n operativo de la policía suiza en coordinación con la justicia estadunidense derivó en la detención de siete directivos de la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA) en Zúrich, en vísperas de las elecciones de esta semana, en las cuales se anticipaba la relección del actual presidente del organismo, Joseph Blatter, para un quinto mandato. Los funcionarios son acusados de haber recibido durante casi 25 años sobornos y comisiones por un total de más de 150 millones de dólares. Por su parte, el Departamento de Justicia de Estados Unidos imputó en total a nueve miembros de la FIFA y a cinco dirigentes de empresas de marketing deportivo por haber aceptado presuntos sobornos de decenas de millones de dólares desde la década de los 90 a la fecha, así como por los cargos de crimen organizado, lavado de dinero y fraude bancario. Entre los 14 acusados se encuentran los siete funcionarios arrestados en Zúrich.
Las detenciones referidas constituyen un golpe contundente a la credibilidad del organismo rector del futbol, el cual ha protagonizado diversos escándalos desde hace años por actividades que incluyen el soborno y el presunto lavado de dinero. Lo anterior ha sido profusamente documentado en investigaciones periodísticas por lo menos desde la última década del siglo pasado y ha ameritado la apertura de diversas líneas de investigación judicial, pese a lo cual prevalece la impunidad para los altos funcionarios del organismo y quienes han lucrado indebidamente con el deporte y el espectáculo más popular del planeta.
Por mencionar algunos episodios de corrupción connotados del pasado reciente, en 2010 la justicia suiza señaló que Joao Havelange, ex presidente de la FIFA entre 1974 y 1998, y Ricardo Teixeira, dirigente de la Confederación Brasileña de Futbol entre 1989 y 2012, fueron sobornados a cambio de contratos exclusivos de derechos de televisión para la Copa del Mundo, lo que forzó al primero a renunciar al puesto de presidente honorario.
Ese mismo año, el catarí Mohammed Bin Hamman, del Comité Ejecutivo de la FIFA y presidente de la Confederación Asiática de Futbol, fue obligado a dimitir tras ser relacionado con prácticas de corrupción y soborno por 5 millones de dólares, aparentemente utilizados para comprar votos que favorecieran a su país como sede de la Copa Mundial de 2022.
Tales hechos son sólo botones de muestra del historial corrupto de un organismo que se ha vuelto un poder fáctico incuestionable, así como de gran peso político y económico, con una recaudación multimillonaria por patrocinios y derechos de transmisión de los mundiales por televisión.
Para ponderar el peso de la organización en el mundo contemporáneo, baste señalar que el mercado de acciones de Qatar cayó ayer con fuerza tras la noticia de la investigación suiza y estadunidense.
Pero los hechos que dieron pie al actual escándalo rebasan todas las cotas anteriores. Sería inaceptable, por ello, que las detenciones de ayer fueran vistas como punto final por los mandos de la FIFA y los gobiernos de los países en que éstos operan. Ante las pruebas recabadas, es claro que se requiere la formación de una comisión internacional que investigue y sanee a esa organización que, en voz de la justicia de Estados Unidos, ha hecho de los pagos ilegales y los sobornos una forma de hacer negocios
por encima de las leyes nacionales y en la más completa opacidad.