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Volumen coordinado por Laura Suárez de la Torre y editado por el instituto Mora

“Los papeles para Euterpe abre las puertas al edén musical que fue el siglo XIX mexicano”

El pianista Ricardo Miranda recomendó su lectura a los sordos adeptos de las esperanzas aztecas, las orquestas juveniles y demás engaños sociomusicales que se han puesto de moda

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En el acto estuvieron Alberto Vital, académico de la UNAM; María Esther Pérez, moderadora; el musicólogo Ricardo Miranda, y la autora, Laura Suárez de la TorreFoto Roberto García Ortiz
 
Periódico La Jornada
Domingo 10 de mayo de 2015, p. 4

Un vendaval de aire fresco de cara a la apolillada musicología que sobre el siglo XIX han intentado en tiempos recientes algunos otros colegas, eso ha sido leer Los papeles para Euterpe: la música en la ciudad de México desde la historia cultural, siglo XIX, expresó el pianista y musicólogo Ricardo Miranda en la presentación del libro, editado por el Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora.

El volumen, coordinado por Laura Suárez de la Torre, es el resultado de 11 trabajos dedicados al entorno en el que floreció la música mexicana en la centuria antepasada. Desde la particular perspectiva académica de Miranda, el tomo se ocupa de varios fenómenos económicos y socioculturales desatados por la música y, en su primera parte, del fascinante asunto del consumo de partituras e impresos.

De acuerdo con el investigador, cada trabajo abre puertas que habían estado cerradas, bien por falta de llaves, bien por la prisa que algunos hemos tenido para abrir otras que nos parecen más llamativas. Los musicólogos, claro está, nos dejamos atraer por las pautas y sus secretos, así que agradezco que quienes participan en este libro hayan encontrado las llaves de tantas otras puertas que permiten darse cuenta de aquel edén musical que fue el siglo XIX mexicano.

Lógica, sensatez y consejo

La segunda parte de Los papeles para Euterpe... sale de los talleres de imprenta y almacenes de música para meterse a la arena pública. Aquí, Miranda hizo hincapié en el fascinante tema del trabajo de María Eugenia Chaoul, quien, contra toda lógica, sensatez y consejo, se metió en escuelas públicas de la ciudad de México para sentarse en las infumables clases de canto que ahí se impartieron durante el medio siglo que terminó en la Revolución.

Recomendó la lectura de este ensayo a “los sordos adeptos de las esperanzas aztecas, las orquestas juveniles y demás engaños sociomusicales que se han puesto de moda. Cuando María Eugenia Chaoul nos regala aquello de ‘no se trata de que los niños canten arias’ parece que estoy sentado escuchando a reconocidos funcionarios culturales o gubernamentales que piensan que la música puede resolver la corrupción de la policía o que no entienden qué clase de educación se requiere para que la música sea parte de la formación cotidiana de nuestros jóvenes”.

Para Alberto Vital, director del Instituto de Investigaciones Filológicas, de la Universidad Nacional Autónoma de México, el presente volumen es un homenaje a impresores decimonónicos, auténticos héroes en el esfuerzo simultáneo por crear un público para distintas artes y por contribuir a la profesionalización de la composición sonora y de la enseñanza y divulgación de la música, y también, por qué no, insertarse en las élites mexicanas al aprovechar el capital simbólico de que gozaban tanto la música como algunos instrumentos, es especial el piano, como demuestra Olivia Moreno Gamboa en su texto.

Laura Suárez de la Torre señaló que detrás de este libro está un proyecto anterior para el bicentenario en el que Olivia Moreno había sido convocada a preparar una exposición en el Museo Nacional de Arte sobre partituras del siglo XIX. El proyecto, como muchos otros, no pudo llevarse a cabo, pero Olivia me propuso proseguirlo y fue así como el grupo original convocado para ello se ocupó de organizar un nuevo proyecto alrededor de los impresos musicales.