n la etapa, venturosamente ya concluida, de crecimiento acelerado a cualquier costo, se atribuye a un ministro a cargo del ambiente haber declarado, célebremente, que para mantener tal ritmo de avance China requeriría de los recursos naturales de otros planetas. En efecto, con tasas reales de dos dígitos, el crecimiento de una economía de la magnitud de China resultaba insostenible, material y políticamente. No parecía posible depender del uso creciente de recursos naturales provenientes de otros países. Numerosos países estuvieron dispuestos a privarse de ellos ante la ventaja inmediata de aumentar sus ingresos de divisas por exportación. Empero, en función de su propio desarrollo, no resultaba sostenible una exportación desmedida y creciente, que aumentaba el riesgo de agotamiento de los no renovables y de sobrexplotación de varios renovables, como bosques y pesquerías. En China misma, el rápido y creciente deterioro del ambiente no podía seguir sin freno. El resto del mundo, en especial los países avanzados, no vio sin inquietud que China usara proporciones crecientes de las reservas mundiales de minerales y energía. Ahora China anuncia una nueva normalidad
, que supone un crecimiento menos rápido, con menor dependencia de recursos naturales importados y mayor atención al cuidado y restauración del medio. Ahora adquiere otro sentido la noción de usar los recursos, no de otros planetas, sino de, en un sentido casi literal, crear en éste nuevos recursos o abrir nuevas fronteras. Esta noción es el común denominador de dos proyectos ambiciosos, que han atraído atención en los últimos meses: ampliar el área territorial de algunos islotes en el Mar del Sur de China, por una parte, y por otra, acelerar la actividad de exploración científica en la Antártida.
La construcción de islas
en áreas del Mar del Sur de China fue denunciada a principios de marzo, con claro sentido de alarma, por el viceprimer ministro de Vietnam, quien señaló que China utilizaba algunos arrecifes para construir sobre ellos vastos edificios, muelles y helipuertos. En especial se señaló el caso del arrecife Subi dentro del archipiélago de las Spratly, zona marítima reclamada por China, Filipinas, Indonesia y Vietnam. Un poco antes, en febrero, el gobierno filipino había levantado una protesta diplomática en Pekín por acciones similares sobre el arrecife Mischief y el banco Scarborough. Como aclara una nota publicada el 31 de marzo por el Financial Times, Japón también ha intentado construir islas, como parte de un esfuerzo por fortalecer su reclamo de zona económica exclusiva alrededor del atolón coralífero Okinotorishima
, en el Mar Oriental de China, a unos mil kilómetros de distancia de Tokio. Además de cimentar construcciones sobre la masa coralina, se procura la extensión natural
del atolón, pues el derecho del mar sólo admite reclamos alrededor de formaciones naturales.
Las reacciones recientes, que recuerdan a la suscitada en Vietnam hace un año ante el inicio de actividades de exploración petrolera en áreas marítimas en disputa, suspendidas prontamente por China, dio lugar a una declaración formal de Pekín de que las instalaciones que se construyen en diversos islotes y arrecifes del Mar del Sur de China podrán ser usadas por terceros países, sobre todo para operaciones de búsqueda y rescate, refugio de embarcaciones, operaciones contra la piratería y actividades de investigación científica, al tiempo que no se interferirá con los derechos de sobrevuelo pacífico y de libre navegación comercial en el área. Facilitarán también, dijo un vocero de la armada china a principios de mayo, las acciones de cooperación internacional en esa zona (People’s Daily, www.en.people.cn).
Los medios informativos de China han subrayado la necesidad de que el país fortalezca su capacidad de búsqueda y rescate en los mares que lo rodean y, al mismo tiempo, pueda aprovechar los recursos naturales del área, tanto en materia de pesca como de explotación del subsuelo marítimo. Puede augurarse que, en los decenios por venir, las nuevas islas
construidas por China abrirán otras fronteras para la explotación de tales recursos, mediante acciones propias o por medio de acuerdos internacionales.
Tal es el caso del acuerdo bilateral con Australia, que facilitará las actividades de investigación en la Antártida. China parece haberse colocado a la cabeza de los países que, con visión de muy largo plazo, impulsan operaciones de exploración geográfica, climática, prospectiva y otras actividades de investigación científica en la Antártida, quizá la última, la menos conocida y probablemente la más promisoria de las fronteras naturales del planeta. Como se sabe, este continente está regido por el Tratado de la Antártida, firmado hace más de medio siglo (visítese www.ats.aq/e/ats.htm). Existen dos categorías de miembros: 29 consultivos y 21 no consultivos, que participan en las reuniones pero no en la adopción de las sesiones. De América Latina son miembros consultivos Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, Perú y Uruguay; en tanto que Colombia, Cuba, Guatemala y Venezuela tienen estatus no consultivo. Es flagrante la ausencia de México. El tratado limita sólo a las pacíficas las actividades que pueden desarrollarse, consagra la libertad de investigación científica en el territorio y establece el libre acceso a los resultados de las observaciones científicas que en él se desarrollen. El tratado también desconoce cualquier reclamo territorial sobre la superficie continental de la Antártida.
El acuerdo bilateral Australia-China, con duración de cinco años a partir de 2014, brinda facilidades de abrigo y reabastecimiento a los navíos y aeronaves chinos destinados a exploración en la Antártida. Facilita el acceso, dice un reportaje reciente, “a una región con vastos recursos minerales, incluso hidrocarburos, enorme riqueza de vida marina, con especies ricas en proteínas, y a incalculables volúmenes de agua dulce, preservados en los glaciares (Jane Perlez, China, pursuing strategic interests, builds presence in Antartica
, The New York Times, 3/5/15). Mientras otros países han reducido su actividad en la zona, China la está multiplicando. Tiene en cuenta que el actual tratado fenece en 2048 y desea estar bien posicionada para el momento en que la Antártida se abra a la explotación comercial de sus recursos. El Instituto de Investigación Polar chino ha creado recientemente un departamento dedicado al estudio de los recursos, legislación aplicable, derecho internacional, geopolítica y gobernanza en el continente antártico. China cuenta con cinco estaciones de investigación, una menos que las de Estados Unidos, y por encima de las tres australianas. Construye actualmente un rompehielos de avanzada, con inversión de 300 millones de dólares. La visión a largo plazo no siempre es mencionada entre los factores que explican la mayor influencia global de China, pero es, sin duda, uno de los más importantes.