no de los peores momentos de Juan Carlos durante su reinado de casi 40 años fue cuando tuvo la ocurrencia de irse secretamente de cacería a África en medio de la grave crisis económica que padecían la mayoría de los españoles. Aunque los medios de ese país habían cuidado celosamente la imagen de los reyes, hace tres años criticaron duramente a quien el dictador Francisco Franco designó en el trono. Además, durante el safari para matar elefantes en Botsuana Juan Carlos se rompió la cadera. Y lo acompañaba su amante, la aristócrata
alemana Corinna zu Sayn-Wittgenstein. Ese episodio le valió a Juan Carlos el repudio generalizado. Hasta tuvo que renunciar al cargo de presidente honorario de una de las organizaciones defensoras de la naturaleza más conocidas del planeta.
No era la primera vez que el ex rey salía al extranjero de cacería. Fue a Rumania a matar osos durante la dictadura de los Ceausescu. En un demoledor texto, el escritor Fernando Vallejo denunció que emborrachaban a los osos para que el monarca no fallara a la hora de matarlos.
En México se criticó también a la cantante Lucero por presumir un viaje africano con fines de cacería, junto con su novio, el empresario Michel Kuri. En una de las imágenes publicadas se observa el rostro de la artista con manchas rojas, presumiblemente de la sangre de uno de los animales que ella y su novio mataron.
En el safari también participaron el hijo mayor del empresario y los dos que la actriz de telenovelas tuvo con el cantante Manuel Mijares. Fueron tantas las críticas que Lucero recibió en las redes sociales y de los defensores de los derechos de los animales, que tuvo que desistir de participar en el Festival de Viña del Mar, Chile. Tampoco engalanó el Teletón que cada año organiza la empresa Televisa. Lucero protestó por publicar fotografías de su vida privada
. Dijo que sus hijos no hacen uso ni están involucrados con armas de fuego: sólo practican tiro al blanco con rifles de postas o diábolos, supervisados por adultos expertos en el tema
.
En las semanas recientes, las redes sociales de Oaxaca se dieron vuelo con otra cazadora: la señorita Ángeles Zorrilla, quien en su cuenta de Instagram divulgó una fotografía donde aparece muy sonriente presumiendo su trofeo: un venado de espectacular cornamenta. Con una de sus manos Angelita de la muerte toma uno de los cuernos del venado y con la otra sostiene un rifle.
Aunque esa entidad sobresale por su marginación social y económica, posee una enorme biodiversidad. Pero muchas especies animales y vegetales se encuentran en peligro de desaparecer por falta de políticas adecuadas para protegerlas, por la destrucción de bosques y selvas, por la pobreza rural.
Oaxaca destaca, además, por el explosivo crecimiento de su deuda pública, la más alta de su historia, cercana a 10 mil millones de pesos a los que se sumarían otros 2 mil 400 de un nuevo préstamo.
El gobierno estatal justifica esa deuda por los gastos ocasionados por la reparación y reconstrucción de la infraestructura dañada por los fenómenos naturales de 2011 y 2012, la construcción de la Ciudad Administrativa y Judicial, la ampliación de la infraestructura hospitalaria, el pago a maestros y el apoyo a microempresas. Una deuda heredada en buena parte del sexenio anterior.
Si, como bien se sabe, faltan recursos para combatir con proyectos productivos la pobreza extrema; si el gobierno federal realiza recortes en el gasto público, no tiene lógica alguna insistir en la construcción de un Centro de Convenciones que no requiere la ciudad de Oaxaca.
Un megaproyecto que se rechazaría si fuera efectiva la transparencia tantas veces anunciada en cuanto al gasto del dinero público. En este caso, de origen federal. Especialistas en turismo, asociaciones de arquitectos y expertos en el desarrollo urbano han demostrado que la lógica y la transparencia se ignoran cuando se trata de negocios a la medida de los funcionarios: el citado Centro de Convenciones beneficiará preferentemente el hotel propiedad del secretario de Turismo y Desarrollo Económico de Oaxaca, José Zorrilla de San Martín Diego. El papá de la feliz cazadora de venados que, por el contrario, deben protegerse.