El Cuarteto de Normandía tendrá que negociar una nueva tregua
Sábado 21 de febrero de 2015, p. 21
Moscú.
Casi una semana después de la fecha en que se pactó –por segunda ocasión luego de que hace 10 meses comenzó la guerra fratricida en el este de Ucrania–, aún no entra en vigor un cese el fuego incondicional ahí, mientras continúan los combates entre el ejército ucranio y las milicias separatistas, con el inevitable aumento del número de víctimas mortales, lo cual pone en entredicho la voluntad de las partes de negociar un arreglo político.
Al analizar lo ocurrido en estos seis días recientes, da la impresión de que el conflicto de Ucrania transcurre en dos dimensiones paralelas: una virtual, la de los mandatarios, que prefieren hacer la vista gorda y ver sólo lo que conviene a sus intereses, esto es, que el acuerdo sellado el 12 de febrero pasado se cumple, si bien sólo a grandes rasgos.
Y una dimensión real, la de la guerra, que –al margen de los entendimientos a que pueda llegarse en la negociación de los dirigentes– sigue sembrando la muerte y la devastación conforme a su propia dinámica, aunque ciertamente no en todos lados.
Esta contradicción no es inédita y ya se dio en el anterior cese el fuego, decretado en septiembre de 2014. Ahora se repite y todo apunta a que la única diferencia es cuánto tiempo pasará antes de que el Cuarteto de Normandía (Ucrania, Rusia, Alemania y Francia) vuelva a sentarse a negociar una tercera tregua.
La primera reacción al pacto de Minsk que llegó de Kiev es que, en lugar de sentar las bases para negociar con ellos, Aleksandr Zajarchenko e Igor Plotnitsky, dirigentes de los territorios bajo control de los separatistas en Donietsk y Lugansk, son terroristas
que no podrán beneficiarse de la amnistía acordada.
A la misma hora, en Donietsk, sin hacer ningún gesto benevolente hacia Kiev, Zajarchenko afirmaba que en las elecciones, negociadas en Minsk para esos territorios, no podrán intervenir los partidos de los verdugos
, como denomina a los partidos con representación en la Rada.
Con ese comienzo poco alentador sólo cabría reanudar de inmediato las negociaciones, pero los líderes del Cuarteto de Normandía optaron por lo de siempre: fingir que todo estaba bien, a sabiendas de que, más pronto que tarde, tendrían que comenzar a endosar a la contraparte la culpa por el incumplimiento de los acuerdos, hasta que éste se haga insostenible.
Los combates de esta semana que debía ser de supuesta paz se centraron en Devaltsevo –estratégico nudo de transporte ferroviario, indispensable para las minas de carbón en tiempos de paz, obviamente– y terminaron en rotunda derrota del ejército ucranio obligado a abandonar la ciudad, sin someterse a la humillación masiva de rendirse y entregar todas sus armas.
Al mismo tiempo, no se sabe a ciencia cierta cuántos soldados ucranios estaban rodeados en Devaltsevo ni cuántos murieron al intentar romper el sitio ni cuántos depusieron las armas, ya que circulan versiones para todos los gustos y forman parte de la otra guerra –cuya única meta es desinformar– que se libra en Ucrania.
El presidente ucranio, Petro Poroshenko, a raíz de la debacle militar en Devaltsevo, cambió de repente de opinión y ahora quiere retomar la propuesta inicial franco-alemana de introducir cascos azules de Naciones Unidas para separar a las partes beligerantes, contingente pacificador que desde su punto de vista no puede incluir efectivos rusos y debe desplegarse también en la frontera entre ambos países eslavos, dos condiciones que por supuesto rechaza de modo tajante Rusia.
Mientras se debate la petición, el ejército ucranio, en señal de represalia, comenzó a bombardear de modo selectivo Donietsk, Lugansk y otros territorios que no reconocen el gobierno de Kiev, lo cual hizo que el vocero de las milicias separatistas, Eduard Basurin, advirtiera que si siguen esos ataques se desligarían de cualquier compromiso adquirido en los acuerdos de Minsk.
Huelga decir que Basurin afirmó lo anterior al tiempo que las milicias separatistas, según denuncia Kiev, preparan un ataque masivo sobre Mariupol, objetivo que les permitiría tener acceso directo a las infraestructuras de ese puerto en el mar Negro.
Así de enredadas las cosas, cabe recordar que la anterior tregua, que sólo sirvió para reagrupar fuerzas, duró poco más de tres meses.