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El compositor recibe hoy la medalla Bellas Artes en mérito a su prolífica trayectoria

Sí se puede vivir de la música; ya no se le ve como pasatiempo: Federico Ibarra

Quiere escribir más óperas y ahora trabaja en una sonata para violín y piano, dice a La Jornada

 
Periódico La Jornada
Martes 10 de febrero de 2015, p. 5

¿Se puede vivir bien de la composición en México? Hasta el momento de esa interrogante, la entrevista con Federico Ibarra Groth (DF, 1944) mantenía un ritmo fluido y ágil. El compositor tomó su tiempo para contestar.

Quisiera ampliar la pregunta y responderla, dijo. ¿Se puede vivir de la música? Sí. ¿Y de la composición? Pues en pocas ocasiones.

Explicó que un autor puede tener encargos de forma constante como, por fortuna, fue su caso. Sin embargo, el dinero que obtuvo, precisó, no le alcanzaba. Por ello debió emprender otros trabajos, todos dentro de la música, como docente e intérprete.

Sí se puede vivir de la música, y he vivido muy a gusto con ella, porque nunca me ha representado algo que no quisiera ser. Por el contrario, siempre ha sido una bonita actividad para mí. El problema es que de la composición misma, no, agregó.

He tenido pequeños trabajos colaborando para revistas, periódicos, publicaciones, y una serie de cosas, pero al final relacionadas con la música. Para cine trabajé durante años y con el resultado monetario compré mi primer departamento. No estuvo del todo mal.

La charla con el compositor –que más obras ha dedicado a la voz, entre ellas nueve óperas– es con motivo de la entrega que el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) le hará este martes de la presea Bellas Artes para reconocer su destacada trayectoria.

El acto tendrá lugar en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, a las 19 horas; ahí la pianista Guadalupe Parrondo interpretará la Sonata número 7 para piano solo, del autor.

Arte sin trabas para el escucha

Varios son los cambios percibidos por Ibarra en la música de concierto en el país, desde que cultiva esta expresión hace más de medio siglo.

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Federico Ibarra, en su departamento, durante la entrevista con La JornadaFoto José Antonio López

Quizá los más evidentes y satisfactorios, para él, es que dejó de ser una actividad poco valorada desde el punto de vista social y se ha derruido el prejuicio de que se trata de un mero pasatiempo.

Vemos ahora que los conciertos están colmados de público y puede deberse a que, a diferencia de otras artes, la música suscita una comunicación directa con y entre las personas, sin trabas para el escucha, casi como la pintura, indicó.

Hasta muy adelantado el siglo XX era vista como pasatiempo. Quizá es algo que no ha cambiado del todo. Creo que la sociedad prefiere ahora también dedicarse a cosas más lucrativas. Lo único que sí ha cambiado es que ya no se desprecia a la actividad musical.

Incluso, agregó, se ha profundizado a nivel social y se ha visto que para ser músico se necesitan mucho más horas que para cualquier otra carrera lucrativa.

Los padres de familia la ven cada vez más como una actividad que puede librar a sus hijos de cosas nocivas. No es que quieran que sean músicos, pero sí han optado por ella como una manera de enriquecer su educación y una inversión positiva de tiempo.

Según el músico –quien trabaja en una sonata para violín y piano y quisiera escribir más óperas, pero es algo muy tardado y complicado– el auge de la composición en México tiene dos caras, como todo.

Me parece muy bueno que hoy existan muchas personas dedicadas a la creación musical. Eso habla positivamente de la vitalidad de esta expresión y el interés que suscita, señaló.

Pero, también, muy malo, porque al haber tantas personas dedicándose a esta actividad, las oportunidades para escuchar su trabajo son mucho menores y, al final, varios se decepcionarán, abortarán su carrera y deberán dedicarse a otra cosa.