Opinión
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Puntos sobre las íes

Carlos Arruza XLI

D

ecíamos ayer…

Carlos se fue, pero no se fue.

Y fue verdad.

Teníamos ya a El Ciclón en calidad de feliz propietario de la famosísima ganadería de Pastejé, dedicado a la agricultura y a torear y torear tanto vacas como posibles machos para sementales; pero eran tales su fama, su prestigio y su imán de taquilla que cuando la señora María Izaguirre, esposa del entonces presidente de la República, don Adolfo Ruiz Cortines, organizó un grandioso festival, conocido como el Festival del Recuerdo –mismo que todavía recordamos algunos antiguos– con el fin de recabar fondos en favor de la niñez desvalida (hoy día DIF), Carlos fue de los convocados para el 20 de septiembre de 1953.

Y vaya cartel.

Pepe Ortiz, Heriberto García, Jesús Solórzano, Paco Gorráez, Silverio Pérez y El Ciclón, con ganado de La Laguna, Xajay, Santacilia y tres de Pastejé; además, otro de Xajay para el charro rejoneador Manuel Macías.

Aquello resultó de polendas, no podía resultar de otra manera con aquellos señores matadores y fue, además, el debut de Carlos como ganadero, triunfando por partida doble: a los tres novillos les cortaron las orejas y Carlos se llevó dos de ellas, ya que, para no variar, hizo gala de su maestría y poderío como señor de los ruedos y aquellos gritos de la muchedumbre: vuelve, regresa, no te vayas seguro estoy que lo acompañaron durante toda su vida,.

Todavía lo recuerdo.

+ + +

Nos seguimos frecuentando y mucho le gustaba que yo manejara su espléndido Rolls Royce de la ciudad de México a Pastejé y de retache. Fue ese mismo año cuando, en ocasión de cumplir sus primeros 25 años de existencia, el famoso semanario El Redondel, fundado por mi padre el 4 de noviembre en 1928 y al que se incorporó poco después, en calidad de socio, el gran maestro de la pluma y gran señor de la vida don Alfonso de Icaza. Ojo, que en la mesa de honor presidida por ambos, se sentaron nada más y nada menos que Rodolfo Gaona y Carlos Arruza.

Y fue entonces que El Indio Grande, señalando con su índice a El Ciclón, alzando la voz le dijo: “Tú has sido más grande que Gallito, frase que dio la vueltas al mundo taurino y con la que, creo yo, quedó confirmado lo que fue Carlos en los ruedos.

El Redondel, fue primeramente acérrimo partidario de Jesús Solórzano El Rey del Temple y, posteriormente, de Carlos, por lo que la mafia a la que ya me he referido y que tanto lo criticaba y que terminó sus nefastos días teniendo que malbaratar su publicación, porque ya casi nadie la leía, en sus últimos estertores ocasión hubo en la que escribió que Redondel debía cambiar su nombre por el de El Arruzel.

Y el de él por Lucifer.

+ + +

Pasó el tiempo, nos seguíamos viendo con mucho cariño, pese a como lo he señalado en anteriores artículos, la diferencia de edades –16 años– y a las responsabilidad que tenía yo que enfrentar requerían cada vez más de mi tiempo. Un día de tantos, se presentó en las oficinas de El Redondel un conocido comerciante de la avenida Madero para mostrarle a mi papá una serie de programas, fotografías y recortes de periódicos de provincia en los que se acreditaba que un muchacho tenía posibilidades y que ojalá que mi papá pudiera hablarle a Carlos para que lo invitara a alguna tienta.

De muy buen modo se comunicó con Carlos, a quien le hizo la debida petición, pero vaya a saber el amable lector qué motivó a contestarle que él no tenía porque invitar a quien ni siquiera conocía y, ¡zaz!, sin despedirse siquiera, le colgó el teléfono.

Tan desconcertado como yo se quedó mi papá. Después de tantos años de amistad y con su acostumbrada manera de ser, lo único que me comentó fue: ni modo.

Se acabó la amistad y, sin decirnos siquiera adiós, cada quien siguió su camino. Una mañana, que bien lo recuerdo, llegó a las oficinas de El Redondel el caballeroso impresor don Telesforo (nada de Telésforo, decía él) Aboitiz y le dijo que quería hablarle en privado.

Así lo hicieron y cuando terminaron, mi papá me llamó para comentarme lo que le había platicado en forma tan reservada el señor Aboitiz y que lo había dejado perplejo, tal y como quedé yo.

Y es que razón había.

Continuará...

(AAB)