Adiós tortura
erminó la liga mexicana, terminó la mediocridad, adiós a la tortura futbolera por unos meses. Lo desesperante es que da la impresión que esa tendencia, que no es de hoy, tiene visos de perpetuarse. El dinero importa mucho más que mejorar al futbol nacional mediante políticas que involucren a las instancias federales encabezadas, en este caso, por la Secretaría de Educación Pública.
Que haya ganado el Santos es lo de menos en términos estructurales. Bien que la afición coahuilense celebre por todo lo alto el triunfo de sus guerreros, pero el problema de fondo sigue intacto.
Pasa como en la FIFA. Los escándalos se controlan porque el negocio involucra a tantos estamentos que a nadie le interesa que los daños colaterales se conviertan en daños irreversibles. De modo que así nos va. Cuesta abajo y sin frenos.
Cierto que el futbol no se entiende sin la televisión, como es verdad que las televisoras imponen sus reglas pensando en sus beneficios. El asunto es que esa brutal influencia se da más aquí que en las ligas europeas, en las que tratan de armonizar lo deportivo y lo económico.
En nuestro país impera la cultura del agandalle, de modo que nadie se mueve sin la bendición de las dos cadenas que mal se reparten el pastel. Ahí no hay pobres, en todo caso una empresa deja migajas a su dizque competidora, que igual saca una gran tajada. Se parecen, eso sí, en su empeño por embrutecer a la audiencia.
Ese dueto que simboliza lo disparejo que es nuestro país pone y quita candidatos políticos, decide quién nos gobernará cada seis años y, para quien se oponga a sus designios, siempre habrá arsenal suficiente para denigrar a esos insensatos e insensatas. Mezclan verdades a medias con mentiras integrales y así juegan con el prestigio y la honorabilidad de la gente que no les es grata.
Y en el estadio de La Corregidora, como estaba previsto, no hubo sorpresa. Bastante hizo el equipo queretano con llegar a la final con todo y la rémora del devaluado Ronaldinho, más dedicado a la pachanga que a sufrir en las canchas.
La ilusión se disparó en los primeros 38 minutos con los tres goles queretanos que encogieron a la oncena de Torreón y dispararon el ánimo de los locales. Se quedaron cortos, pero hicieron la lucha mientras un sonriente Dinho engordaba su cuenta corriente sin pena ni vergüenza. Ese es nuestro futbol.