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“Las barras son un peligro cuando amenazan el negocio del balompié”

La violencia no es por el futbol, sino por un país en crisis, dice investigador
 
Periódico La Jornada
Jueves 21 de mayo de 2015, p. a13

El estadunidense Bill Buford escribió en su libro Entre los vándalos (Anagrama, 1992), sobre los hooligans en la década de los 80, que la violencia en el futbol era una respuesta a la frustración social. Sobre todo porque los partidos eran una válvula de escape a las condiciones de crisis económica y desempleo que asfixiaban a los jóvenes ingleses en aquellos años.

El investigador mexicano Samuel Martínez coincide con esa mirada sobre el fenómeno de la violencia en el balompié, después de una semana en la que los titulares se han inundado con noticias sobre el tema.

El pasado jueves el ataque de barras de Boca Juniors a jugadores del River Plate en Argentina; el domingo disturbios en las calles de Lisboa por el título del Benfica y, la más estruendosa para el futbol mexicano, el choque de la barra del Atlas con la policía en las gradas del estadio Jalisco.

Lo que ocurrió esta semana es interesante, a pesar de que se trata de ligas diferentes y países distintos. Hay un contagio, una imitación de comportamientos, dijo Martínez.

Estas expresiones en el inmueble de los Zorros, explica el integrante de la Red de Investigadores sobre el Deporte, son puestas en escena que comunican a sus actores con los hinchas de otras latitudes, que los identifica en cuanto a los valores que comparten y los códigos con los que se rigen.

“Para los barrasbravas del Atlas, estas acciones se justifican al decir que lo hicieron por pasión o amor al equipo. Ellos no lo ven como actos violentos, sino como parte de hinchar por su equipo y en ese sentido establecen comunidad con fanáticos de otras partes del mundo”, refiere.

Explica que en el balompié estas expresiones se desbordan más que en ningún otro deporte moderno, porque justamente el sistema de lo que llama futbol-espectáculo se basa en la explotación de la pasión.

Ésta es el gran gancho que promueve el consumo, que es lo que finalmente hace que gire este negocio del futbol-espectáculo y produzca ganancias. Y todo gira en torno a este discurso de la pasión que se promueve en los medios de comunicación, en la publicidad, pero también desde los jugadores, entrenadores, directivos y federativos, agrega.

Hasta ese momento –continúa el investigador– los fanáticos son tolerados en cuanto son consumidores que forman parte de este espectáculo y negocio en torno a la pasión de la rivalidad.

Señala que el problema surge cuando al desbordarse, al no poder ser controlados, ponen en riesgo la lógica de dominación vertical que viene desde la FIFA y atraviesa federaciones y ligas.

“En cuanto las barras empiezan a alejar a la gente de los estadios, a los consumidores, cuando comienzan a generar imágenes negativas de las marcas –porque los clubes son marcas–, en ese momento actúan para resolverlo, porque significa pérdida de consumidores”, apunta Martínez.

Entonces –resume–, todo lo que amenaza el negocio del balompié-espectáculo será condenado y se buscarán medidas, casi siempre severas y poco afortunadas, para extirpar lo que amenaza sus intereses.

Sin embargo, hay una arista que atrae la atención del investigador sobre lo que ocurrió en el Jalisco. Para él, la violencia que hubo en el estadio no tiene nada que ver con el futbol, sino con la crisis de un país en el que viven millones de jóvenes pauperizados.

En el caso de México, estos actos ocurren en el contexto de una nación con tasas altísimas de asesinatos en los años recientes, miles de desaparecidos, altos niveles de corrupción e impunidad, que asombra que la violencia no se ha desbordado en el futbol mexicano. Al menos no a los niveles a los que se ha llegado en otros países, señala Martínez, quien asegura que el verdadero reto para enfrentar el problema es aplicar programas integrales de educación a estos grupos sociales.