stamos a la mitad de una batalla política trascendental para el futuro de México. De lo que pase en estos meses, a la mitad del gobierno de Peña Nieto, dependerán muchas cosas importantes mañana. Por ejemplo, si conservamos la soberanía o no la conservamos; si la riqueza de nuestro país, que es mucha, se sigue distribuyendo en forma inequitativa o si podemos pronto tener, para todos y no solamente para unos cuantos privilegiados, lo necesario para crecer, vivir en plenitud, ser felices. Si logramos, por ejemplo, niños y jóvenes con escuelas, salud, alimentos, agua, seguridad, futuro. Por ejemplo, si lo nuestro se seguirá dejando en manos extrañas o volveremos a manejarlo nosotros. Si todos podremos tener trabajo digno con ingresos suficientes y justos, educación para nuestros hijos, gratuita y de calidad, todos salud, alimentos, aire puro y agua suficiente.
Pero no habrá nada de eso si no cambiamos el rumbo absurdo, verdadero despeñadero por el que se lleva al país hoy por hoy. La batalla, si la perdemos, desembocará en un porvenir similar al presente, igual de caótico, igual de desigual e igual de injusto. Pero si la ganamos, podemos esperar un futuro de libertad, equidad, reparto equitativo de la riqueza, seguridad y orden. Por todo esto no podemos cansarnos; debemos darnos oportunidad de seguir luchando y poner en ello lo que esté de nuestra parte; vale la pena.
Los insurgentes, armados con fusiles rudimentarios y con armas improvisadas cuando se enfrentaban a los ejércitos realistas, escuchaban de sus jefes la orden de combate: Un tiro y al machete
; gastaban su dotación de pólvora para un solo disparo y entonces sonaba el clarín con las notas de zafarrancho de combate
. Al oír el toque esperado, todos se lanzaban con sus machetes, sus lanzas improvisadas, sus piedras y sus garrotes a la batalla campal, a deshacer las filas de los bien armados e impecablemente uniformados soldados del virrey.
La batalla de hoy es parecida; las elecciones del 7 de junio son decisivas, son un disparo que debe ser certero, dar en el blanco, como dio en el blanco la recolección de firmas para la consulta popular sobre energéticos; no fue trabajo inútil, se recopilaron en tal número que el gobierno se aterrorizó y frenó arbitrariamente el proceso con la mano de gato de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Esta nueva batalla es otra vez desigual. Están, por un lado, un conjunto de propuestas, de soluciones necesarias escuchadas a la gente; es una invitación a la participación, franqueza y entusiasmo; por el otro, es publicidad cara de agencias especializadas en embaucar, manipulación, dádivas, a veces denigrantes, objetos baratos, que los pobres no pueden comprar porque el injusto sistema no se los permite. Son, en manos de los tramposos, un señuelo que se levanta frente a ellos, al alcance de su mano, a cambio de un voto viciado de antemano por su motivación y por ser generado por la manipulación de la pobreza, previamente provocada y cultivada perversa y persistentemente.
La forma es fondo, decía Jesús Reyes Heroles, un priísta diferente a los de hoy, porque pensaba por sí mismo; recordamos ahora su reflexión al constatar las formas tan diferentes y contrastantes de las campañas políticas; como son éstas, seguramente serán también las formas de actuar en el poder de quienes las promueven, planean y ejecutan. Unas, las de los partidos del sistema, van dirigidas a los ojos y a los oídos de los votantes; otras, de la oposición que aún está de pie, reducida a un solo partido, van dirigidas a la inteligencia y a la conciencia de los posibles votantes. La forma es fondo; los que dan cosas y obsequios en sus campañas lo hacen como una inversión y esperan, si obtienen el triunfo, las ganancias, los rendimientos de lo invertido, ganancias que se concretarán en puestos públicos, altos sueldos, moches, negocios, oportunidad de extorsiones y hasta hurtos descarados y no sancionados.
Los que, en cambio, pretenden convencer con ideas y hacen una campaña inspirada en la ética lo que esperan es servir a sus votantes, a su comunidad, a su nación.
La lucha política está así empeñada; los indignados emplearemos el único tiro del fusil con que hoy contamos. El 7 de junio, al emitirse el voto, se hará lo correcto, se estará consumiendo un nuevo cartucho de pólvora y, si no es suficiente, de cualquier modo la lucha no ha concluido. Quedan los demás caminos, los de la resistencia civil, la búsqueda de la revocación del mandato, la organización ciudadana, la convocatoria a un nuevo constituyente; reclamando con otras herramientas y por otros caminos el cambio indispensable para salvar a México y asegurar su futuro como una patria para todos y no para unos cuantos. Eso no dejará de perseguirse, no podemos perder la esperanza.
México, DF, 1° de mayo de 2015.