Con una mansada de Monte Caldera concluye la temporada 2014-2015 en la Plaza México
José Mauricio, con calidad
Un beso desata la pasión en el ruedo
Sonaron cuatro avisos
Lunes 16 de febrero de 2015, p. a39
Adiós a la peor temporada de la historia. A la fiesta de los toros se le respeta, no se le explota
, rezaban sendas mantas en el tendido de sol de la Plaza México, como sentir de una afición sistemáticamente agraviada.
Pero no hay mal que dure cien años ni empresa ni público que los aguante. Por fin terminó el vigésimo diplomado anual Ensayo y error a costa de la fiesta y del publico
impartido en el Cecetla (Centro de Capacitación para Empresarios Taurinos de Lento Aprendizaje, antes Plaza México), con sobresalientes calificaciones a cargo de los cecetlos, quienes lograron mantener el nivel de incompetencia de hace dos décadas, convirtiendo al otrora coso más importante de Latinoamérica en plaza de trancas, con encierros chicos y mansos, carteles desalmados, jueces manirrotos y entradas entre 10 y 25 por ciento del aforo de la plazota.
Para el apoteósico cierre habían anunciado al soliviantado Pablo Hermoso de Mendoza y su chou hípico-taurino, pero a la hora de la hora el caballero, es un decir, luego de 14 años de mangonear a su gusto al dependiente empresariado mexicano, con el Cecetla a la cabeza, se puso unos moños que al promotor le resultaron inaceptables y ambos decidieron rescindir el contrato, si es que lo hubo, uno por sus pistolas y otro por criar cuervos, confiados ambos en la alcahuetería de la autoridá y en la indiferencia del público, que aun así hizo casi un cuarto de entrada en un cartel cecétlico; es decir, sacado de la manga pero con triunfadores. No te vayas, lector.
En la decimoctava y última corrida del serial partieron plaza José Luis Angelino, José Mauricio y Antonio García El Chihuahua –el primero y el último debieron integrar el cartel con El Zapata y El Fandi–, para lidiar una corrida del ignoto hierro de Monte Caldera, manso y con kilos pero voluntarioso, al grado de que varios de ellos propiciaron variados detalles con capa y muleta y rivalidad entre los rehileteros.
El pasaje más interesante corrió a cargo de los matadores banderilleros Angelino y El Chihuahua, quienes con el cuarto de la tarde protagonizaron la primera parte del espectáculo, lo que siempre se agradece, al margen de los niveles alcanzados.
Angelino, que como sus compañeros anduvo dispuesto toda la tarde, le ofreció los palos a El Chihuahua, sólo que a la española
o dándoselos por la espalda, equivocando y contrariando a Antonio, que dejó un preciso par al violín. Antes, Angelino colgó un buen cuarteo y al final dejó otro mejor del que salió comprometido, haciéndole oportuno quite a cuerpo limpio su norteño alternante.
Cuando regresaban a la barrera José Luis decidió plantarle un beso en la mejilla a Antonio, lo que la gente celebró, y en el segundo de El Chihuahua éste ofreció banderillas a José Luis cubriendo ambos con aseo el segundo tercio.
De nuevo, cuando volvían al burladero tras agradecer las palmas, algo le dijo el chihuahuense al tlaxcalteca que éste le dio un empujón, lo que el franciscano público acabó festejando. Celo torero pues, y algo es algo en una fiesta sin pasión.
José Mauricio, quien anda estrenando estado civil y apoderado, dejó detalles de su enorme calidad con capa y muleta, sobre todo unos creativos muletazos muy en corto a su manso primero y un bello quite por fregolinas a su soso y parado segundo, al que despenó recibiendo. Si le dieran más corridas…
Es una verdadera pena que el Cecetla, teniendo plaza, toros, toreros y público, nomás no quiera dar una con temporadas a base de bravura en las reses –le dicen fiesta brava– y de rivalidad en diestros con potencial suficientemente estimulados.
En México hay ganaderos y toreros buenos, lo que falta son empresarios con talento, no sólo con dinero. De la autoridá mejor ni hablar pues, como en el resto de los frentes, anda perdida o implicada.