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Premio del Museo Nacional de Arte Mexicano a la revista Artes de México, en Chicago
A

demás de escribir Los nombres del aire, en 1987; Los jardines secretos de Mogador, en 2001, y La mano del fuego, en 2007, Alberto Ruy Sánchez hace que las mujeres suspiren por el puerto de Mogador, en Marruecos, y lo convierte en el escenario de novelas y cuentos. Además de sacar a bailar a todas las mujeres bonitas que asisten a la Feria del Libro de Guadalajara cada año, Alberto Ruy Sánchez dirige la revista Artes de México, que lleva 27 años de una vida esplendorosa.

A pesar de que los méritos de Ruy Sánchez saltan a la vista y son de su estatura, me parece que sería justo premiar ahora también a su mujer: doña Margarita Orellana, quien no ceja en su esfuerzo por difundir número tras número el patrimonio cultural de un país extraordinario.

Artes de México, fundada por Miguel Salas Anzures –a su vez creador del Museo de Arte Moderno–, editada en español y en inglés desde su primer número, recogió el gran acervo del arte popular en México. Ya Salas Anzures había dado a conocer mucha de la obra de nuestros artesanos, pero en 1966 la revista dejó de circular hasta que el consejo editorial, compuesto por amantes del arte y la cultura, decidió darle la dirección, en 1987, a Alberto Ruy Sánchez.

En 1988, salió el primer número de la nueva época de Artes de México, dedicada al Centro Histórico de la capital. Desde entonces, con más de 90 números, Artes de México difunde todo lo que artesanos y artesanas mexicanos han hecho salir de sus manos creativas.

¿Qué son las manos? ¿Qué significa trabajar con las manos? ¿Qué le dice una mano a otra? Que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha –dice la catequista de cara lavada que te inicia en la caridad cristiana. Los artesanos dependen totalmente de sus manos: cortan, ensamblan, cultivan, siembran, cosechan, tejen, bordan, guisan, construyen. Las manos son indispensables al abrazo; échame una mano, dame la mano; las manos están ligadas al trabajo, el trabajo duro y real. Hace años, un mandaderito, José Luis, me dijo: Mi mamá tiene su edad, pero se ve más acabada porque ella trabaja. ¿Y qué crees que yo hago? –salté enojada. Usted no trabaja con sus manos. Las manos son sagradas, las que reparten el agua y el pan; los discípulos de Jesucristo lo reconocieron por su forma de partir el pan después de su resurrección; las manos son las que se unen, las que acarician; de mano en mano sostenemos al mundo y le damos la vuelta; en la noche en torno al fuego nos tomamos de la mano; las manos nos expresan, la mano en el corazón es la del himno nacional, las manos sobre los pechos de la mujer son las del deseo, las manos sobre los ojos las del llanto y sobre las sienes, las de la desesperanza. Los niños a quienes les duelen los pensamientos se aprietan la cabeza con las manos y la madre de Gorki se limpia discretamente las lágrimas con la palma de la mano.

La revista Artes de México le lee la mano a todo el arte popular de nuestro país.

Artes de México ha publicado a más de 700 autores que aman la cultura popular y nos enseñan a conocer mejor no sólo a nuestra patria, sino a nosotros mismos. Sería muy atinado calificar a la revista de entrañable, adjetivo que puede atribuirse a Margarita de Orellana, quien trata con los artesanos, los acompaña y los atiende más allá de la divulgación de cualquiera de sus creaciones. Y si no, que lo diga la extraordinaria antropóloga austriaca Ruth Lechuga, a quien Margarita cuidó hasta el último día de su vida. Por esa razón, Ruth donó a México no sólo su casa, sino su colección de máscaras, de juguetes, de joyería, que se exhiben en dos departamentos del edificio Condesa.

Margarita es quien visita talleres familiares y habla con artesanos. Lo sabe todo de lacas, textiles, trajes, vitrales, vasos de Carretones, papel amate, alfarería, cerámica, alebrijes, máscaras, retablos, nacimientos, pirotecnia, cestería, loza de barro negro de Oaxaca, orfebrería, tallado en madera, carnavales y fiestas de santos patronos. Camina entre los artesanos y los interroga, y ellos se sienten en confianza con ella por el respeto y el cariño que les brinda. Viaja a los estados de Oaxaca, Chihuahua, Michoacán, Puebla, San Luis Potosí y muchos otros, y en todos encuentra artesanos que la reciben como a su gran amiga. Hay más de 6 millones de artesanos en México, la mayoría sabe quién es la alta historiadora Margarita de Orellana.

Frances Toor, que Diego Rivera llamaba Paca o Pancha, fue la primera en dar su lugar al arte popular en su libro, ilustrado con 100 dibujos del pintor Carlos Mérida: A treasury of Mexican folkways, cuya primera edición deslumbró a los compradores. En ella participaron artistas de la talla de Diego Rivera y Miguel Covarrubias, y fotógrafos de la de Edward Weston y Tina Modotti. Sabios como Alfonso Caso, Carleton Beals, Jean Charlot y Carlos Chávez enloquecieron con la cultura prehispánica y los tesoros de arte popular que México ofrece al mundo. René d’Harnoncourt, William P. Spratling, Pablo González Casanova padre, Miguel Othón de Mendizábal, Moisés Sáenz –quien se hizo de una extraordinaria colección de arte prehispánico– divulgaron y protegieron la vida y la creatividad de los artesanos.

Muchos artistas se han volcado sobre el arte popular. Recuerdo a Alberto Beltrán, grabador del Taller de Gráfica Popular, extraordinario dibujante que me introdujo a un México desconocido. El Museo de las Culturas Populares en Coyoacán lleva el nombre de Alberto Beltrán. Imposible no recordar a Mariana Yampolsky y a Tere Pomar, quien ahora cuenta con un museo en su nombre en Colima, como debería tenerlo Mariana con sus 60 mil negativos de fotografías tomadas a lo largo y lo ancho de nuestra República.

Artes de México ocupa el primer lugar en la difusión y preservación del valiosísimo acervo que significan las artes populares dentro de la vida de nuestro país, y nada más justo que el Museo Nacional de Arte Mexicano de Chicago, que dirige tan atinadamente Carlos Tortolero, premie a esta notable revista y a sus dos forjadores, el escritor Alberto Ruy Sánchez y la doctora en historia Margarita de Orellana, quien ha sabido dirigir esta revista como una artesana con el corazón en la mano.