Opinión
Ver día anteriorViernes 17 de abril de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Socialización articuladora...
J

eroglífico anterior al nacimiento, escritura interna originada en la placenta viviente, inaprensible, indescifrable. Oscuro objeto del deseo, inasible, imagen de antiguos dolores que repiten silencios angustiosos, máscaras del vacío, del no hay más allá, hoja negra de pena, cárcel con rejas, anunciadoras de la palabra y la puesta en duda de la misma, diferencia en la carencia.

Geometría sicológica del triángulo; madre, hijo, carencias en afilados ángulos; series de juegos que se vuelven jeroglíficos, que hechizan y luego desaniman. Proceso enloquecedor del tiempo enemigo mortal de la pareja, al transformar los significados de los encuentros en juegos de gestos, inversiones, neologismos, lapsus, olvidos, actos fallidos, que lejos de constituir una guía para entender se vuelven lenguaje inconsciente, vinculado al del otro, que torna realidad en fantasma de la idealización (enamoramiento). Percepción a través de un determinado sistema verbal y múltiples gesticulaciones modificadas cada semana, día, minutos o segundos en nuevas desilusiones e ilusiones. Articulaciones siempre creativas pero dolorosas.

Jeroglífico encargado de representar el supremo poder terrenal, modificado por el tiempo a nuevas percepciones, confrontadoras de ángulos del triángulo del ser humano. Vacío que lleva a la transgresión sexual y social. Punto geométrico que varía en movimientos y quiebres del deseo y aspiraciones de sexualidad, único objeto de deseo en ese tiempo. Encarnación de una autoridad absoluta.

Poder femenino de jeroglíficos vividos como poder negado, arcaico, secundario, sucedáneo del poder efectivo social, pero no menos autoritario. Vivencia femenina que repite la antigua relación con la madre objeto de deseo nunca satisfecho. Así las relaciones posteriores son vulgar simulación, calca de la original, desde ya ruptura, deseo insatisfecho, expresado en el lenguaje.

Recuerdo de abandonos, uno detrás de otros, lecho de múltiples huecos, infancia recortada en las mismas carencias, sonrisa en la oscuridad del vacío, voluptuosidad como niebla que se come el bosque, arriesgándome a desear fuera de la ley. Placer de los desesperados, espasmo del eclipse del erotismo, desahogado por lágrimas, restablecimiento de lo no verbal, receptáculo modalidad de ternura tan oscura como milenaria que nada lo sacia. Creencia en la ternura imposible, vivir en desilusión, fuente de amor, insuperable, que ubica lugar de muerte y pensamiento. Palabra enajenada en nuevas palabras.

Romance que no será más que una derivación quizás en el recuerdo, del cobijo primitivo que aseguraba sobrevivencia, desencadenamiento, angustia desarticulada que el tiempo modifica en significados de gama sutil huellas de huellas que no tienen origen, escrituras anteriores al lenguaje, y elaboración, nueva escritura, representación materna, desplazada en gestos, erigida en el lugar de la angustia tamizada que llamamos sexualidad, y no tiene escapatoria salvo por el lenguaje. Juegos salida a representaciones de palabras, derivadas de representaciones anteriores, negras, inasibles, invisibles, inatrapable.

Jeroglíficos fuente inagotable de placer y excitación. Extraña función de cambiar lenguajes internos con el correr del tiempo, y destruir la sexualidad, la pareja. Regresar a la fuente primogénita del deseo insatisfecho, reconocer el gran poder de la tierra: la vivencia femenina, lugar oscuro que no consiste en evitar la ley sino darle cuerpo a la sexualidad, sin idealizarla. Dejar el simbolismo que traspase biología en socialización articuladora.