María Teresa Uriarte, historiadora y cabeza del proyecto
Las pinturas en el sitio se aproximan a lo que hoy concebimos como arte
Martes 24 de marzo de 2015, p. 5
En entrevista por correo electrónico con La Jornada, la doctora María Teresa Uriarte, historiadora egresada de la UNAM, autora de más de una decena de libros dedicados a Mesoamérica, miembro de la Junta de Gobierno de la Universidad Nacional Autónoma de México y directora del proyecto La pintura mural prehispánica en México, expresa el valor de Cacaxtla y del actual estudio, así como los problemas de conservación del sitio:
–¿Qué significó el descubrimiento de Cacaxtla hace 40 años? –se le pregunta.
–Haber descubierto en el Altiplano central unas pinturas de la calidad y presencia de las de Cacaxtla fue un hito, porque su referente anterior era Bonampak. Si bien Teotihuacán debió de haber sido, por la abundancia de sus pinturas, la Pompeya mesoamericana, la pintura de Cacaxtla tiene una proporción más cercana a lo que nuestro ojo percibe como correcto, y por ello nos resultan –al igual que Bonampak– más parecidas a lo que concebimos como arte. No se esperaba que existieran en esta zona, y su descubrimiento fue una sorpresa.
–En su ensayo, usted y Erik Velásquez demuestran cómo el Mural de la Batalla en realidad no es una batalla, sino un ritual de sacrificio ejecutado por individuos históricos. ¿Habría que modificar el título?
–Nosotros proponemos una interpretación diferente de estos murales con base en numerosas evidencias documentales; sin embargo, es muy difícil cambiar un nombre que ha persistido por más de 20 años. Para nosotros es evidente el sacrificio de prisioneros que encarnan al dios del maíz, en vinculación con ciclos de Venus. Algo que existió en diversas culturas de Mesoamérica.
–¿Qué consecuencias deja este proyecto?
–Los descubrimientos de Diana Magaloni en cuanto a técnica pictórica han hecho escuela. Las técnicas de registro también. Podemos afirmar con orgullo que no hay en el mundo un registro tan completo de la pintura mural prehispánica de México y que nuestros estudios han contribuido a una mejor comprensión de las sociedades que la realizaron.
–¿Los murales de Cacaxtla están en riesgo de conservación porque la techumbre no es suficiente para protegerlos de la erosión del viento?
–Es verdad lo de la techumbre; es verdad que el deterioro que se debe más a malas restauraciones (uso de polímeros) que al viento. Hay que ver los murales del Templo Rojo, que fueron restaurados con nanopartículas de cal y que presentan un deterioro mínimo, aunque están amenazados por desplazamientos de los muros contiguos.
Oportunidad para especialista italiano
–¿Estaría de acuerdo en su desprendimiento?
–Desprender murales es una medida muy controversial porque también arriesga la existencia de las pinturas. Yo me pregunto: si en Pompeya están los murales impecables, ¿por qué los mexicanos que abusaron del polímero han dañado tan sustancialmente la pintura mural? Hay que ver los murales de Calakmul, en donde Ramón Carrasco siguió el método de Baglioni, y los murales están maravillosos. Está mal decirlo, pero nuestros restauradores y arqueólogos en ocasiones dañan el patrimonio más que los elementos.
–¿Qué solución propone?
–Que este es un tema de expertos internacionales y que deberían darle la oportunidad a Piero Baglioni, de la Universidad de Florencia, de que fuera él quien diera el dictamen.