Más sobre la falta de figuras
La opinión de un crítico español
El carretonero del INE
ómo puede afirmar que hoy en México no hay figuras?, reclamó airado un admirador de Joselito Adame luego de ver por televisión su reciente triunfo en la Plaza de Las Ventas. Le recordé que figura es la que llena las plazas y de la que no pueden prescindir las empresas por antojadizas e impositivas que sean, y que además de exhibir valor, técnica, regularidad de actuaciones y sentido de competencia, debe poseer algo que la distinga del resto de los toreros: sello propio, inconfundible y recordable. A su notable uniformidad, nuestros coletas jóvenes enfrentan el pobre concepto de las empresas, comodismo y conformismo por lo que, como en épocas anteriores, prefieren quedarse acá como cabeza de ratón.
En la Feria de San Isidro la empresa de Madrid echó a los toreros mexicanos por delante –8, 9, 10 y 14 de mayo– en carteles modestos acordes con el nivel taurino de su país de origen, sin intención de enfrentarlos con los que allá figuran, sino apenas para cubrir el expediente de la reciprocidá y preparar el abordaje de la próxima temporada invernal en América, siempre tan generosa, tan ingenua, tan postrada.
Joselito repitió en la décima corrida, el 17 de mayo, con un encierro de El Montecillo y otra combinación diseñada por el enemigo, ahora con el francés Juan Bautista y el español Alberto Aguilar. El primero de Adame se rompió una mano y con su segundo, tras una fallida larga a porta gayola desplegó su tauromaquia dispuesta y enterada, con colocación, sentido de la distancia y estructuración, coronando su correcta labor con valiosa estocada, lo que se tradujo en una merecida oreja para contrariedad del gestudo y xenofóbico juez.
En contraste con las zalamerías de los analistas mexhincados hacia los diestros de fuera, hagan aquí lo que hagan y con lo que lo hagan, el crítico español José Ramón Márquez, a considerable distancia de publicronistas y positivistas, sobre la segunda actuación de Joselito Adame en Las Ventas escribió: “...Quien diga que Juan Bautista, Alberto Aguilar o Joselito Adame hicieron algo distinto los unos de los otros, miente como un bellaco. Los tres pusieron sobre la arena de Las Ventas los mismos, idénticos, argumentos basados en citar de la forma más alevosa y descarada con el pico de la muleta, no cruzarse con el toro, no cargar –más bien descargar– la suerte, andar dando carreritas entre pase y pase y sacarse al toro bien lejos en la mayoría de los pases. Es verdad que además hubo unos banderazos, de esos que te duelen en el alma, perpetrados por Juan Bautista y unos telonazos como los de Cantinflas en Chinchón propinados por su paisano el hidrocálido. Y luego hubo unos rugidos de pública satisfacción en el sexto cada vez que Adame daba una trincherilla, saliese como saliese.
“... Juan Bautista, en su segundo no escuchó ni un solo ‘ole’ ni un solo ‘bieeen’. Tristísimo trasteo el suyo puntuado por las mecánicas palmas de esos trescientos bondadosos seres que todo lo aplauden. Por contra, Sergio Aguilar agavilló ciertas simpatías populares a costa de su cogida y de la sensación de que su situación no es muy boyante, extremo éste siempre respetado en Madrid. No quiero ni imaginarme que dos de los toros que lleva Cuadri criando hace años le vayan a tocar a él, aunque lo mismo con ganado de más altura, se crece.
“Y para acabar, el hidrocálido. Se trajo una buena representación de paisanos repartidos por toda la plaza con la firme idea de sacarle en triunfo, cosa que no consiguieron totalmente al partirse una mano su primero y tener que cortar la faena casi en sus inicios. En su segundo, toro correveidile, perro de pelota, le dio un puñado de trapazos desde afuera sin aprovechar ni las condiciones bobas y trotonas del perritoro, le cantaron las trincherillas como oro molido y le jalearon como si estuviese dando una lección de tauromaquia cuando lo único que trajo a Madrid fue ventaja, destoreo y halago de las bajas pasiones del público menos exigente. Mató a recibir a la suerte natural en el tercio del 9 y dejó una buena estocada, que es –junto a un vistoso quite por zapopinas– lo único realmente reseñable de su actuación en esta prescindible y ya olvidada tarde.” Tomen nota, irredentos hispanópatas y orgullosos colonizados.
Carretonero del INE. Lo que más preocupa de la conversación telefónica grabada al ciudadano que pusieron al frente del inútil pero renovado Instituto Nacional Electoral –no confundirlo con el antiguo e inservible Instituto Federal Electoral– no es su intento de ridiculizar la indignación expresada por un indígena sino su limitado vocabulario para verbalizar sentimientos y pensamientos cuando no actúa en público. Entre reiterados cabrón
y no mames
el jovenazo del INE desplegó una ideología terrorífica que rebasa el racismo para instalarse en la debilidad mental. Y sí: Telerrisa de algún modo politiza.