Conmemoran el natalicio del rector magnífico
, en la feria del libro de Minería
Muchas de las libertades de las que hoy gozamos se consolidaron en su rectorado, afirma José Narro Robles
¡Cómo hacen falta hombres como él!, ahora que el mundo se encuentra trastornado por la violencia, la intolerancia, los dogmas y los fundamentalismos, expresa Javier Jiménez Espriú
Jueves 26 de febrero de 2015, p. 3
Javier Barros Sierra es mucho más que el rector del 68
, coincidieron su hijo Javier Barros Valero, Rolando Cordera y Javier Jiménez Espriú, quienes participaron en el homenaje con el que ayer se conmemoró –en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería– el natalicio, hace cien años, del rector magnífico
, como lo llamó José Narro Robles, actual titular de ese cargo en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien reconoció que muchas de las libertades de las que hoy gozamos se consolidaron en su rectorado
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El ingeniero es, añadió Narro Robles, el constructor de una institución, la UNAM, la cual recibió en mayo de 1966 paralizada, dividida y afectada profundamente desde las estructuras del poder. Barros Sierra la sacó de esa condición
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Además, elogió su capacidad para resistir los embates gubernamentales y para mantener la defensa de los principios universitarios; es encomiable el impulso que dio a la autonomía de la institución, la proclamación del diálogo como vía de solución de los problemas, el rechazo a la violencia y el valor de la discrepancia como motor de la universidad, así como su compromiso con la juventud, con la educación superior, y los logros de su rectoría en materia académica
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Convocaba a la duda y la rebeldía
Javier Jiménez Espriú, ex director de la Facultad de Ingeniería de la UNAM e impulsor de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, reconoció que el encuentro editorial es fruto de todo lo que sembró Barros Sierra.
¡Cómo hacen falta hombres como él, en momentos como los que vivimos!
, continuó, “en que el mundo se encuentra trastornado por la violencia, la intolerancia, los dogmas y los fundamentalismos que obligan moralmente a los hombres y mujeres de buena voluntad a hermanarnos en la angustiosa identidad del Je suis Charlie.
“Vivimos un México convulso, asolado por crímenes indescriptibles, por la corrupción, la impunidad y la ineptitud, por el cinismo, la connivencia y la insensibilidad y que sintetiza su estado de ánimo con el grito moral: ¡Todos somos Ayotzinapa!, y un indignado ‘ya me cansé’, cuando son los ejemplos de honestidad, como el de Javier Barros Sierra, los que deben imponerse como paradigma del mexicano.
“El rector Barros Sierra conocía, como hombre culto, el valor de la cultura y buscaba el nuevo paradigma del estudiante universitario resolviendo la disyuntiva de las ciencias o las humanidades. Apoyó la creación de las manifestaciones artísticas y culturales, y las disciplinas de las humanidades y las ciencias sociales; con clara convicción promovió la inclusión de las materias humanísticas en las carreras técnicas, no como solución, sino como camino para la formación moderna de los profesionales, y propició la convivencia democrática entre todos.
Convocó a educar en la libertad y para la libertad, para la duda y la rebeldía, para crear y para imaginar, para la convivencia, para la discrepancia y para la razón. Para buscar la equidad y disminuir las diferencias, para sobrevivir, para vivir y en algunos casos para revivir, para hacerlo en la globalidad y en la mexicanidad, en la universalidad y en la soberanía, que no es un concepto caduco ni borroso, en la identidad individual y colectiva, en la nacionalidad. Para ser hombre del planeta sin dejar de ser mexicano. Para políticas, para la verdad, para la crítica y la tolerancia, para saber y ser, para aprehender y aprender de manera permanente.
El homenaje a Barros Sierra giró en torno al libro 1968. Javier Barros Sierra: conversaciones con Gastón García Cantú, que reimprime el sello Siglo XXI y va en la séptima edición.
Lidiar con la incomprensión
Rolando Cordera recordó muchas de las palabras de Barros Sierra, incluidas en esa obra, entre ellas, el espinoso tema, hoy, de la creciente demanda para entrar a la universidad
, sobre el que opina: hay que hacer notar que el examen de admisión fue creado durante la administración anterior. Nosotros pudimos perfeccionarlo sobre todo bajo un criterio estricto para no aceptar alumnos cuyo índice de conocimiento fuera inferior a un límite fijado. Siempre ha habido una serie de argumentos frente al hecho de la que Universidad seleccione a sus alumnos; algunos son demagógicos. La Universidad no ve ninguna razón válida para afirmar que deba recibir a cuanto joven toque a sus puertas. Nadie puede afirmar en ningún lugar del mundo, ni en los países capitalistas o socialistas, que todo joven tiene aptitudes para realizar estudios universitarios. Se tiene que llegar a esta conclusión: es conveniente y de justicia ofrecer a todos los jóvenes oportunidades varias para educarse, pero ello no significa que todos los que quieran deban entrar a la universidad
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Javier Barros Valero recordó que su padre, en 1968, “protestó enérgicamente por la agresión a la Preparatoria Nacional. Peligraba la autonomía universitaria y, peor aún, la libertad en México. El Estado empleaba la bazuca en contra de sus creaturas. El rector presidió dignamente la manifestación del primero de agosto de ese año aciago, condujo la protesta liderando a los universitarios y también a los politécnicos, los normalistas, los agrónomos. Los llamó a expresar su repudio ordenadamente, dentro de las instalaciones escolares. Pero la mítica tinaja de los males ya estaba descubierta.
En adelante, Barros Sierra hubo de lidiar con la incomprensión y aun con el encono de unos y de otros. Debió caminar solitario contra los jirones de fuego, aunque armado con el poder magnífico de los principios.
Con el emotivo grito del Goya universitario, familiares, amigos (entre los presentes estaba la madre del fallecido Raúl Álvarez Garín, uno de los líderes del movimiento estudiantil del 68, Manuela Garín), académicos, ex directores de facultades de la UNAM, encabezados por el rector José Narro Robles, rubricaron el acto con el que se celebró la vida y, sobre todo, la ética ejemplar del rector magnífico
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