Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Kilómetros
Miguel Santos
De la carta enviada por
Funes el Memorioso a
don Lorenzo de Miranda
Juan Manuel Roca
Desierto amor
Diana Bracho
Viaje a Indochina:
un periplo por el
sudeste asiático
Xabier F. Coronado
Vietnam, el nuevo
tigre de Asia
Kyra Núñez
Fuga de cerebros
Fabrizio Lorusso
Leer
Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
Ricardo Yáñez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Galería
Jaime Muñoz Vargas
Cinexcusas
Luis Tovar
Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
@JornadaSemanal
La Jornada Semanal
|
|

Ricardo Yáñez
Marcial
Habría cumplido –para mí apenas– sesenta años la semana que acaba de pasar. Nuestra ciudad es cruel, y no resulta fácil ver a los amigos; sin embargo ahora me parece que dada tal circunstancia nos encontramos muchas veces, casi siempre en la bohemia, aunque algunas nada más en la política, dicho quizá mejor (ignoro si al respecto habrá consenso), en la resistencia cultural. Una única ocasión lo vi molesto, enojado, de ánimo turbio, quién sabe por qué. De ahi en más, contento, generoso, atento, entretejiendo bien el hilo de la conversación, de –tenía oído absoluto– la canción. Puede que pasara por amiguero, pero era que sabía ser amistoso, y sobre todo ser amigo. Lo que como su apellido queda, Alejandro, era su segundo nombre (hasta la adolescencia ocultó el primero, pero un día de confidencias con Arturo Cipriano, quien hacía lo propio con su segundo, cuasi ritualmente decidieron que privilegiarían el antes relegado). Largo y tendido nos vimos en Jalapa, Guadalajara, Morelia… Cerraré recordando que en la capital michoacana, flanqueado por sus hijos Luz y Marcial, a quienes abrazaba querendón, y girando la voz a su derecha, a su izquierda, efusivo, bromista expresó: “La mujer de mi vida…, y mi amor imposible.” |