18 de abril de 2015     Número 91

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

2015, año internacional de los suelos.
Sembrar la tierra en libertad

Laura Bertha Reyes Sánchez
Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán, UNAM [email protected]

El amor por la tierra se siembra desde la más tierna infancia, mientras que la libertad se construye y atesora a lo largo de toda la vida para cosecharla en el día a día, alimentándola y cristalizándola por medio de cada una de nuestras acciones.

Demasiada sabiduría y conciencia en una sola frase para ser hoy comprendida por algunos y suficientemente temida por otros para ser llevada a las aulas.

Emiliano Zapata sabía que poseer una tierra propia y con un suelo fértil representa para el ser humano no sólo tener dónde vivir y de qué alimentarse, sino que igualmente lo hace autor de su prosperidad y dueño de su vida; le permite construir un amor propio, y a la vez, respeto por los demás y por la naturaleza con la que convive. Lo hace consciente del gran poder que posee al ser capaz de dotarse a sí mismo de una vida de trabajo, una vida digna para él y para su familia.

Sin embargo, siendo nuestro suelo la fuente de riqueza de la nación, con indiferencia cada año perdemos toneladas por erosión, contaminación y degradación, y con el suelo perdemos no sólo la capacidad de obtener alimentos sanos, bosques y selvas que garanticen oxígeno suficiente para respirar y agua limpia para beber, también perdemos nuestra salud.

Es por ello que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha declarado al 2015 el Año Internacional de los Suelos. Conservar los recursos renovables que son indispensables para la producción de alimentos y también conservar un ambiente saludable involucra directamente al suelo, y lo convierte en un recurso natural imprescindible. Del suelo no sólo depende la posibilidad de contar con alimentos y agua potable para todas las especies, sino también de acceder a fibras para vestirnos, combustibles y materiales de construcción. Es el hábitat natural de una inmensa cantidad de organismos y microorganismos, y por ende, fuente de biodiversidad. Filtra, recircula y define el reparto del agua; es depósito de residuos y un excelente catalizador en reacciones verdes; es soporte de toda estructura; sustento de toda especie, y elemento imprescindible para la realización y regulación de todos los ciclos biogeoquímicos que permiten al planeta ser un lugar hóspito.

¿Y cómo se siembra el amor por la tierra y la libertad? El amor por la tierra y los valores que de ese amor se desprenden, se siembran y alimentan con el ejemplo cotidiano y con educación que aliente en los niños los procesos básicos de maduración, exploración y metamorfosis de identidad, que se corresponden, primero, con el conjunto de elementos de valor universal y de transmisión voluntaria por medio de la enseñanza, y segundo, con la impregnación del espíritu y tradiciones de un pueblo, que se beben con la leche materna y se respiran con el aroma de la madre tierra en que uno nace.

¿Y cómo educar para construir valores humanos como amor y respeto por la tierra y la libertad, que permitan a los niños de hoy ser Hombres mañana? Replicando a Comenicus (1657), en Comenio: 2000, 20-21; “El hombre nace como ser natural, pero no nace Hombre, se tiene que hacer Hombre; es decir, se tiene que formar como Hombre, y sólo será un verdadero Hombre hasta que haya aprendido a formarse como Hombre, pero ¿cómo formarse como Hombre?, el hombre se forma Hombre a través del conocimiento de las cosas que le provienen de la experiencia, si se quiere conocer algo, entonces eso se tiene que aprender”.

Paradójicamente, si bien se cuenta con más escuelas, mayores recursos, acumulación de conocimiento, técnicas y todo tipo de avances científicos que nos pudieran permitir formar mejores Hombres, hoy existe gran indiferencia y desconocimiento, tanto de nuestra historia como de la situación real política, económica y social en que vive la población en general, al igual que sobre el estado, valor, uso y destino de los recursos naturales que se poseen, y sobre la necesidad de conservarlos para nuestra subsistencia, ya que la educación memorística, acumuladora de conocimientos desligados que se recibe, no ha sido capaz de formar ciudadanos con los conocimientos interdisciplinares, los valores y la conciencia necesarios para ello.

Educación, ambiente, Tierra y Libertad son problemas absolutamente relacionados, pero también complejos; tanto, que no pueden ser abordados en toda su dimensión desde las visiones y perspectivas parciales de las divisiones disciplinares de la ciencia. Se requiere por el contrario, ampliar visiones, y construir, desde el ámbito educativo, valores, pensamientos, procedimientos y acciones inter y transdisciplinares que aborden el cómo resolver las problemáticas social, económica y ambiental, a efecto de alcanzar un verdadero desarrollo para todos.

Pero de educación hoy habla cualquiera y todos dicen que es la prioridad. Sin embargo, ¿dónde están los padres de familia comprometidos con el futuro de sus hijos que les enseñen valores con el ejemplo, y exijan para ellos un currículum adecuado, profesores calificados y escuelas limpias y dignas?, ¿dónde los maestros con conocimientos, capacidad pedagógica y vocación cívica que busquen por medio de la enseñanza formar humanos dignos, trabajadores y honestos? Humanos conscientes del valor que tienen la Tierra y la Libertad.

La responsabilidad no es de los gobernantes que toleramos; es nuestra por tolerarlos y por no luchar por aquello que decimos que es la prioridad: una educación de calidad para nuestros hijos; una educación interdisciplinar y plena de valores construidos por medio del ejemplo cotidiano; una educación formadora de profesionistas, docentes e investigadores capaces de restaurar primero y preservar después el equilibrio entre los seres humanos y los ecosistemas en que se habita; una educación capaz de formar los humanos que decimos querer ser y que México necesita.


Diversidad de los suelos de México

Irma Reyes-Jaramillo y Noé Manuel Montaño Profesores-investigadores del Departamento de Biología, División de Ciencias Biológicas y de la Salud, Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa [email protected] y [email protected]

México tiene una gran diversidad de suelos con diferentes potencialidades y usos, ya que de los 32 grupos que comprende la clasificación mundial, 90 por ciento se localiza en el país. Es necesario estudiar los suelos y formar profesionales que contribuyan a conservarlos y manejarlos en forma sustentable; se trata de un recurso no renovable a corto plazo y en continuo deterioro, que ofrece múltiples servicios para la vida, pues es el almacén primario de carbono, nutrimentos y agua que son el sustento de la biodiversidad y de la producción de alimentos.

La diversidad de los suelos en México es reflejo de su geografía, sus climas, el relieve, la altitud, humedad, cercanía a las costas, vegetación y otros organismos, tiempo de formación y procesos erosivos. Este artículo expone brevemente los suelos que hay en el país, sus características y usos, utilizando la clasificación internacional de la Base Referencial Mundial del Recurso Suelo (WRB, por sus siglas en inglés) que también es usado actualmente por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) para cartografiar y hacer el inventario de este recurso en el país.

En el territorio nacional los Leptosoles ocupan la mayor parte de su superficie (28.3 por ciento), son los suelos más delgados, con menos de 25 centímetros. Formados sobre roca dura en regiones altas montañosas, su mejor uso es el forestal, la agricultura es muy limitada por estar la mayoría en laderas. El segundo grupo de suelos más representado en el país son los Regosoles (13.7 por ciento); se forman en sedimentos no consolidados, en tierras erosionadas, particularmente en zonas áridas y también en terrenos montañosos.

En tierras bajas, como son los abanicos aluviales y ríos secos de las llanuras de Sonora y del Desierto de Altar, se forman los Fluvisoles, con alto potencial de fertilidad. En las llanuras y pantanos tabasqueños y partes bajas de Campeche quedan representados de forma importante los Gleysoles. Los Histosoles son suelos orgánicos formados en sitios inundados, se localizan en las llanuras costeras del Golfo de México, deltas de ríos y manglares. Los Stagnosoles, altamente mineralizados y frecuentemente inundados, se localizan también en las llanuras costeras del Golfo de México y en terrazas marinas y aluviales, en éstos se cultivan frutales, coco y pastos.

Otros suelos ampliamente representados en México, formados en climas húmedos y semiáridos y que se caracterizan por ser fértiles, de color oscuro en su superficie y por su alto contenido en materia orgánica son los Chernozems, Kastanozems, Phaeozems y los Umbrisoles. Los Phaeozems son profundos, algunos son ricos en arcillas, se forman en una amplia variedad de ambientes en función del clima, en regiones húmedas y subhúmedas; es el grupo de suelos más importante por su extensión en la agricultura de temporal; de acuerdo con el Inegi, ocupan el tercer lugar con un 11.7 por ciento.


FOTO: José Alberto Bermúdez

En las regiones áridas y semiáridas, que cubren el 60 por ciento del país, están los Calcisoles, que son suelos ricos en carbonatos y ocupan el 10.4 por ciento del territorio, es de decir están en el cuarto lugar. Su uso agrícola es limitado por la falta de agua; sin embargo, con riego y buen drenaje son altamente productivos para la agricultura. Otros suelos de clima seco son los Gipsisoles, donde se acumula yeso (sulfato de calcio), se localizan en San Luis Potosí, Coahuila y Nuevo León y su uso se reduce al pastoreo. Asimismo, en la Sierra Madre Oriental y la Península de Yucatán hay mosaicos con suelos carbonatados, llamados Rendzinas o Leptosoles Réndzicos, cuyo uso es forestal.

Otros suelos que se forman en condiciones áridas y que acumulan sales solubles son los Solonchaks (suelos salinos), característicos de áreas lacustres o aluviales, como el ex lago de Texcoco, la Ciénega Grande de Xochimilco y las lagunas de Totolcingo en Puebla y de Mayrán en Coahuila, así como las Salinas de Guerrero Negro en Baja California Sur. Estos suelos, con una alta concentración de sodio, se vuelven alcalinos (Solonetz), lo que reduce su fertilidad. En los desiertos de Sonora y de la península de Baja California hay Arenosoles o suelos de textura arenosa que comprenden también a las dunas y playas.

En ambientes climáticos más húmedos los Acrisoles, Alisoles, Lixisoles, Nitisoles y Luvisoles son los suelos rojos y amarillos, ricos en arcilla. Se diferencian entre ellos por su acidez, contenido o saturación de calcio, magnesio, sodio y potasio, y por el tipo de arcilla. Son comunes en bosques lluviosos tropicales y bosques mesófilos de montaña en Oaxaca y Chiapas. En todos los sistemas montañosos con pronunciadas pendientes se pueden observar suelos de color pardo, como los Cambisoles, combinados con Alisoles o Luvisoles, los cuales son susceptibles a la erosión, lo que limita su uso agrícola pero no forestal. Los Luvisoles, con 9.1 por ciento, ocupan el quinto lugar como grupo dominante de suelos.

Los Vertisoles son en su mayoría muy fértiles, ricos en arcillas que generan grietas debido a que se expanden en presencia de agua y se contraen al perderla; se pueden formar a partir de sedimentos marinos o lacustres, ceniza o rocas volcánicas. Éstos se localizan en climas tropicales o templados, así como en depresiones y valles de todos los sistemas montañosos del país. Ocupan el sexto lugar, con el 8.6 por ciento de la superficie nacional.

Los Andosoles son considerados los suelos típicos de zonas donde ha habido actividad volcánica en el país, como en el Eje Volcánico Transmexicano; se forman de sedimentos piroplásticos, ceniza volcánica y piedra pómez. Se localizan también en los abanicos aluviales y praderas del Nevado de Toluca, del Volcán de Fuego de Colima y Jalisco; son de alta productividad agrícola y forestal; en climas cálidos, se cultiva café, caña de azúcar y pastos.

Los Antrosoles y Tecnosoles son suelos creados por el hombre. Los primeros son producto de la actividad agrícola, como por ejemplo, los suelos de chinampa en el Valle de México, y los segundos corresponden a los suelos urbanos e industriales, en donde se han depositado materiales de desecho. Finalmente, los Paleosuelos, muchos de ellos localizados en las zonas áridas al norte del país, presentan morfología, química y mineralogía que reflejan procesos actuales e históricos, como los horizontes arcillosos, vestigio de climas lluviosos del pasado.

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