Cautiva
n duelo interminable. Los temas de la desaparición física y de la pérdida afectiva no son nuevos en el cine del canadiense de origen armenio Atom Egoyan. De hecho tienen su ilustración más elocuente y lograda en la cinta Dulce porvenir (The Sweet Hereafter, 1997), basada en la novela homónima del estadunidense Russel Banks.
En su cinta más reciente, Cautiva (The Captive), el episodio que desencadena el drama de dicha pérdida no es un accidente en la carretera, sino la acción deliberada de un pedófilo, quien, aprovechando el descuido momentáneo de un padre de familia, secuestra a Cassandra (Alexia Fast), una niña de nueve años, y la mantiene en cautiverio durante ocho años.
La dinámica de este thriller sicológico que juega sobre dos registros temporales, se centra en la búsqueda del paradero de la niña a cargo de dos detectives y el padre, mientras, a través de un sofisticado sistema de videos de vigilancia, el secuestrador sigue de cerca el desarrollo de las pesquisas, un alarde de perversidad y suspenso que remite al tono y ritmo de Intriga (Prisoners), reciente cinta del también canadiense Denis Villeneuve.
El aspecto más novedoso y perturbador en el caso de Cautiva es la destreza con que el realizador maneja la noción de una tortura sicológica ejercida por el secuestrador pedófilo sobre la familia de su rehén, y la larga manipulación de la joven a la que incluso utiliza de anzuelo para nuevos raptos, operación manejada a través de Internet y con la complicidad de una red de pedófilos, casi una secta secreta.
El manejo del encierro adquiere aquí, con su recurso a los modernos dispositivos electrónicos de vigilancia doméstica, algo de aquella densidad y opresión sicológica en Escenas familiares (Family Viewing, 1987), una de las primeras obras del cineasta. No hay una exploración de la relación secuestrador pedófilo/víctima indefensa, como en la película Michael: crónica de una obsesión (2011), del austriaco Markus Schleinzer, y sí, en cambio, el catálogo de pistas falsas, recelos prolongados, terrorismo de baja intensidad que imponen el secuestrador y sus cómplices a detectives y familiares.
Un thriller en la vena de Perdida (Gone Girl, 2014), de David Fincher, pero con un cineasta de reputación hermética, abierto hoy a un diestro manejo de los géneros convencionales. El giro sorprenderá a los seguidores de Egoyan, acostumbrados a una mayor densidad dramática, pero posiblemente vuelva su cine más accesible, sin menoscabo de su exigencia artística, a un número mayor de espectadores.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional, a las 12 y 17:30 horas.
Twitter: @Carlos.Bonfil1