La (otra) Operación Jalisco
Riesgo para el PRI
Alfaro, revancha cantada
Papá Leonel y Lagrimita
a descomunal respuesta del cártel de mayor poderío y expansión en lo que va del sexenio peñista, el Jalisco Nueva Generación, ante el amago de aprehender a su máximo dirigente (Nemesio Oseguera Cervantes, apodado El Mencho) o a alguno de sus inmediatos subalternos, tiene como telón de fondo una acelerada descomposición del gobierno estatal a cargo de Jorge Aristóteles Sandoval (JAS), un priísta cuyos constantes desaciertos han llevado al partido de tres colores a un riesgo cierto de perder en esa entidad los estratégicos comicios en puerta, en los que además de diputados federales se elegirán los locales y las presidencias municipales.
La explosión de violencia múltiple (no sólo en Jalisco, sino en otras de las áreas de influencia del CJNG, como Colima, Michoacán y Guanajuato) y el retador derribamiento de un helicóptero de la Secretaría de la Defensa Nacional (con saldo de tres militares muertos y otros tantos desaparecidos, y más de una decena de soldados, policías federales y civiles heridos) tienen como antecedentes cercanos la ejecución en Ocotlán, el pasado 20 de marzo, de 10 personas, cinco de ellas miembros de la Gendarmería de la Policía Federal, y la de 15 agentes estatales en Sebastián del Oeste, en abril. Pero ha de recordarse que a unos días de que el gobernador Sandoval tomó posesión del cargo fue ejecutado su secretario de turismo, un empresario que a pesar de un historial salpicado de episodios oscuros fue integrado al gabinete, y que en septiembre de 2014 fue también asesinado un diputado federal priísta.
La mala gestión del gobernador Sandoval ha fortalecido la figura de Enrique Alfaro, un ex priísta que fue su opositor en los comicios de 2012 y estuvo a un tris de quedarse con el mando estatal (con un gran arrastre en la zona metropolitana de Guadalajara, aunque el PRI compensó las pérdidas urbanas con una abundante cosecha de voto rural). Ahora, en una especie de revancha cantada, Alfaro busca la presidencia municipal de la capital jalisciense (y, de ganar, otra vez iría por la gubernatura) y otros miembros de esa corriente han sido postulados con grandes posibilidades de triunfo en otros municipios.
Ese alfarismo lleno de claroscuros parecería imparable por los constantes yerros del frívolo equipo que mal gobierna Jalisco y de los cuales se tuvo noticia de difusión nacional con las andanzas del padre del gobernador, el magistrado judicial Leonel Sandoval, convertido en activista del PRI y en orgulloso promotor de violaciones a la legalidad electoral mediante acuerdos con autoridades (respecto a los claroscuros alfaristas arriba mencionados, ha de decirse que los oscuros van destacándose a medida que avanzan las campañas electorales, sobre todo en cuanto al pacto y cesión de candidaturas a un segmento de panistas, en especial al grupo encabezado por el ex gobernador Emilio González Márquez, aliado del ultraconservador jefe religioso Juan Sandoval).
De haber continuado la inercia política y electoral existente en Jalisco antes del estallido violento del pasado primero de mayo, nada parecería detener la derrota avisada del PRI y del gobernador Sandoval y el triunfo del alfarismo-emilista, que además daría en la entidad un cuantioso número de sufragios al partido Movimiento Ciudadano, suficientes para apuntalar la conservación del registro de esa agrupación que no ganó votos de indulgencia en Los Pinos al dar una candidatura a diputado federal al peñistamente proscrito Marcelo Ebrard, postulación luego retirada con retorcimientos jurídicos por el tripulado tribunal electoral federal.
La irrupción del factor del crimen organizado en traje de combate en la plaza tapatía largamente concertada (Luis Carlos Nájera, quien fue secretario de seguridad pública durante el gobierno panista de González Márquez, fue conservado por el priísta Sandoval, agregándole el área de la procuraduría de justicia, para convertirlo en todopoderoso Fiscal General del Estado, en una clara búsqueda de continuidad de acuerdos de paz
) podría trastocar el ritmo y la profundidad de las campañas electorales en curso y propiciar la irrupción del ánimo conservador apegado a la autoridad y sus medidas de mano dura.
Por lo pronto, mientras la atención pública se posaba en los detalles de la poderosa demostración de fuerza de un cártel que hasta ahora ha parecido especialmente beneficiado por las acciones federales contra sus adversarios (limpieza de templarios en Michoacán para dar paso a segmentos de autodefensas armados y financiados por el CJNG y golpes secos a zetas y los cárteles del Golfo y de Sinaloa, con todo lo cual el jalisciense se colocó con rapidez como el dominante a nivel nacional), en el plano político se abría la puerta en el tribunal electoral de Jalisco a la reinstalación del payaso Lagrimita como candidato a la presidencia municipal (postulación siempre pensada en razón de confrontar y desacreditar a Alfaro) y, además, se declaraba que no tenía sustancia ni era de atenderse ninguna de las acusaciones contra el papá del gobernador, el magistrado Leonel Sandoval pillado en grabaciones hablando del control sobre ese tribunal y otras autoridades.
La otra Operación Jalisco tiene al senador Arturo Zamora como nuevo secretario de acción electoral del PRI nacional, quien visitó la entidad occidental unos días antes del terrorismo urbano desatado por el CJNG. Zamora fue candidato a gobernador contra González Márquez y fue desgastado por el gobierno de Felipe Calderón al acusarlo de nexos contra el narcotráfico que pasados los comicios ya no se confirmaron. Y el mismo Zamora había sido una especie de interventor del gobierno federal en la administración del inexperto Aristóteles Sandoval, en condición de secretario general de gobierno, cargo del que hubo de salir el citado Zamora en meses pasados por malos entendimientos políticos con el propio gobernador jalisciense que ahora pareciera estar bajo fuego no sólo del cártel de casa, sino de políticos federales inconformes con los tratos, arreglos y resultados de ese mando tapatío. ¡Hasta mañana!
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