a compleja experiencia de creación de un mercado eléctrico de generación y otro de suministro en México exige reflexionar con detenimiento lo que estos dos procesos podrán ser en un futuro próximo. Exageradamente próximo, a decir de algunos críticos. En el debate económico tradicional se discuten la viabilidad y la eficiencia del mercado. En los años cincuenta Kenneth Arrow y Gerard Debreu intentaron demostrar que un sistema de mercado puede ser comprendido en términos de tres de las premisas metodológicas neoclásicas: 1) racionalidad individual; 2) equilibrio del mercado, y 3) expectativas racionales. Y que utilizando dos técnicas matemáticas (convexidad y teoría de punto fijo) se podía demostrar que es posible lograr el equilibrio entre productores y consumidores. En este marco se habla de mercados perfectos cuando hay bienes homogéneos, gran número de vendedores y compradores, libertad de entrada y de salida, información perfecta sobre el bien y la situación de vendedores y compradores.
Se exige, además, que no se registren influencias extrañas en la determinación del precio ni prácticas depredadoras o monopólicas ni colusión o acuerdos que perjudican a compradores o vendedores. Y que compradores y vendedores logren maximizar su utilidad. Y, finalmente, garantía en la facilidad de movimiento y transferencia de los bienes que se comercializan. No más. Pero tampoco menos. Es la idea detrás del mercado eléctrico de México. Para eso se analizan y discuten las bases del mercado. Del mercado mayorista de la electricidad generada. Pero también de productos asociados, vinculados a la operación y desarrollo de la industria eléctrica, y necesarios para la eficiencia, calidad, confiabilidad, continuidad, seguridad y sustentabilidad del sistema. A decir de la Ley de la Industria Eléctrica (Ley), potencia certificados de energías limpias, derechos financieros de transmisión, servicios de transmisión y distribución y control operativo del sistema eléctrico nacional y los llamados servicios conexos. Estos últimos vinculados a la operación del sistema y necesarios para garantizar su calidad, confiabilidad, continuidad y seguridad, por ejemplo, reservas operativa y rodante, regulación de frecuencia, regulación de voltaje y arranque de emergencia, entre otros. Pero también deberá haber competencia perfecta en suministro.
Todos los demás componentes del proceso –transmisión, distribución y control– seguirán bajo un régimen regulado, sin competencia. Y con un supervisión estricta –Ley dixit– de su operación, pues sólo se reconocerán los llamados costos eficientes y una rentabilidad razonable. Y esto a través de las tarifas reguladas de transmisión, distribución, servicios conexos no incluidos en el mercado mayorista, suministro de servicios básicos, suministro de último recurso (en este caso tarifa máxima). Asimismo la tarifa regulada de operación del Centro Nacional de Control de Energía (Cenace), organismo encargado del control operativo del sistema eléctrico nacional, la operación del mercado eléctrico mayorista y el acceso abierto y no indebidamente discriminatorio a la red nacional de transmisión y las redes generales de distribución (el artículo 108 de la ley le otorgan 33 facultades).
Así, si uno quisiera saber cuál es el precio final del suministro eléctrico, será necesario agregar a los cargos de energía (resultado de la competencia), los cargos regulados de transmisión, distribución y servicios conexos no incluidos en el mercado mayorista y los cargos de operación del Cenace.
Para el precio final hay que agregar el cargo por suministro, sólo competitivo en el caso de los usuarios calificados. ¿Por qué no en todos los casos? Porque todo usuario que no sea calificado recibirá el suministro básico. Y este suministro tiene –como la transmisión, la distribución, los servicios conexos no incluidos en el mercado y la operación del Cenace– tarifa regulada, calculada por la Comisión Reguladora de Energía (CRE). La CRE es responsable de reconocer solamente los costos llamados eficientes y la rentabilidad identificada como razonable. Aquí se incluyen, por cierto, los usuarios básicos que recibirán la tarifa fijada por el Ejecutivo federal, quien (¡faltaba más!) podrá determinar –según indica el artículo 139 de la Ley– un mecanismo de fijación de tarifas distinto al de las otras tarifas finales. Y esto para determinados grupos de usuarios del suministro básico.
Datos oficiales de hoy (www.sie.sener.gob. mx) señalan que en 2014 hubo 38.4 millones de usuarios. Del sector residencial 34.0 millones. Cerca de 300 mil industriales (incluyen los pocos del sector transporte). Y el resto (4.1 millones) de los sectores comercial, bombeo de aguas para riego agrícola, de servicios de alumbrado, de bombeo de aguas potables y negras y de servicio temporal.
En ese mismo 2014 se compraron 208 millones de megavatios hora (TWh). Los cerca de 300 mil industriales 121 TWh, que sumados a un autoabastecimiento de 37 TWh, consumieron 158 TWh. Representan 64 por ciento del consumo final registrado, suma de ventas y autoabasto. Es difícil pensar que todo usuario industrial se convierta en calificado. Menos aún al inicio del mercado. Una estimación libre
permitiría pensar en que sólo algunos de los mil usuarios de alta tensión y de los más grandes
de los 300 mil de media tensión, se convertirán inicialmente en calificados. ¿Por qué? No cumplirían requisitos. O porque aun cumpliéndolos, buscarían coberturas. El resto de usuarios y energía formaría el suministro básico. Al menos inicialmente, mayoritario. Con suministradores básicos que podrán contratar coberturas desde el inicio, según señalan los transitorios de la Ley. Y sólo una parte pequeña de la energía vendría de compras en el mercado spot. Los términos de las bases del mercado van a influir en ello. Pero si sólo una parte menor viene de esas compras de mercado spot, el mercado sería de pocos participantes y baja capacidad de hacer transacciones que influyeran en los precios. Y con ello, que no se cumplirán los requisitos del mito de la competencia perfecta. Y esa parte mínima sería incapaz de determinar con solvencia los precios de la energía. Y nacería un mercado eléctrico débil. Y todo lo que de él se deriva. Incluida la instalación de capacidad necesaria. Las experiencias internacionales lo muestran. Sin duda.