na enorme cruz de 42 metros de alto, construida con acero y concreto sobre la parte más alta del cerro del Guitarrón, domina la bahía de Acapulco. Majestuosa, se le puede ver casi desde cualquier punto del puerto. Desde la noche del 24 de diciembre de 1970 se ilumina cada noche con reflectores de vapor de mercurio. La gente la conoce como la Cruz de Trouyet.
El apelativo popular no es casual. El moderno mausoleo fue edificado por el magnate Carlos Trouyet, uno de los empresarios consentidos del alemanismo, desarrollador inmobiliario de Acapulco. Dominando la bahía, en el sepulcro del nivel inferior de la Capilla de la Paz, se encuentran sus restos, los de su esposa Milly Hauss de Trouyet y los de sus hijos Carlos y Jorge.
Sin embargo, la muerte en Acapulco no es igual para todos. En esa misma ciudad, el pasado 5 de febrero se encontraron 60 cadáveres casi momificados, anónimos, apilados, a la espera de una incineración que nunca llegó. Las macabras imágenes de los cuerpos embalsamados en las instalaciones de la empresa Cremaciones del Pacífico son dignas de un grabado de la serie Los horrores de la guerra, de Francisco de Goya.
Porque una guerra es lo que hoy se vive en Guerrero. En ella combaten una moderna Hidra contra campesinos, maestros, indígenas, estudiantes y sus policías comunitarios. Los saldos de este enfrentamiento están a la vista. Durante 2014 se encontraron fosas clandestinas en Acapulco a unos cuantos metros de los enclaves de Las Brisas y Punta Diamante. También en Iguala, Eduardo Neri, Telolapan, Juan R. Escudero y Zitlala. De su interior se extrajeron 189 osamentas.
Apenas el pasado jueves, al diario Reforma informó que, al margen de estas cifras, el 20 de mayo de 2014 agentes de la Policía Federal encontraron en Iguala 100 cuerpos en tumbas clandestinas. El organismo policial precisó después que la cantidad era incorrecta y que la cifra era de 19 osamentas.
Los camposantos ilegales son, sin embargo, apenas una de las cabezas de la Hidra de la inseguridad guerrerense. Sus otros rostros son las ejecuciones extrajudiciales, las desapariciones forzadas, los desplazamientos violentos de poblaciones, torturas, las extorsiones y los secuestros. No en balde, Acapulco fue nombrada la tercera ciudad más violenta del mundo.
Las agresiones de esa Hidra son para comunidades, maestros y pequeños empresarios guerrerenses, el pan nuestro de cada día. Si en la mitología griega el monstruo es hija de Tifón y Equidna, en Guerrero es producto de la unión de políticos, cárteles del narcotráfico y fuerzas del orden en el sagrado matrimonio de la narcopolítica.
Aunque la tragedia de Iguala y la lucha de los padres de los 43 normalistas desaparecidos han dibujado un retrato de cuerpo entero del monstruo, la clase política no se da por enterada de lo que sucede en la entidad. Fingiendo que todo está bien, se prepara para las elecciones del próximo 9 de junio como si nada sucediera.
En octubre pasado, una lona de 50 por 30 metros fue colocada por los maestros democráticos del estado en la parte alta de la entrada principal del ayuntamiento de Chilpancingo. En ella aparece el rostro del senador Sofío Ramírez Hernández, acompañada de un mensaje: “ Narcosenador 100 por ciento guerrerense”. La manta sigue allí colgada hasta hoy.
A pesar de ello y de muchas otras denuncias similares en su contra, ningún político guerrerense se dio por aludido. Sofío es el candidato a la gubernatura del estado del Partido de la Revolución Democrática (PRD) que el ex mandatario y gran elector Ángel Aguirre apoya. Además, Ramírez tiene el apoyo de ADN, de IDN y de David Jiménez Rumbo (del Grupo Guerrero), lo que deja a Nueva Izquierda y su candidata, Beatriz Mojica, como actor secundario. Si Nueva Izquierda intenta impedir la candidatura de Sofío Ramírez, es casi seguro que habrá una escisión en el PRD guerrerense.
Por lo pronto, el partido del sol azteca en la entidad se ha trenzado en una guerra de lodo de la que pretende responsabilizar al gobierno federal. De un lado, en un periódico nacional se publicaron fotografías de la fiesta de 15 años de la hija de Sofío Ramírez en las que aparece el matrimonio Abarca. Del otro, circularon fotos en las que Beatriz Mojica, la mejor amiga
del ex presidente municipal de Iguala, aparece con José Luis Abarca y su esposa.
El Partido Revolucionario Institucional (PRI) es también parte de la misma Hidra. La elección de su aspirante, Héctor Astudillo, fue tardía. Pareciera que se decidió escoger al que menos pasivos arrastra. Sin embargo, se trata de un candidato sin fuerza, con poco empuje electoral y cuya candidatura causa escepticismo incluso entre los priístas guerrerenses. De alguna manera, da la impresión de que fue seleccionado para perder. Ya en 2015 mordió el polvo de la derrota en la contienda por la gubernatura frente a Zeferino Torreblanca.
Ante una clase política así, que se empeña en mantener a como dé lugar el pacto de impunidad que la protege, no puede extrañar que muchos guerrerenses exijan que no haya comicios en la entidad. Votar en esas condiciones –dijo Felipe de la Cruz, vocero de los familiares de los 43 normalistas desaparecidos– es votar por el crimen organizado.
Por lo pronto, haya o no elecciones, y gane el que gane, lo que este proceso electoral local revela es una profunda crisis de representación política. El sistema de partidos existente y la clase política local hegemónica están agotados. Su captura por el narcotráfico y los poderes fácticos han cavado una fosa infranqueable entre ellos y amplios sectores de la sociedad. El sistema político realmente existente es incapaz de procesar el conflicto en curso (y el que vendrá después de los comicios) y dar salida a condiciones de gobernabilidad.
Acapulco desesperanza del futuro y certidumbre del minuto atrapado en pleno vuelo, a pleno lodo
, escribió Ricardo Garibay en 1979 en su reportaje sobre el puerto. En lo inmediato, ese es el horizonte que se vislumbra en la entidad de la Cruz de Trouyet, los crematorios abandonados y las fosas clandestinas.
Twitter: @lhan55