ues no. La dinámica de precios del petróleo en el mercado sigue siendo incierta. La semana que acaba de concluir muestra un nuevo descenso de precios. Si comparamos precios de fines de la semana anterior con los de la previa, el descenso ya acumula cerca de seis dólares por barril para el caso de nuestra debilitada mezcla mexicana de exportación. Y de casi siete dólares para el marcador de Estados Unidos, el West Texas Intermediate (WTI). En el caso del gas natural el precio se ha mantenido entre los 2.90 y los 2.70 dólares por millón de unidad térmica británica (MMBTU). ¡Escandaloso precio bajo! No tanto si pensamos que este viernes el precio del gas natural licuado importado por los japoneses se cotizó en 7.70 dólares por MMBTU.
Hace no más de un año este gas natural licuado llegaba a Japón a casi 20 dólares por MMBTU. Y al elefante blanco
de Manzanillo a ese mismo precio. Por eso, el diferencial cubierto por todos los consumidores de gas natural en México a través del hoy famoso Cargo por balanceo
. Sí, ese es el concepto que propuso para ecualizar el diferencial respecto del precio del gas natural en Reynosa la Comisión Reguladora de Energía, sometida hoy a presión legal para abrir el próximo primero de enero de 2016 –Sener dixit– el pequeño monstruo llamado mercado eléctrico mayorista.
Pero hablaremos de ello próximamente. Sigamos con el petróleo. No estamos de nuevo en el bajo nivel de finales de enero. Apenas 38 dólares por barril para nuestra mezcla mexicana. Y 44 dólares por barril para el marcador WTI. Pero no nos engañemos. Acumulamos 10 días de descenso. Es necesario seguir con prudencia este movimiento de precios. La fiscalidad –terriblemente dependiente de los excedentes petroleros– nos lo exige. El secretario Videgaray lo afirma todos los días. Y aunque también es cierto que muchas firmas especializadas se orientan a señalar una recuperación moderada –pero creciente– de precios en los siguientes meses, no es posible decir que la crisis de ajuste de precios y la búsqueda de nuevo precio de referencia en el mediano plazo ya están superadas. Esa dinámica me fue explicada con una solvencia envidiable por Carlos Torres Verdín –orgullo del Instituto Politécnico Nacional, hoy de la Universidad de Texas– hace casi 15 años. Eso me permite entender cómo es que hoy –en plena crisis de precios– un elemento muy importante que se analiza con mayor cuidado en el mundo especializado es –por paradójico que parezca– la recuperación de la tasa de beneficio de la economía mundial.
El abaratamiento de combustibles representa para la dinámica económica mundial una recuperación inesperada
de la tasa de ganancia. Me lo reafirma un amable lector de La Jornada, que me propone explicitarlo. El indicador al que aludo con frecuencia –peso de la factura petrolera en el producto mundial– es apenas una leve muestra. La reducción a menos de la mitad del valor monetario de los pagos por combustibles en todo el mundo, pero especialmente en las esferas, ramas y empresas de alto consumo de residuales, kerosenos, gasolinas, diésel, turbosina y electricidad en su procesos sustantivos, es otro. Muestra con nitidez esa paradoja a la que me refiero. Esferas industriales como la del acero, la del cemento, la del vidrio, la química –entre otras– se han visto beneficiadas –muy beneficiadas– por la baja de precios. Algo similar ocurre con los transportes.
La factura por combustibles del autotransporte de pasajeros y de carga en casi todo el mundo se ha aligerado. ¡Qué decir del transporte aéreo! Y digo que en casi todo el mundo porque en el caso de México –como bien lo sabemos– el precio administrado no ha descendido. ¡A llenar el tanque del auto con más de 600 pesos! Pero sí ha descendió la factura por combustibles en la generación de electricidad. En todo el mundo eléctrico se paga hoy menos por los residuales y por el coque de petróleo. También –sin duda– por el gas natural. Y por el carbón. Pero en los análisis, estimaciones y proyecciones que se hacen sobre el futuro próximo de los precios del petróleo (también del gas natural y del carbón) se profundiza la situación específica de los indicadores productivos de las empresas petroleras y gaseras del mundo.
¿A qué indicadores me refiero? A tres en particular que más allá del comportamiento de la demanda de petróleo, muestran la situación de las empresas que extraen crudo y gas natural de los yacimientos: 1) nivel de producción; 2) capacidad instalada; 3) capacidad utilizada. En el caso de Estados Unidos –el de la sorprendente ampliación de la producción de crudo y de gas natural– estos indicadores son incuestionables. De 2008 para acá la ampliación de la producción de petróleo y gas natural de nuestros vecinos ha sido sorprendente. De finales de 2006 a finales de 2014, la producción de crudo se incrementó cerca de 70 por ciento. De 5 millones de barriles al día a 9 millones diarios. Sobresalen –como bien se sabe– las producciones de Dakota del Norte y de Texas, que en conjunto con una producción diaria de poco más de un millón y 5 millones de barriles diarios, respectivamente, representan las dos cuencas más importantes.
En el caso del gas natural, de finales de 2006 a finales de 2014, el incremento en la producción es de casi 40 por ciento, para alcanzar hoy un promedio anual neto (sin represurizaciones ni venteos) del orden de 75 mil millones de pies cúbicos al día. De éste –como también se sabe– casi la mitad proviene de las cuencas del gas de lutitas (shale gas). La capacidad también incrementada. Absolutamente. Incluso con endeudamiento creciente de muchos petroleros, sobre todo chicos y de ocasión.
Una capacidad utilizada con menor ascenso. ¿En qué se traduce? En débil capacidad para enfrentar la guerra de precios. Por eso una buena parte de la producción se caerá con este derrumbe de precios. Y la recuperación –lenta y continua– hacia ese nuevo precio de equilibrio será larga. Y tormentosa. Por eso –precisamente por ello– se impone la prudencia. Máxima. Y la sufriremos. Mucho. De veras.
NB: ¿Por qué se lanzaron los personeros del señor Vargas a la aventura del despido de dos prestigiados reporteros del equipo de Carmen Aristegui? ¡Lo cortés no quita lo valiente! ¡Por favor!