me deslumbró: era sin duda la misma pero otra película. Claro, Mónica había estudiado cine. Su formación la hacía percibir notoriamente aspectos que a un espectador común tienden a escapársele. Si es verdad que como hay memoria fotógrafica la hay cinematográfica, Mónica recordaba desde esta característica capacidad, quizá virtud.
Y sin embargo estoy seguro de que su visión del filme sobre un empleado cotidiano que de noche se enfrenta con un bizarro Nueva York incluía añadidos, omisiones, era una versión: la suya, muy buena, buenísima, indescriptiblemente bien imaginada…, mas sobre la película tal cual, estoy tentado a elucubrar, la imaginación de Mónica sin duda trabajaba.
¿Y no consiste en eso el secreto o, término a la vez más fácil y más difícil, el misterio del arte: en desplegar o detonar la imaginación, grupal o individual, o ambas (en el cine, en los conciertos, en los rituales, en el teatro, en las –cuando eficientes– lecturas literarias públicas, ello es verificable), en dejar que a partir del contacto con la obra la imaginación en uno sea uno o, si se quisiera explicitar, lo cual no me parece tan pertinente, pero bueno: en hacer que (la imaginación de) la obra sea una con (la imaginación de) uno mismo?
El arte dice cosas que sólo uno –como individuo, grupo de receptores, comunidad y hasta nación (pensemos en Pedro Páramo, Al filo del agua, El gesticulador, El compadre Mendoza, el Huapango, el Danzón núm. 2, los Zapata de Rivera y de Guillermo Arriaga, etcétera) y aun más allá–, con una ayudadita de la obra emisora, puede en verdad decirse. Y sin problemas de estacionamiento.
Coda: Ahora que no estás aquí, estás en ti. Ahora que estás como ido, siente cómo en ti has vuelto. Los recovecos del arte son los recovecos de tu imaginación. Tal la acción –o la inacción que deja ser– del arte.