Opinión
Ver día anteriorDomingo 29 de marzo de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El Despertar

¿Hay esperanzas para México?

R

econozco: en mis artículos recientes se produce un error de perspectiva. Por ejemplo, cuando opiné que la nación parecía un barco sin timonel que podría estar viviendo la última etapa de su decadencia, confundí la descomposición del aparato político, que es real, con el de la nación, que es inexistente. Creo que esto se debe a la vieja cultura que hacía responsable de lo bueno y lo malo a la presidencia imperial. Pero hay que disociar: el sistema puede estarse hundiendo, pero la nación parece llena de vida. Este traslape frecuente suscita exasperación y derrotismo.

Sin hacernos ninguna ilusión entendemos ver a México desde determinada altura. Como es: una de las naciones mayores de la Tierra, la decimocuarta en extensión y en la economía mundial. En América Latina sólo Brasil nos supera. Podemos decir que nuestras grandes riquezas marítimas, bosques, selvas, reservas acuíferas, ríos tropicales, marismas, océanos están insuficientemente desarrollados, pero no podemos negar que existen los yacimientos minerales y petrolíferos o todos los climas del mundo. Hay todo un gran aparato de comunicaciones; por ejemplo, 123 mil kilómetros de carreteras, 16 puertos marítimos, una frontera de 3 mil kilómetros con Estados Unidos, principal consumidor del mundo. Ninguno de estos aspectos tiene signos de decadencia.

En la población las cosas mejoran aún más. Pese a gobiernos malos o mediocres, trabaja con gran empeño. Quienes hemos conocido a la base sabemos que nuestra gente es industriosa, trabajadora y bondadosa. Millones de hombres y mujeres trabajan duramente; agricultores, artesanos, artistas, emprendedores y profesionistas compiten en una economía altamente concentrada y sobreviven y triunfan pese a las dificultades. Es una masa creciente que tampoco tiene ningún signo de descomposición. El sistema político traba esas fuerzas. Puede decirse que el país no tiene el gobierno que merece.

La gran aportación de López Obrador a la política es una organización nueva que pretendería vivir un nuevo concepto ético de la vida pública. Pero su gran aportación cultural es su fe en la patria real: este inmenso y riquísimo país y las energías de su población. De ahí su insistencia obsesiva de intentar prender la esperanza; es decir, la capacidad de tomar el destino del país en sus manos, venciendo el miedo, la depresión y la desesperanza. Claro que una transformación de fondo no es tarea fácil, pero AMLO no convoca a la resignación, sino a actitudes vitales y enérgicas. Creo que el interés creciente de la gente en su propuesta se sustenta en este optimismo afortunadamente real.

@ortizpinchetti