Opinión
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La Guerra por el DF
Azoro permanente
N

o importa cuantas veces la visite, no deja de sorprenderme la belleza y grandiosidad de la plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. Era una ciudad gemela de Tenochtitlan, la cual detentaba el poder político e ideológico, mientras Tlatelolco, la actividad comercial.

Llegó a desarrollar un mercado de tal importancia y dimensiones que causó gran impresión a los españoles. Hernán Cortés lo describe detallada y largamente en la Quinta carta de relación, que le envió al rey Carlos V de España. Transcribimos unos fragmentos:

... Tiene otra plaza tan grande como dos veces la ciudad de Salamanca, toda cercada de portales alrededor, donde hay todos los géneros de mercadurías que en todas las tierras se hallan, así de mantenimiento como de vituallas...

Tras una larga reseña de todas las mercaderías llega el momento en que declara: ...Finalmente, que en los dichos mercados se venden todas cuantas cosas se hallan en toda la Tierra, que demás de las que he dicho son tantas y de tantas calidades, que por la prolijidad y por no me ocurrir tantas a la memoria, y aun por no saber poner los nombres, no las expreso....

Esto nos da una idea de la grandeza de esta ciudad, que finalmente en 1473 terminó siendo súbdita de la poderosa Tenochtitlan.

Después de la conquista fue el sitio elegido por los franciscanos para levantar el Colegio Imperial de la Cruz, donde se educó a talentosos jóvenes indígenas que aprendieron a la perfección latín y español. Muchos de ellos colaboraron con el insigne fray Bernardino de Sahagún en la elaboración de la Historia de las cosas de la Nueva España y del Códice Badiano. A lo largo del siglo XIX y parte del XX funcionó como prisión.

A un costado del Templo Mayor construyeron el soberbio templo-fortaleza de Santiago, que aún se yergue mostrando las mismas piedras de los templos prehispánicos que lo rodean. Curiosamente los basamentos de las torres tienen unas alfardas como las de los templos tlatelolcas. El interior perdió los retablos barrocos que alguna vez lo adornaron y tras muchos años en el abandono finalmente fue restaurado. El interior es sobrecogedor por sus dimensiones y sobriedad. Despojado de sus preciados tesoros, aún conserva algunas obras de relevante valor histórico y estético.

Sobresalen las pechinas que muestran a los cuatro evangelistas, montados cada uno en su símbolo: el águila, el león, el toro y el ángel. Son extraordinarias por su dimensión y belleza, al igual que la imagen colosal de San Cristóbal. El patrono Santiago, soberbia talla estofada, está colocado en un tríptico dorado y aparece acompañado de indígenas vencidos. Conserva una gran pila bautismal de piedra, donde, se dice, bautizaron a Juan Diego. Las ventanas muestran coloridos vitrales azules y rojos, con diseños contemporáneos, obra del artista y escultor de origen alemán Matias Goeritz.

En los años 60 del siglo XX se emprendió un ambicioso proyecto para revitalizar la zona. Se excavaron los restos de la antigua ciudad indígena, se culminó la restauración del templo de Santiago, se levantó un magno conjunto habitacional y se construyó la sede de la Secretaría de Relaciones Exteriores; actualmente es un Centro Cultural de la UNAM. El conjunto se bautizó muy acertadamente como la Plaza de las Tres Culturas. Cada una de ellas: prehispánica, virreinal y el México moderno, están representadas con extraordinarias construcciones que conviven en gran armonía.

Ahora se impone una rica comida; en la cercana calle de Moctezuma 12, se degusta el mejor pozole guerrerense de la ciudad. En un departamento de un modesto edificio, la familia Álvarez Garduño lo prepara desde hace tres generaciones. Los martes, jueves y sábado ofrecen además del pozole blanco, el verde, que es una joya gastronómica. Se acompaña con aguacate, chicharrón y ¡sardinas!, al estilo guerrerense. ¡Delicioso!

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