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Tecuitlatl, azoquitl

E

ntre el universo infinito que integran las plantas mexicanas, se encuentra un grupo poco conocido de gran interés. Se trata de las algas que algunos científicos consideran en un reino aparte, como es el caso de los hongos. El biólogo Jerzy Rzedowski aporta un dato significativo; en su libro Vegetación de México, estima que hay más de mil algas distintas en el país. Pertenecen a varios ambientes acuáticos: aguas dulces y saladas en mares, lagos, lagunas, pantanos, ríos y otros cuerpos hídricos.

En su cautivador libro El embrujo del lago, Gabriel Espinosa Pineda nos lleva a imaginar nuestro planeta hace 2 mil millones de años. Ahí podríamos ver que sobre todo en las partes húmedas que formaban la mayor extensión de la superficie, se extendía un hermoso tapete de tonalidades verde azulosas, similar al que todavía podemos observar aunque en cantidades muy reducidas, ahí donde se encuentra tecuitlatl, una de las algas mexicanas que también recibe el nombre de espirulina.

Por mucho tiempo se le consideró un alga, pero estudios más recientes la ubican como una bacteria capaz de realizar la fotosíntesis. Se reproduce rápidamente y se agrupa en colonias muy extensas. El tecuitlatl, explica Espinosa, está formado por “masas de cianobacterias filamentosas que forman verdaderos tapetes acuáticos…” Nuestros antepasados, los antiguos mexicanos, que aprovecharon magistralmente los recursos lacustres, la usaron como alimento y en medicina tradicional.

Así lo muestran los informantes de Bernardino de Sahagún, quien en su Historia general de las cosas de Nueva España describe el tecuitlatl como de color azul claro; usa como sinónimos de esta alga: azoquitl y amomoxtli. Lo ubica en el libro undécimo, entre varios animales del lago, como ranas, renacuajos, gusanos, ajolotes y los huevecillos del mosco axaxayácatl. Lo define, según la transcripción del Códice florentino hecha por diversos investigadores, como urronas o hurronas; dudamos que esta palabra sea apropiada, pues no se encuentra ni en el diccionario de Covarrubias (1611) ni en el de Autoridades (1726).

Continúa Sahagún: Después que está bien espeso, y grueso, cógenlo, tiéndenlo en el suelo sobre ceniza; y después hacen unas tortas de ello y tostadas las comen. En los textos no traducidos del náhuatl aparece este párrafo: Es verde. Se coagula. Cuando el azoquitl aflora se extiende sobre la superficie del agua, se coagula y la gente del agua (atlacatl) lo toma. Hacen una bola, la arrojan dentro de las canoas, le extienden sobre ceniza. (cit. en Teresa Rojas Rabiela La cosecha del agua en la cuenca de México, Ciesas, 1998).

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